Capitulo 1.pdf - Carpe Diem

Tiburcio se persigna, bebe largamente del cáliz, hasta que le chorrean hilillos
de vino por la enmarañada barba, y dirige la mirada hacia el sol naciente, que
lanza su primer destello.
TIBURCIO:
-Mándenlos ante Dios. Él guardará a los suyos.
ESCENA 9
EXTERIOR. AMANECER. PLAZOLETA DEL PUEBLO DE RÍO
VIEJO.
Desde el punto de vista de los prisioneros, o detrás de ellos, desde las ventanas
a sus espaldas, vemos a Martín Espinoza acercarse, y rugirle al prisionero
mientras le asesta un formidable golpe con el machete enastado.
Un chorro de sangre salta.
Tras él, los otros seguidores irrumpen hacia el primer plano, esgrimiendo
armas blancas y dando terribles tajos.
El montaje hace ver como una sola acción la sucesión de imágenes de
hombres que atacan.
El brujo Tiburcio se arrodilla, llevando en sus manos el cáliz, que baja hasta
ras de suelo, cerca de los hombros de uno de los cuerpos caídos.
Espinoza, las piernas abiertas, está firmemente plantado apoyándose en la
lanza ante el círculo de mujeres y niñas muertas que rodea la cruz.
ESPINOZA:
- Nos quitaron todo lo que tiene un hombre. Tierra.
Mujeres. Hijos. Ya no somos hombres. Somos
animales.
Espinoza se dirige a su docena de seguidores, y les va tocando la frente con el
machete enastado:
ESPINOZA:
-Tú eres Perro. Tú eres Onza. Tú eres Tigre. Tú eres
León. Tú eres Mapanare. Tú eres Cascabel. Tú eres
Caimán. Tú eres Toro. Tú eres Lobo. Tú eres Caribe.
Tú eres Tragavenados. Tú eres Cuaima...
El brujo Tiburcio sigue a Espinoza con el cáliz rebosante de sangre, y sobre
cada bautizado vierte un hilo de sangre, que baña sus rostros dándoles el
espantable aspecto de los guerreros caribes pintados con onoto.
El brujo Tiburcio recita el texto de Hebreos, 9, 22:
TIBURCIO: