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Clifford D. Simak - Edocr

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preguntaba en ese momento:<br />

—¿No cree que es un poco apresurado, Jim, llevar a cabo una<br />

acción semejante contra<br />

las casas?<br />

—No, no lo creo —declaró el jefe de policía—. Excepto un par de<br />

docenas, ninguna está<br />

ocupada por sus legítimos dueños o por lo menos sus primitivos<br />

ocupantes. Y a causa de<br />

los impuestos casi todas pertenecen a la ciudad. Son sólo una<br />

molestia y una amenaza.<br />

No tienen ningún valor. Ni siquiera como material. ¿La madera? Ya<br />

no usamos madera.<br />

Los plásticos son mejores. ¿La piedra? Usamos acero en vez de<br />

piedra.<br />

“Y mientras tanto sirven de refugio a gente indeseable y fuera de la<br />

ley. Esos barrios<br />

llenos de vegetación ocultan a toda clase de criminales. Un hombre<br />

comete un crimen, y<br />

corre en seguida a las casas; allí está a salvo. Puedo buscarlo con<br />

un millar de policías;<br />

el hombre conseguirá eludirlos.<br />

“No vale la pena demolerlas. El fuego es el método más rápido y<br />

barato. Hemos tomado<br />

toda clase de precauciones.<br />

—¿Y el punto de vista legal? —preguntó el alcalde.<br />

—Lo hemos estudiado. Un hombre tiene derecho a destruir sus<br />

bienes siempre que no<br />

dañe los ajenos. La misma ley, supongo, puede aplicarse al<br />

ayuntamiento.<br />

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