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Clifford D. Simak - Edocr

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—¡Pero qué cuerpo! —dijo Ichabod—. Me gustaría probármelo.<br />

—¡Ichabod! —aulló Joshua—. Ven aquí. Quita las manos de ese<br />

cuerpo.<br />

154<br />

—Deja hacer a los jóvenes —dijo Jenkins—. Si viene por aquí en<br />

algún momento en que<br />

no esté muy ocupado...<br />

—No —dijo Joshua.<br />

Una rama golpeó el alero y tamborileó en la ventana. Se oyó el<br />

ruido de una teja y el<br />

viento corrió por el techo con pasos rápidos y traviesos.<br />

—Me alegra que hayas venido —dijo Jenkins—. Quería hablarte —<br />

se balanceó un rato y<br />

la mecedora crujió—. No viviré eternamente. Nunca creí que<br />

llegaría a los siete mil años.<br />

—Con el cuerpo nuevo —dijo Joshua— vivirás tres veces siete mil<br />

años.<br />

Jenkins sacudió la cabeza.<br />

—No es el cuerpo lo que me preocupa, sino el cerebro. Está bien<br />

hecho, como para durar<br />

mucho, pero no eternamente. Alguna vez algo andará mal, y el<br />

cerebro se hará pedazos<br />

—en el silencio de la habitación sonó otra vez el crujido de la<br />

mecedora—. Y eso será la<br />

muerte. Me habrá llegado el fin... Y está bien que así sea. Serví, sí,<br />

en otro tiempo.<br />

—Te necesitaremos siempre —dijo Joshua con voz muy suave—.<br />

No podremos seguir<br />

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