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178 PABLO, SU HISTORIA<br />
consultarlo con las autoridades. Amar al prójimo es el<br />
deber de todo cristiano. Ahora bien, Pablo se comprometió<br />
personalmente a la tarea. Su entusiasmo venía inspirado,<br />
sin duda, por lo menos en parte, por la carestía económica<br />
que había sufrido en sus tiempos de fariseo pobre. ¡Imaginemos<br />
cómo apreciaría los dones más generosos! También<br />
estaría incluyendo (mentalmente) las iglesias que había<br />
fundado en su compromiso con el futuro económico de la<br />
iglesia de Jerusalén. Como vimos anteriormente, Pablo no<br />
tenía intención de quedarse en Antioquía. Nuestro protagonista<br />
tenía intención de salir hacia el oeste, hacia Éfeso,<br />
en cuanto las nieves de la montaña se derritieran. Pablo no<br />
veía razón por la cual las iglesias filiales de Antioquía no<br />
hubieran de contribuir a tan altruista proyecto. Parecía un<br />
gesto de correspondencia muy apropiado por parte de las<br />
iglesias paulinas, máxime teniendo en cuenta que Jerusalén<br />
había reconocido la libertad de dichas iglesias.<br />
Problemas en Antioquía<br />
Pablo y Bernabé regresaban alegres a Antioquía de Orantes.<br />
Ya no tenían la responsabilidad de llevar una gran<br />
cantidad de dinero. Podían dar la vuelta a los bolsillos<br />
con una sonrisa delante de cualquier bandido que quisiera<br />
abordarlos. Y lo que es más importante, ambos se habían<br />
quitado un tremendo peso de encima. Dios había dado<br />
el visto bueno a la estrategia misionera que ambos habían<br />
llevado a cabo. No era necesario hacer ningún cambio,<br />
pues podrían continuar predicando el evangelio como<br />
habían hecho hasta entonces.<br />
La iglesia de Antioquía saludó con alegría y orgullo<br />
las noticias del éxito de la misión de Pablo y Bernabé,<br />
ANTIOQUÍA Y JERUSALÉN 179<br />
no en vano la política misionera de la institución había<br />
sido ratificada por la iglesia madre. Ya era, pues, hora de<br />
que la iglesia de Antioquía conociera de primera mano<br />
los resultados de la expedición paulina por Europa. El<br />
apóstol pudo haber jugado la baza de los peligros que<br />
tuvo que pasar, pero no quería escatimar tiempo para<br />
contar los detalles espirituales. El público de Pablo debía<br />
ser informado, con todo detalle, de la ruta de su viaje,<br />
de las ciudades donde había predicado, de sus técnicas<br />
de evangelización, del número de conversos que había<br />
logrado y del tipo de comunidades que había fundado.<br />
Debía repasar la historia de los últimos cinco años. Seguro<br />
que el relato duró varios días.<br />
Esto no significaba que Pablo se pasara semanas ensalzándose<br />
a sí mismo. Pablo se vanagloriaba en nombre del<br />
Señor (ICor 1,31; 2Cor <strong>10</strong>,17). Dejaría bien claro, desde<br />
el principio, que él mismo, el apóstol, no era más que el<br />
canal por el cual fluía, hacia el mundo, la energía divina<br />
(ICor 3,5-9). Aparte de ensalzar a Dios, Pablo querría<br />
dejar claro que, si no se ofrecían como misioneros otros<br />
miembros de la iglesia de Antioquía, seguiría habiendo<br />
pocos canales que pudieran transmitir la gracia divina. Es<br />
fácil imaginárselo regodeándose en el inspirador ejemplo de<br />
la evangelización tan dinámica que llevó a cabo en Filipos.<br />
La comunidad en Antioquía tenía muchísimo tiempo para<br />
asimilar lo que Pablo había conseguido en su nombre.<br />
Pedro en una comunidad heterogénea<br />
No conocemos las razones por las que Pedro llega a<br />
Antioquía (Gal 2,11). Sospecho que la razón principal<br />
era pura curiosidad. Durante su encuentro en Jerusalén,