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148 PABLO, SU HISTORIA<br />
de su propio poder; por eso llegaban a comprender, sin<br />
grandes dificultades, una idea que se revela en la vida de<br />
Cristo tanto como en la de Pablo: «Mi poder triunfa en<br />
la flaqueza» (2Cor 12,9). Para ellos, el cristianismo daba<br />
sentido a la ambigüedad de sus vidas al mismo tiempo que<br />
les hacía partícipes de una sociedad en la cual habrían de<br />
ser vistos como individuos únicos, todos igual de valiosos<br />
y valorados por igual. Les dio el espacio necesario para<br />
florecer en libertad.<br />
Estos personajes, y probablemente otros cuyos nombres<br />
Pablo no menciona, formaban un grupo cerrado, el<br />
grupo de los «sabios, (...) poderosos, [y] nobles» (ICor<br />
1,26). Los «sabios» eran aquellos que habían recibido<br />
una educación, en particular aquellos con reputación de<br />
prudentes y moderados que mostraban cierto buen juicio<br />
en la política y en los negocios. Los «poderosos» eran los<br />
personajes influyentes, aquellos cuyas opiniones tenían<br />
cierto peso en la vida civil. Los «nobles» eran aquellos<br />
que habían nacido en la aristocracia de la riqueza creada<br />
por aquellos libertos que Julio César envió para refundar<br />
Corinto en el año 44 a.C. Con admirable sobriedad,<br />
Pablo evoca a una élite privilegiada, cuya repercusión<br />
social en Corinto no guardaba proporción alguna con<br />
el número de sus miembros. Estos eran minoría en la<br />
ciudad, como luego ocurriría con aquellos miembros de<br />
dicha clase que se convirtieron al cristianismo. Esta última<br />
casta desempeñó un papel protagonista en el desarrollo de<br />
los asuntos de la Iglesia. Quienes son conscientes y dan<br />
por sentada su autoridad no necesitan de puesto oficial<br />
alguno para reforzarla.<br />
HACIA EL SUR: ACAYA 149<br />
La construcción de la iglesia de Corinto<br />
La gran mayoría de los creyentes no eran tan afortunados,<br />
pero tampoco estaban en lo más bajo del escalafón social.<br />
Conocemos los nombres de dieciséis individuos de la iglesia<br />
de Corinto. Dos de ellos (Priscila y Aquila) estaban casados<br />
entre sí. Dos eran mujeres (Priscila y Febe). Seis son<br />
de origen judío (Aquila, Crispo, Priscila, Sostenes, Jasón,<br />
Síspatro). Tres son de origen gentil (Cayo, Erasto y Tito<br />
Justo). Hay otros que no resulta fácil de clasificar (Acaico,<br />
Fortunato, Lucio, Cuarto, Esteban y Tertio). Tertio era<br />
taquígrafo profesional, así que pudo haber sido esclavo de<br />
algún tipo. En cuanto a Acaico, el nombre es un apodo<br />
latino («el hombre de Acaya»), lo cual nos hace pensar que<br />
debió de ser esclavo en Italia antes de prosperar, ya como<br />
liberto, en su tierra natal. Las familias de Esteban y Crispo,<br />
con toda seguridad, debieron de ser dueñas de esclavos.<br />
Aunque tuvieran pocos privilegios legales, los esclavos nacidos<br />
en el seno de una casa consolidada solían disfrutar de<br />
ciertos estándares de comodidad y educación inalcanzables<br />
para los hombres libres nacidos en la pobreza. Su estatus era<br />
muy distinto del de los esclavos del campo o de la mina.<br />
La única deducción segura que puede hacerse es que<br />
la comunidad era bastante pequeña: debía de tener unos<br />
cuarenta o cincuenta miembros. En lo que respecta a<br />
su composición, hemos de citar las palabras siguientes:<br />
«Sabéis bien que cuando erais paganos os dejabais arrastrar<br />
irresistiblemente por todos los ídolos mudos» (ICor 12,2).<br />
Si Pablo podía afirmar esto es porque la gran mayoría de<br />
los corintios se habían convertido del paganismo. Esta<br />
teoría se ve refrendada por una prueba muy específica: el<br />
tipo de problemas que aparecieron más tarde en la comunidad.<br />
En efecto, los conversos judíos eran minoría.