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Clifford D. Simak - Edocr

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Cerró los ojos, y la verdad estaba escrita allí en la oscuridad.<br />

Las huellas de sus pies se veían todavía en el piso, y el olor del<br />

polvo llenaba el aire. La<br />

lámpara de radio brillaba sobre el panel; y el interruptor, el volante y<br />

las perillas estaban<br />

esperando, esperando que no llegase el día en que se los<br />

necesitara.<br />

Webster se detuvo en el umbral, percibiendo en la amarga<br />

sequedad del aire, la humedad<br />

de la piedra.<br />

Defensa, pensó mirando el interruptor. Algo para apartarnos, un<br />

dispositivo para sellar un<br />

lugar contra todas las armas, imaginarias o reales, que pueda traer<br />

un enemigo<br />

hipotético.<br />

E, indudablemente, la defensa que deja al enemigo afuera, dejará al<br />

defensor adentro. No<br />

necesariamente, claro, pero...<br />

Cruzó el cuarto, se detuvo ante el interruptor, y extendió la mano, y<br />

lo tomó. Comenzó a<br />

moverlo, lentamente, y supo que funcionaría.<br />

En seguida movió el brazo, con rapidez, y conectó el interruptor. De<br />

allá abajo, muy lejos,<br />

vino un zumbido grave: las máquinas se ponían en marcha. Las<br />

agujas del panel<br />

oscilaron.<br />

Webster tocó el volante con dedos temblorosos, lo hizo girar, y las<br />

agujas oscilaron de<br />

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