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138 PABLO, SU HISTORIA<br />
los barcos de un lado al otro del istmo. El transporte se<br />
impulsaba con animales de tiro a cada lado 5 .<br />
Pablo seguramente supo que estaba en Corinto cuando<br />
se vio abriéndose camino entre la bulliciosa multitud de<br />
obreros que pasaban por esta calzada. De ese modo tuvo<br />
un primer contacto de cómo iba a ser su vida en Corinto.<br />
Hasta entonces nunca se había encontrado con nada<br />
similar. Las ciudades provincianas de Asia y Macedonia<br />
eran, por comparación, tranquilos remansos de ocio, en<br />
las cuales el ministerio de Pablo era hasta una agradable<br />
distracción para la vida en comunidad. Corinto albergaba<br />
más negocio del que podía. El inmenso número de mercancías<br />
que pasaba por la ciudad se veía acrecentado por<br />
la cantidad de viajeros que recorrían sus calles. La riqueza<br />
llegaba pronto para aquellos que estuvieran dispuestos a<br />
trabajar duro y la feroz competitividad aseguraba que sólo<br />
aquellos que se comprometían con su profesión sobrevivieran.<br />
«El viaje a Corinto no es para todo el mundo» era<br />
uno de los proverbios más populares del mundo antiguo.<br />
Sin duda, Pablo se preguntaría si gentes tan ocupadas y<br />
preocupadas, tan dispuestas a obtener beneficios tendrían<br />
tiempo para escuchar su mensaje apostólico.<br />
Una vez mezclado entre la multitud, Pablo encontró<br />
un mundo completamente distinto. La calzada que<br />
recorría conducía al templo de Poseidón en el istmo. A<br />
pesar de que la restauración de los grandes santuarios no<br />
había hecho más que comenzar, el lugar debió de evocarle<br />
los juegos ístmicos, el gran festival panhelénico, que se<br />
celebraba al final de la primavera cada dos años. Quizá<br />
5 Sobre el trabajo arqueológico ya realizado, cf N. VERDELIS, Der Diolkos am<br />
Isthmos von Korinth, Mitteilungen des deutschen archaologischen Instituts, athenische<br />
Abteilung71 (1956) 51-59; J. WISEMAN, The Land ofThe Ancient Corinthians, Astrom,<br />
Goteburg 1978, 45-46.<br />
HACIA EL SUR: ACAYA 139<br />
quedarían restos de los juegos que se disputaron en el 49<br />
d.C, unos nueve meses antes. Pablo ya había madurado<br />
suficiente como para que su mente se distrajera pensando<br />
en la corona de laurel deshidratado con que se coronaba a<br />
los vencedores (ICor 9,25). Como mucho, Pablo reflexionaría<br />
sobre el papel de cohesión del mundo conocido que<br />
tenían los juegos. Al maravillarse por el grado de cohesión<br />
que los juegos habían traído al mundo antiguo, ¿no rezaría<br />
Pablo para que las iglesias que había fundado y que<br />
tan lejanas quedaban se sintieran unidas por un vínculo<br />
igual de sólido?<br />
Sus reflexiones espirituales se verían, a buen seguro,<br />
completadas con casi una muestra de la gracia divina: era<br />
muy fácil encontrar trabajo en Corinto. En la semana que<br />
duraban los juegos ístmicos, los visitantes abarrotaban la<br />
zona, provocando que los habitantes de la ciudad salieran<br />
en tropel para servirles (y celebrar los juegos, claro). Los<br />
viajeros, visitantes y peregrinos necesitaban tiendas de<br />
campaña para dormir y los habitantes de la ciudad ponían<br />
casetas para mostrar sus mercancías. Un buen fabricante<br />
de tiendas tendría mucho trabajo que hacer. Las reparaciones<br />
se hacían tan necesarias como la fabricación de nuevas<br />
tiendas y los próximos juegos del istmo estaban a sólo<br />
quince meses de distancia. El entusiasmo de saber que<br />
no iba a tener muchos problemas para encontrar trabajo<br />
debió de servir de acicate a Pablo para ascender con ánimo<br />
los últimos <strong>10</strong> kilómetros hasta llegar a la ciudad.<br />
La ciudad de Pablo<br />
Mientras subía hacia Corinto, Pablo podría admirar la<br />
silueta de la ciudad dominada por el Acrocorinto (580 m),