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Clifford D. Simak - Edocr

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más allá del río. Y no había luces. Ninguna luz. Sólo una gran<br />

oscuridad. Y yo estaba allí<br />

recordando los días con luces, y preguntándome si las luces<br />

volverían.<br />

—Hay luces ahora —dijo Joshua con suavidad—. Hay luces en todo<br />

el mundo esta<br />

noche. Aun en las cuevas y guaridas.<br />

—Sí, ya sé —dijo Jenkins—. Aún más que antes.<br />

Ichabod se acercó al brillante cuerpo metálico que se alzaba en un<br />

rincón, extendió una<br />

mano y golpeó la armadura, casi tiernamente.<br />

—Los perros han sido muy amables —dijo Jenkins— al regalarme<br />

el cuerpo. Pero no era<br />

necesario. Con unos pocos parches aquí y allá, éste hubiese<br />

servido aún.<br />

—Pero te queremos —dijo Joshua—, y es lo menos que podíamos<br />

hacer. Hemos tratado<br />

de hacer otras cosas por ti, pero nunca nos dejaste. Queríamos<br />

construirte una nueva<br />

casa, moderna, con las comodidades más recientes.<br />

Jenkins sacudió la cabeza.<br />

—Hubiese sido inútil, pues yo no la habría ocupado. Pues veréis, mi<br />

hogar es esta casa.<br />

Siempre lo ha sido. Reparadla como mi cuerpo, y seré feliz con ella.<br />

—Pero aquí estás solo.<br />

—No, no lo estoy —dijo Jenkins—. La casa está repleta de gente.<br />

—¿Repleta? —preguntó Joshua.<br />

—Gente que he conocido.<br />

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