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Clifford D. Simak - Edocr

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Y eso no era correcto, dijo Jenkins, caminando a grandes zancadas<br />

colina abajo. No era<br />

correcto de ningún modo. Pues los hombres no merecían esa<br />

adoración, no merecían la<br />

divinidad. El Señor sabe que los quise bien. Aún los quiero, pero no<br />

por su condición de<br />

hombres, sino por el valor de algunos.<br />

161<br />

No estaba bien que los perros hubiesen construido casas para el<br />

hombre. Pues estaban<br />

comportándose mejor que el hombre. Así que borré todo recuerdo<br />

de estos seres, lenta y<br />

trabajosamente. Durante muchos años suprimí las leyendas y nublé<br />

los recuerdos, y<br />

ahora llaman websters a los hombres y creen que eso es lo que<br />

son.<br />

Me pregunto si hice bien. Me siento a veces como un traidor, y paso<br />

muchas noches<br />

amargas en mi mecedora cuando el mundo duerme y el viento gime<br />

en las tejas. Pues<br />

quizá no tenía derecho. Quizá a los Webster no les hubiese<br />

gustado. Pues ése fue el<br />

sello que me impusieron y que conservo aún: que para siempre siga<br />

preguntándome,<br />

cuando hago algo, si a ellos, los Webster, les gustaría.<br />

Pero ahora sé que no me he equivocado. El arco y la flecha lo<br />

demuestran. Alguna vez<br />

pensé que el hombre pudo haberse equivocado de ruta, que en<br />

algún momento del<br />

311

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