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Capitulo 1.pdf - Carpe Diem

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Cada pocos pasos, los soldados de la vanguardia de la infantería liberal se<br />

detienen, disparan hacia los fugitivos, cargan, avanzan un trecho y vuelven a<br />

disparar.<br />

Junto a un cañón volteado, Zamora divisa al viejo comandante de ingenieros<br />

Olegario Meneses, su antiguo profesor de matemáticas, quebrantado por el<br />

golpe de la caída y con la cabeza ensangrentada entre las manos.<br />

Zamora desmonta lentamente del caballo, se arrodilla junto al viejo, lo abraza,<br />

y le dice, cariñosamente:<br />

ZAMORA:<br />

-¡Maestro Meneses, esto sí que no estaba en sus<br />

matemáticas!<br />

MENESES:<br />

-¡El ángulo!... ¡No calculé bien el ángulo de tiro!<br />

¡La parábola!... ¡El logaritmo!...<br />

Zamora carga dificultosamente al anciano, que apenas balbucea palabras sin<br />

sentido, y lo entrega a dos soldados de infantería, que lo sostienen:<br />

ZAMORA:<br />

-¡Cuídenlo bien, que fue mi profesor de artillería!<br />

ESCENA 28<br />

EXTERIOR. MAÑANA. AFUERAS DE SANTA INÉS<br />

La retirada del ejército oligarca se ha convertido en desbandada de hombres<br />

heridos, desmoralizados.<br />

De trecho en trecho, soldados del ejército oligarca que han tirado las armas<br />

levantan los brazos y esperan, destrozados por la fatiga y rendidos, a veces<br />

ensangrentados y de rodillas, a veces sentados o tendidos.<br />

Primeros planos de sus rostros curtidos, greñudos y famélicos de hombres del<br />

pueblo, a veces mal vestidos, descalzos, aguardando sin esperanzas un destino<br />

que nunca ha estado en sus manos.<br />

Viviana, con el enorme haz de chamizas en la espalda, camina como<br />

sonámbula entre los caídos.<br />

Viviana se arrodilla junto a un pobre campesino herido, con los ojos muy<br />

abiertos, que respira con el ansia de la agonía, le toma la cabeza entre las<br />

manos, le da de beber llevándole una tapara a los labios, y le dice al oído:<br />

VIVIANA:<br />

-Eres Dios.<br />

El campesino toma las manos de Viviana, agradeciendo el contacto humano,<br />

desorbita los ojos, y va perdiendo lentamente la conciencia.<br />

Viviana va hacia otro moribundo, le da de beber con la tapara, le habla al oído,<br />

y le sostiene las manos hasta que el herido deja de respirar.

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