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36 PABLO, SU HISTORIA<br />
terminantemente prohibido realizar trabajo alguno tras la<br />
puesta de sol.<br />
Durante el día, las mujeres tuvieron que cerciorarse<br />
de que no hubiera mota de polvo ni en los vestidos ni<br />
en las habitaciones. Las calles se desbordaban con hombres<br />
cargando corderos. Se necesitaban unos dieciocho<br />
mil corderos extra para satisfacer a la muchedumbre de<br />
peregrinos (recuérdese que, durante la pascua, la llegada<br />
de los peregrinos suponía un aumento de casi el cien por<br />
cien de la población de Jerusalén). Durante la pascua, la<br />
población laica estaba autorizada a llevar a cabo el sacrificio<br />
de los animales, pero como se trataba de un período<br />
sagrado, dichos sacrificios tenían que realizarse en el<br />
templo. Así, aquellos que se dirigieran al templo andarían<br />
cargados de animales vivos que tratarían de zafarse de<br />
sus ataduras y luchar por su vida. Y no sólo eso, también<br />
andarían sorteando a aquellos ciudadanos que volvían<br />
tirando del cuerpo de los animales muertos. Sólo había<br />
una puerta que condujera al lugar del sacrificio, que tenía<br />
unos 4.255 metros cuadrados de espacio hábil (un espacio<br />
que, sin embargo, estaba dividido por el altar mayor<br />
y el lavatorio). No se olvide que los oriundos de Oriente<br />
Medio nunca han tenido la virtud de saber mantener la<br />
disciplina en las colas.<br />
Era tal el caos que reinaba el día de la preparación de la<br />
Pascua, que nadie salía a la calle si no tenía necesidad de<br />
ello. Un pequeño desfile de soldados romanos escoltando<br />
a un criminal camino de la cruz no debió causar mucho<br />
entusiasmo entre los habitantes de Jerusalén. Es más, la<br />
pequeña comitiva de la crucifixión de Jesús no debió ser<br />
sino un obstáculo más para cruzar la calle.<br />
Pablo no reflexionó en serio sobre la figura de Jesús<br />
hasta después de su confrontación con el cristianismo.<br />
LOS AÑOS DE JUVENTUD 37<br />
Confrontación con el cristianismo<br />
El encuentro que tuvieran los discípulos con el Señor<br />
resucitado fue una experiencia que, en efecto, imbuyó<br />
a aquellos de un nuevo espíritu, de valor y de energía.<br />
Supieron entonces, con absoluta certeza, no sólo quién<br />
era Jesús, sino también que todo lo que había dicho era<br />
cierto. Investidos con el poder del Espíritu Santo, salieron<br />
a las calles de Jerusalén y proclamaron con valentía que<br />
Jesús era el Mesías prometido, el último actor de Dios en<br />
la tierra. Su entusiasmo fue tan contagioso que rápidamente<br />
afloraron los primeros conversos.<br />
Dado que el número de creyentes en Jesús no dejaba<br />
de aumentar, los fariseos se sintieron atraídos por el fenómeno;<br />
no en vano, estos últimos percibían el incremento<br />
de cristianos como una amenaza hacia el numeroso apoyo<br />
con que contaba la secta farisaica. Sin embargo, cualquier<br />
represalia violenta que hubiera podido pergeñarse contra<br />
los cristianos fue rápidamente sofocada por el maestro de<br />
Pablo, Gamaliel I, quien dijo: «Por lo que hace al caso<br />
presente, os digo que no os metáis con estos hombres<br />
y que los dejéis en paz; porque si su empresa es cosa de<br />
hombres, se desvanecerá por sí misma; pero si es de Dios,<br />
no podréis deshacerla» (He 5,38-39). Los fariseos, en<br />
general, decidieron esperar a ver qué pasaba.<br />
Pablo no siguió la política oficial del movimiento<br />
fariseo. No aceptó darle la palabra al tiempo. Supo ver,<br />
con más claridad que sus coetáneos, lo que implicaba el<br />
movimiento cristiano. Los fariseos, siguiendo a Gamaliel,<br />
concibieron el nacimiento de la Cristiandad como<br />
un nuevo movimiento mesiánico que había perturbado<br />
momentáneamente la historia de los judíos. Si no se les<br />
daba ninguna importancia (no oponiéndose a ellos) lo