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Los seguidores de Martín Espinoza montan en los caballos de los soldados y<br />
cabalgan hacia el encandilante amanecer.<br />
Colgados de las cinchas de sus sillas llevan toscos sacos de sisal<br />
ensangrentados, en cada uno de los cuales rebota un bulto que por su forma<br />
parece una cabeza decapitada.<br />
ESCENA 10<br />
EXTERIOR. AMANECER. CALLE DEL PUEBLO DE RÍO VIEJO.<br />
El Mendigo Negro, caminando con la dificultad que le imponen la vejez y el<br />
peso de la piedra de amolar que carga en la espalda, entra lentamente en la<br />
calle del pueblo de Río Viejo, pasa junto al vástago de la alta cruz, y<br />
contempla sin inmutarse los cuerpos de los soldados, tirados en el suelo de<br />
tierra en las posiciones más disímiles.<br />
Los cuerpos están colocados de tal forma que, desde el punto de vista del<br />
Mendigo Negro y del espectador, no se les ve la cabeza.<br />
En medio de la calle, Viviana lo espera, con un gran haz de chamizas en la<br />
espalda:<br />
VIVIANA:<br />
-¿Saca filo?<br />
El Mendigo Negro asiente con un gesto.<br />
Viviana se desciñe el haz de chamizas de la espalda, lo pone en el suelo,<br />
deshace el nudo de mecatillo, extrae un bulto largo envuelto en mugrientos<br />
sacos de sisal, los deja de lado, y saca la espada con los distintivos adornos<br />
metálicos en forma de sol del padre de Ezequiel Zamora, que éste dejó en<br />
manos de la madre de Viviana en el capítulo 1.<br />
Viviana alza el sable sobre su cabeza, y lo va desenvainando lentamente. La<br />
hoja resplandece con el creciente brillo del sol, como un arcoíris cegador.<br />
VIVIANA:<br />
-Necesita filo. Le pago con chamizas.<br />
El Mendigo Negro parpadea, ante el irresistible fulgor:<br />
MENDIGO NEGRO:<br />
-Yo no cobro por afilar el hierro del pobre.<br />
ESCENA 11<br />
EXTERIOR. DÍA. GOLETA O PEQUEÑA EMBARCACIÓN EN MAR<br />
ABIERTO<br />
Generador de caracteres: Curazao, 1859.