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146 PABLO, SU HISTORIA<br />
creyentes (Rom 16,1-2). El tesorero de Corinto, Erasto<br />
(Rom 16,23), podía ofrecer protección y ayuda.<br />
¿Por qué escucharon el evangelio?<br />
La iglesia de Corinto empezó pronto y con muy buen<br />
pie. ¿Por qué? ¿Qué hacía tan atractivo el mensaje del<br />
evangelio? Hay una posibilidad que no cuadra. Pablo<br />
afirma, explícitamente, que no hizo uso de sus portentosas<br />
dotes retóricas para hacer digerible el evangelio: «Cuando<br />
llegué a vuestra ciudad, llegué anunciándoos el misterio<br />
de Dios no con alardes de elocuencia o de sabiduría; pues<br />
nunca entre vosotros me precié de saber otra cosa que a<br />
Jesucristo, y a Jesucristo crucificado. Me presenté entre<br />
vosotros débil y temblando de miedo» (ICor 2,1-3). Una<br />
opción plausible es que la paradoja de un salvador crucificado<br />
resonara en las vidas de ciertos prohombres corintios<br />
y les diera significado.<br />
Tomemos, por ejemplo, el caso de Erasto. La inscripción<br />
del monumento que él mismo se erigió cerca del<br />
teatro no incluye el nombre de su padre. Esto es señal de<br />
que, en algún momento de su vida, Erasto fue un esclavo.<br />
Y, sin embargo, había logrado la ciudadanía romana y disponía<br />
del excedente monetario que demandaba su cargo.<br />
Pero por muchos logros que hubiera conseguido Erasto a<br />
lo largo de su vida, jamás podría sentirse cómodo entre<br />
los nacidos en libertad. Cuando estaba con otros de su<br />
clase, el estigma de sus orígenes serviles estropeaba todos<br />
sus momentos de placer.<br />
El miedo a ser tratado con desdén suele provocar una<br />
agresividad irracional. El sentimiento de inseguridad de<br />
un hombre que ha sido liberado y, consecuentemente, ha<br />
HACIA EL SUR: ACAYA 147<br />
conseguido el éxito siempre ha sido un tema interesante<br />
en la literatura. Corinto tenía su propio ejemplo y Pablo<br />
no debió pasarlo por alto. Una pequeña estructura circular<br />
en el agora llevaba la misma inscripción tanto en el<br />
pedestal como en la banda que adornaba por encima de<br />
las columnas. «Gnaeus Babbius Philinus, edil y pontífice,<br />
hizo erigir este monumento a cargo de su propia riqueza<br />
y lo aprobó en calidad de edil recaudador». La ausencia<br />
del nombre de su padre identifica a Babbius como esclavo<br />
liberto. Había llegado a un alto puesto, ¡pero no estaba<br />
preparado para correr el riesgo de que su sucesor en la<br />
magistratura de la ciudad rechazara este pequeño ejercicio<br />
de autorrecomendación!<br />
Su inseguridad residía en que, lamentablemente, sabía<br />
que no se le valoraba por lo que había conseguido en la<br />
vida. Sus coetáneos -pensaba- imponían sobre la realidad<br />
una imagen poco halagadora que provenía, necesariamente,<br />
de otras fuentes. Erasto creía que aquellos que se<br />
fijaban en él no veían al flamante tesorero de la ciudad,<br />
sino más bien a un simple ex esclavo. Con todo, los<br />
libertos no eran los únicos que sentían las molestias de<br />
un estatus ambiguo. Febe de Cencreas, aunque disponía<br />
de suficientes riquezas para ser patrona tanto de Pablo<br />
como de muchos otros (Rom 16,2), era, a los ojos de sus<br />
convecinos, por encima de todo, una mujer, con todas las<br />
desventajas políticas y sociales que la circunstancia traía<br />
consigo. Crispo era, sin duda, un personaje distinguido y<br />
generoso pero, para sus contemporáneos paganos, no era<br />
más que otro judío que vivía a disgusto entre ellos.<br />
El mensaje central de los evangelios (el salvador murió<br />
torturado) da cuenta de las contradicciones que definían<br />
la vida de todos estos personajes. Aunque se les percibiera<br />
como figuras débiles, todos ellos eran conscientes