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murphy,jerome - pabl.. - 10

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3<strong>10</strong><br />

PABLO, SU HISTORIA<br />

La necesidad, por parte de Pablo, de capitalizar el<br />

impacto que había causado con 2Cor <strong>10</strong>-13 hace impensable<br />

que Pablo hubiera pospuesto su visita a Corinto<br />

hasta la primavera siguiente. No sería muy propio de él<br />

confiar a uno de sus ayudantes la dirección de la iglesia<br />

incipiente. Con toda seguridad, Timoteo debió acompañar<br />

a Pablo hasta Corinto (Rom 16,21).<br />

La planificación del futuro<br />

Con el desesperante paso de los días, durante el interminable<br />

viaje a Corinto, Pablo tuvo mucho tiempo para<br />

reflexionar sobre su futuro. Pasaría el invierno en Corinto<br />

porque no tenía otra opción. Ahora bien, tras el invierno,<br />

jamás emplearía más tiempo en las chiquillerías de la que<br />

debía ser su comunidad más brillante. Ya era hora de concentrar<br />

sus energías en algo mucho más provechoso.<br />

La estimulante experiencia de sus breves incursiones<br />

misioneras en territorio virgen de misiones como Tróade<br />

e Iliria habían reforzado el fervor apostólico en el pecho<br />

de Pablo. La experiencia le había recordado que había sido<br />

llamado por Dios para divulgar el evangelio, siempre un<br />

paso más allá. Vistos desde esta perspectiva, los tres años<br />

que había empleado para solucionar crisis no encarnaban<br />

el mejor modo de utilizar su don. Los servicios que había<br />

prestado para mantener las misiones habían resultado<br />

imprescindibles para la supervivencia de estas. Pero ya<br />

había hecho bastante trabajo de mantenimiento. Pablo<br />

había dado lo mejor al anillo de comunidades que había<br />

establecido alrededor del mar Egeo. Si todavía no habían<br />

alcanzado la madurez suficiente como para tomar las<br />

decisiones apropiadas y poder encarnar así a Cristo en sus<br />

ADIÓS AL ESTE 311<br />

vidas, Pablo ya no podía hacer nada al respecto, excepto<br />

rezar.<br />

Un último intento<br />

Pero, ¿adonde debía ir entonces? La fatiga del largo viaje<br />

debió recordar a Pablo lo avanzado de su edad. Ya no<br />

podía ir de un sitio a otro como en años anteriores. Su<br />

edad frisaba ya los sesenta y, dada la esperanza de vida de<br />

su época, poco tiempo más le quedaría para hacer cosas 2 .<br />

Ahora necesitaba un gesto espléndido en honor y a mayor<br />

gloria de Dios.<br />

Pablo siempre concibió su vocación en términos proféticos,<br />

incluso mesiánicos. Las palabras clave en la Carta<br />

que escribió a los gálatas —«Pero cuando Dios, que me<br />

había elegido desde el vientre de mi madre, me llamó<br />

por su gracia y me dio a conocer a su Hijo para que yo<br />

lo anunciara entre los paganos, inmediatamente, sin consultar<br />

a nadie» (1,15-16)- estaban pensadas para evocar la<br />

llamada no sólo del profeta Jeremías (1,5), sino también<br />

la de la figura mesiánica del seguidor de Yavé: «Desde el<br />

vientre de mi madre, desde el seno ha pronunciado mi<br />

nombre. (...) Yo te he puesto como luz de las gentes, para<br />

que llegue mi salvación hasta los extremos de la tierra» (Is<br />

49,1-6).<br />

¿Qué mejor climax para la carrera apostólica de Pablo<br />

que ir a los «extremos de la tierra»? La verdad es que no<br />

quedaban muy lejos. Cualquiera que viviera en la cuenca<br />

del Mediterráneo habría estado de acuerdo con el gran<br />

geógrafo Estrabón en que el fin del mundo miraba al<br />

2 Cf J. G. HARRIS, Oíd Age, en The Anchor Bible Dictionary V, Doubleday, Nueva<br />

York 1992, <strong>10</strong>-12.

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