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shogren-comentario-sobre-1-corintios

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O sea, la iglesia no percibió que tenía un problema con la Cena del Señor, ni escribió para<br />

preguntar acerca de eso. Pablo oyó <strong>sobre</strong> lo que pasaba; sus palabras son desde la<br />

perspectiva de los pobres de la iglesia y qué les parecía ese asunto a ellos. No sabemos si<br />

escuchó esto de “los de Cloé” o de otros; probablemente se abstiene de informar de su<br />

fuente debido a que, después de todo, los pobres han hablado de sus “superiores,” y lo<br />

han hecho a sus espaldas. Lo que es más, es Pablo quien enlaza teológicamente la<br />

desigualdad de clases en la iglesia con el significado detrás de la Cena del Señor.<br />

Dichosamente, la excavación de Corinto ha iluminado este texto con información<br />

fresca. 289 Era una costumbre romana que una persona relativamente rica ofreciera<br />

banquetes a sus amigos, a menudo buscando estatus. El comedor (triclinium) de un hogar<br />

privado era pequeño, y según los estándares modernos el espacio no se aprovechaba<br />

eficientemente: así que, quizá se podía invitar a unas nueve personas a comer. Las<br />

comensales – normalmente todos hombres adultos – se reclinaban con sus codos<br />

izquierdos en cojines o divanes alrededor de una mesa baja.<br />

Especulemos <strong>sobre</strong> lo que pasaba en el Corinto cristiano. Una congregación se reúne al<br />

atardecer en casa de uno de sus miembros más adinerados. Pero un domingo en la tarde<br />

antes de la reunión, él también invita a sus amigos ricos a una gran comida. Esto<br />

favoreció una ronda de comidas y bebidas, hasta el exceso. Casi al terminar, los otros<br />

hermanos y hermanas cristianos llegan a la casa, y esperan fuera del comedor, quizá en<br />

una entrada al aire libre. Ellos deben de ser jornaleros quienes acaban de volver del<br />

campo, o esclavos quienes se apresuran a obtener permiso de sus amos. No hubo tiempo<br />

para conseguir algo de comer, ¡tal vez tampoco podían adquirir una ese día! Pero, se<br />

quedan de pie, sudando, cansados y hambrientos, esperando a que sus superiores<br />

socialmente hablando acaben con su fiesta. Después de la reunión, comparten el vino y el<br />

pan de la comunión. Para unos esta es su primera comida en horas; para otros, un poco<br />

que se acomoda pesadamente en la cima de montones de comida y de muchas copas de<br />

vino. Los ricos no sienten desigualdad; los pobres, mientras tanto o se sienten ofendidos,<br />

o concluyen que la igualdad en Cristo es mera teoría la cual no tiene nada que ver con la<br />

vida cotidiana. 290<br />

Al escucharlo, la actitud de Pablo se cambia del estilo relajado de 11:2-16. Es hasta este<br />

punto que él alcanza su punto más alto de furia santa en toda la epístola. 291<br />

17<br />

Pablo continua el estilo epidéitico (ver 11:2) con el negativo: no puedo elogiarlos, o sea,<br />

en lo que sigue. Su siguiente afirmación es nueva para todos salvo para unos cuantos<br />

cristianos pobres. A pesar de toda su sabiduría, sus dones espirituales y su aparente<br />

prosperidad, que sus reuniones traen más perjuicio que beneficio. Pablo emplea el<br />

289 Ver Murphy-O’Connor, St. Paul’s Corinth, pp. 161-69; Witherington, Conflict and community.<br />

290 La gente presente en el mismo banquete podía enfrentar una desigualdad radical, como lo muestra<br />

Marcial en Epigramsas 3.60. Los preferidos recibían la mejor carne y el mejor vino.<br />

291 En un paralelo impresionante, Santiago argumenta que dar al pobre los lugares inferiores en la asamblea<br />

¡es una blasfemia contra el nombre de Jesús! (Santiago 2:1-7).

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