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shogren-comentario-sobre-1-corintios

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solo afirmaron cuál predicador preferían; también humillaron a los otros y disminuyeron<br />

su estatus.<br />

Para algunos, como los <strong>corintios</strong>, un ministerio exitoso es lo que hace que yo parezca<br />

exitoso. ¿Qué me hace sonar más inteligente ¿Qué me permite impresionar a la gente<br />

con la profundidad de mi conocimiento y de mi inteligencia ¿Cómo decir que la gente<br />

adinerada exitosa busca mi consejo, que me invitan a lugares importantes y que<br />

almuerzo con gente prominente<br />

Por supuesto, justificamos nuestros valores al imaginar que estamos haciendo todas esas<br />

cosas para el Señor. Nos engañamos si pensamos que perseguimos estatus con el fin de<br />

extender el evangelio. Pero, ¡el poder de Cristo no tiene nada que ver con nuestro<br />

estatus! Pablo, por otro lado, compara el ministerio del evangelio con formas inferiores<br />

de trabajo manual, trabajo en granjas y labor de construcción. Un ministerio construido<br />

<strong>sobre</strong> sí mismo se quemará al final; un ministerio centrado en Cristo permanecerá.<br />

¡Ojalá existiera un simple examen de farmacia que pudiera revelarnos el lugar donde<br />

nos hallamos en el espectro entre glorificar a Cristo y procurar prestigio para nosotros<br />

mismos! En vez de eso, debemos observar los síntomas de ir en busca de beneficio<br />

personal, y, por supuesto, estar abierto a que otros nos digan nuestros propios errores.<br />

Síntomas de que estoy edificando pobremente:<br />

1. Me preocupo más por las apariencias que por la realidad. Hemos visto que Pablo<br />

hacía tiendas para poder evangelizar sin cobrarle nada a nadie. Los <strong>corintios</strong>, de hecho,<br />

tuvieron la osadía de usar eso en contra de él, puesto que el trabajo manual se<br />

consideraba inferior.<br />

2. Me aprovecho de la fama o de la reputación de otros para mi propia gloria. Lo utilizo<br />

como un punto para que otros vean la clase de gente tan importante que conozco; poseo<br />

fotos de mí mismo con la gente famosa.<br />

3. Le presto más atención a quienes pueden darme algún beneficio, y menos a quienes no<br />

pueden ofrecerme nada. En América Latina, se nos enseña a “aprovecharnos” de las<br />

situaciones en las cuales nos hallamos. Nuestra cultura nos impulsa a buscar gente bien<br />

relacionada, con dinero, con influencia. Al contrario, los pobres y no influyentes son<br />

menos atractivos. Y, ¡qué lamentable que una persona de un trasfondo pobre alcance<br />

fama y acabe volviéndole la espalda a personas en esa misma situación!<br />

4. Me comporto de un modo no ético y luego me digo a mí mismo que (1) después de todo<br />

es la obra del Señor; por lo tanto, se permite; o (2) el Señor está obligado a salvarme de<br />

las consecuencias si la obra se hace en su nombre.<br />

5. Mido el éxito por si soy exaltado o no. Por supuesto, nadie emplea ese lenguaje.<br />

Preferimos términos como “levantar esta obra,” “confirmar este ministerio,” “apoyar el<br />

mover de Dios en nuestro medio,” etcétera. Sin embargo, llegamos al punto de que

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