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shogren-comentario-sobre-1-corintios

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muerto. 409 Pablo aquí cuenta que él había proclamado este evangelio a los <strong>corintios</strong><br />

alrededor del año 50 d. C., o tan solo unos 20 años después del evento. Él sabe bastante<br />

acerca de este grupo de 500 como para ser capaz de informar que la mayoría todavía vive<br />

en el 55 d. C., y hasta saber que algunos han muerto. El punto de Pablo es que él conocía<br />

o sabía de 500 testigos de la resurrección de Cristo, junto a su propio testimonio clave en<br />

el Camino a Damasco.<br />

¡Pero qué completamente distintos son esos datos históricos, escritos muy poco después<br />

del evento, de las reconstrucciones de los críticos modernos! Para ellos las apariciones de<br />

la resurrección fueron, en el mejor de los casos, las experiencias de la gente que llegó a<br />

creer que Jesús, después de todo, triunfó <strong>sobre</strong> la muerte. Supuestamente, esos<br />

sentimientos sumamente individualistas envolvían las historias de la resurrección que<br />

poseemos en los evangelios. Para Pablo, por otra parte, que habló relativamente poco<br />

después del evento, la resurrección no fue una alucinación ni una experiencia mística para<br />

uno o dos individuos; era un hecho demostrado en repetidas ocasiones a mucha gente<br />

distinta, en momentos y lugares diferentes. Los evangelios informan de los múltiples<br />

sentidos involucrados: escuchar, ver, tocar.<br />

Pero, ni estos 500 habían tampoco escapado de la muerte. También ellos caían uno por<br />

uno, señalando hacia delante a la necesidad de la resurrección.<br />

7<br />

Luego se apareció a Jacobo es otra de las apariciones implícitas en la iglesia primitiva<br />

pero no mencionadas en los evangelios. 410 Mateo 28:10 es una posible referencia a los<br />

hermanos de Jesús, aunque “hermano” podría referirse a sus discípulos. Porque este<br />

Jacobo es casi con seguridad Santiago el hermanastro de Jesús y un líder de la iglesia de<br />

Jerusalén (Gálatas 1:19, 2:9, 12). No hay ninguna evidencia que apoye el dogma católico<br />

de que Santiago y sus hermanos y hermanas no eran hijos de José y María. Parece que<br />

rápidamente se levantó como líder de la iglesia de Jerusalén, coincidentemente para<br />

llenar el puesto de otro Jacobo, hijo de Zebedeo (Hechos 12:17, 21:18; Gálatas 1:19, 2:9,<br />

2:12). Las palabras de Pablo además sugieren que él consideraba a Santiago un apóstol<br />

(Gálatas 1:19). Santiago anunció la decisión del Concilio de Jerusalén (Hechos 15:13-29;<br />

15:19 dice que la decisión fue de él). Él es el candidato más probable para la autoría de<br />

Santiago. La tradición posterior lo retrata como un judío piadoso y también un mártir en<br />

el año 62 d. C. Por supuesto, lo raro es la firme incredulidad que Santiago y sus hermanos<br />

expresaron hacia Jesús en los evangelios (Mateo 12:46-50, Marcos 3:31-34, Lucas 8:19-<br />

409 El apócrifo Hechos de Pilato 14 tiene una paráfrasis de Nicodemo del relato de la ascensión de Marcos<br />

16, y agrega: “Y tanto nosotros como muchos otros de los quinientos al lado estábamos mirando.” No hay<br />

forma de saber si esto se deriva de 1 Corintios o era una tradición oral. La referencia a los 500 de Eusebio,<br />

Historia de la Iglesia 1.12, claramente se deriva de 1 Corintios, no de alguna tradición independiente.<br />

410 Aparece en el apócrifo Evangelio de los hebreos, como informa Jerónimo: “Y luego de que el Señor le<br />

había dado el manto de lino al siervo del sacerdote, él se dirigió a Santiago y se le apareció. Porque<br />

Santiago había jurado que no comería pan a partir de esa hora en la cual había tomado la copa del Señor<br />

hasta que él lo viera levantarse de entre los que duermen. Y poco después el Señor dijo: ‘¡Traigan una mesa<br />

y pan!’ E inmediatamente añadió: Tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a Santiago el Justo y le dijo:<br />

‘Mi hermano, come tu pan, porque el Hijo del Hombre se ha levantado de entre los que duermen.’” Citado<br />

por Jerónimo, De viris illustribus 2.

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