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140 PABLO, SU HISTORIA<br />
la colina que, desde tiempo inmemorial, servía a Corinto<br />
de ciudadela. Todavía es una de las fortalezas naturales<br />
más impenetrables de Europa 6 .<br />
Si en algún momento tuvo que subir a la cima, la ciudad<br />
debió parecerle una maqueta. El monte tenía anclado una<br />
muralla en ruinas de unos <strong>10</strong> km de largo; los albañiles<br />
la utilizaban, principalmente, de cantera. Dicha muralla<br />
albergaba una meseta de aproximadamente 400 hectáreas.<br />
Las cuestas más bajas del monte Acrocorinto estaban ocupadas<br />
por el suburbio de Craneum. Más allá de este, en la<br />
llanura, uno de los mejores arquitectos urbanos de Julio<br />
César había diseñado una magnífica ciudad romana, de<br />
diseño reticular, alrededor del antiguo templo de Apolo.<br />
A mano izquierda, la altísima pared trasera del teatro (un<br />
recinto con capacidad para 14.000 espectadores) impedía<br />
ver la piscina de Lerna y el templo colindante de Asclepio,<br />
situado en el empinado borde donde comenzaba la llanura<br />
de la costa. Desde ambos extremos de la muralla septentrional,<br />
dos paredes adyacentes llegaban hasta las azules aguas<br />
del Golfo de Corinto. Los corintios las habían construido<br />
para proteger las rutas que unían la ciudad con el Lequeo,<br />
el tercer puerto más grande del mundo grecolatino.<br />
El viento del mar debió de traer a oídos de Pablo la cacofonía<br />
de la políglota ciudad que yacía a sus pies. Fundada de<br />
nuevo como colonia por Julio César en el año 44 de nuestra<br />
era, la ciudad no tardó en llamar la atención de empresarios<br />
provenientes de Grecia, así como de los núcleos comerciales<br />
del mediterráneo oriental. Las continuas inyecciones de<br />
6 PAUSANIAS describe la ciudad con cierto detalle (Descripción de Grecia, 2, 1-5, 5)<br />
y también lo hace ESTRABÓN (Geografía 8, 6, 20-23). Comento ambas descripciones<br />
en J. MURPHY-O'CONNOR, St. Paul's Corinth: Texts and Archaeology, Liturgical Press,<br />
Collegeville (Minnessotta) 2002, 5-39 y 52-66. En esas páginas trato también otros aspectos<br />
de la antigua ciudad. Un resumen de estas páginas aparece en J. MURPHY-O'CONNOR,<br />
Corinth, en The Anchor Bible Dictionary I, Doubleday, Nueva York 1992, 1134-1139;<br />
The Corinth that Saint Paul Saw, Biblical Archaeologist 47 (1984) 147-159.<br />
HACIA EL SUR: ACAYA<br />
capital en una ciudad comercial de primer orden pronto<br />
le valió a Corinto el apelativo de «ciudad rica», fama que<br />
ostentaba desde los tiempos de Homero (Iliada II, 570).<br />
En resumen, Corinto era un imán para todos aquellos<br />
que viajaran en busca de fama y fortuna. La verdadera<br />
riqueza, sin embargo, solía estar en manos de una minoría<br />
muy selecta. Muchos habitantes, a pesar de haber llevado<br />
a cabo ímprobos esfuerzos, no habían logrado hacer realidad<br />
sus sueños y esperanzas. Estos últimos eran tantos<br />
en número que no llama la atención la fama de que gozó<br />
el mito de Sísifo en Corinto. Un mítico rey de Corinto,<br />
Sísifo, al cual Homero llegó a referirse como «el hombre<br />
más astuto» (Iliada VI, 154) fue condenado a empujar una<br />
piedra montaña arriba en el Hades; sólo así podría mantenerse<br />
ocupado sin maquinar nuevos planes. Cada vez que<br />
se acercaba a la cima de la montaña, la piedra se le resbalaba<br />
y debía volver a empezar de nuevo. Sísifo se convirtió en<br />
un símbolo de lo absurdo de la existencia humana. Los<br />
fracasados de Corinto pronto se dieron cuenta de que no<br />
había necesariamente relación entre los esfuerzos empleados<br />
y los resultados obtenidos. Era una época turbulenta de<br />
mucha inquietud. La arbitrariedad de la suerte generó un<br />
mundo interior habitado por el miedo y la incertidumbre.<br />
La esperanza se había desvanecido. El éxito no era más que<br />
una quimera.<br />
Al llegar a una ciudad tan convulsa, Pablo pudo<br />
haber temido que el culto al comercio que dominaba<br />
en Corinto fuera un escollo casi insalvable en su misión<br />
apostólica. La idea del éxito económico era tan absorbente<br />
que pocos prestarían sus oídos al mensaje del misionero.<br />
Sin embargo, pronto descubriría el apóstol que la buena<br />
nueva de los evangelios habría de llenar un vacío de pesimismo<br />
que asolaba la ciudad.<br />
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