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Clifford D. Simak - Edocr

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Pero no había campanilla. Ni timbre. Ni aldaba. La puerta era lisa,<br />

con un simple pestillo.<br />

Y nada mas.<br />

Titubeando, alzó un puño y golpeó, varias veces. Luego esperó. No<br />

hubo respuesta. La<br />

puerta seguía en silencio, e inmóvil.<br />

Golpeó otra vez, más fuerte. No respondió nadie. Lenta,<br />

cautelosamente, alargó una<br />

mano, tomó el pestillo y lo apretó con un dedo. El pestillo cedió, la<br />

puerta se abrió de par<br />

en par, y Jenkins entró en el castillo.<br />

—No sabes lo que dices —dijo el lobo—. Haré que vengan y me<br />

vean. Y luego echaré a<br />

correr. Los dejaré con la lengua afuera, te lo aseguro.<br />

Peter negó con la cabeza.<br />

—Puedes hacerlo así si quieres y quizá esté bien para ti. Pero no<br />

para mí. Los websters<br />

nunca huyen.<br />

—¿Cómo lo sabes? —preguntó el lobo implacable—. Hablas sólo<br />

por ti mismo. Ningún<br />

webster ha tenido que huir hasta ahora, pero cómo sabes...<br />

163<br />

—Oh, cállate —dijo Peter.<br />

Siguieron subiendo en silencio por el sendero de piedra.<br />

—Alguien nos sigue el rastro —dijo el lobo.<br />

—¿Estás imaginando cosas? —dijo Peter—. ¿Qué puede<br />

seguirnos?<br />

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