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Clifford D. Simak - Edocr

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a no ser que la velluda criatura descrita por uno de los conductores<br />

fuese Allen<br />

transformado en joviano.<br />

Los biólogos emitieron sus más académicos refunfuños cuando<br />

Fowler sugirió que las<br />

coordenadas podrían ser inexactas. Las coordenadas, señalaron,<br />

funcionaban. Cuando<br />

un hombre se introducía en el conversor, y éste se ponía en<br />

marcha, el hombre se<br />

convertía en un joviano. Dejaba el aparato y entraba, hasta<br />

perderse de vista, en la<br />

espesa atmósfera.<br />

Algún detalle, sugirió Fowler, alguna diferencia con lo que un<br />

joviano debía ser, algún<br />

defecto minúsculo. Si se trataba de eso, dijeron los biólogos,<br />

tardarían años en<br />

descubrirlo.<br />

De modo que eran cinco hombres ahora, en vez de cuatro, y Harold<br />

Allen se sabía<br />

adentrado en Júpiter inútilmente. No se había nada nuevo. Era lo<br />

mismo que si no<br />

hubiese ido.<br />

Fowler se inclinó sobre el escritorio y tomó el registro de personal;<br />

unas pocas hojas<br />

cuidadosamente ordenadas. Era algo que temía, pero algo que<br />

tenía que hacer. Había<br />

que encontrar de algún modo el motivo de estas extrañas<br />

desapariciones. Y el único<br />

modo era enviar más hombres afuera.<br />

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