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372 PABLO, SU HISTORIA<br />
seguir el ejemplo del emperador (ejecutar a cualquier cristiano<br />
que fuera traído ante él). No obstante, el magistrado<br />
guardó un poquito de dignidad y no ordenó las prácticas<br />
de tortura que habían convertido a Nerón en un monstruo<br />
depravado. Pablo, como ciudadano romano, debía<br />
ser decapitado. Probablemente Pablo no tuvo que esperar<br />
mucho a la ejecución de la sentencia. En cualquier caso,<br />
no necesitaba mucho tiempo para preparar su alma. No<br />
debió pasar apuros para controlar la habitual convulsión<br />
que genera el instinto de conservación. Para alguien que<br />
ha luchado por «llevar en el cuerpo los sufrimientos de<br />
muerte de Jesús» (2Cor 4,<strong>10</strong>-11), la oportunidad de morir<br />
como testigo del sufrimiento, igual que Cristo, debía ser<br />
la gracia suprema jamás concedida. «Deseo la muerte para<br />
estar con Cristo» (Flp 1,23): y el deseo se cumplió en las<br />
mejores condiciones posibles. Al instante de descubrir el<br />
cuello para recibir la espada del verdugo, Pablo supo que<br />
su muerte iba a significar la proclamación más enérgica de<br />
que había mantenido la fe.<br />
Epílogo<br />
Mucha gente se alegró cuando las noticias de la muerte de<br />
Pablo llegaron al Mediterráneo occidental. Nunca gozó del<br />
favor de aquellos que creían en un cristianismo arraigado<br />
en el credo judío, se escandalizaban cuando el apóstol se<br />
negó a circuncidar a sus conversos paganos. Por otra parte,<br />
su disposición a que los conversos judíos continuaran sus<br />
prácticas religiosas no sirvió para moderar el antagonismo<br />
de sus rivales. Al fin y al cabo, no sólo estaban en su derecho,<br />
sino también en su obligación, su obligación para<br />
con la ley divina. La situación no se prolongó demasiado.<br />
Cuando Pablo se convenció de que la ley suponía una<br />
amenaza, prohibió a sus conversos judíos que circuncidaran<br />
a sus hijos, y que respetaran las leyes referentes a los alimentos.<br />
Esta decisión prendió la chispa de la ira entre los<br />
cristianos judíos, que llegaron a amenazarlo de muerte en<br />
su última visita a Jerusalén. Durante los siglos II y III d.C,<br />
el descrédito de Pablo por parte del cristianismo judaizante<br />
se volvió sistemático. Su estrategia básica consistía en comparar<br />
su credo con la ortodoxia de Pedro. En la Epistula<br />
Petri, este llega a decir: «Algunos gentiles rechazaron la<br />
autoridad de mi evangelio y prefirieron en su lugar la doctrina<br />
absurda y sin ley de mi enemigo» (2,3). La Kerygmata<br />
Petrou describe la relación de Pedro y Pablo como «luz<br />
sobre tinieblas, conocimiento sobre ignorancia, remedio<br />
contra enfermedad (H II; 17, 3). La Kerygmata continúa