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murphy,jerome - pabl.. - 10

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46<br />

¿Qué sabía un fariseo de Jesús?<br />

PABLO, SU HISTORIA<br />

En la segunda Carta a los corintios, Pablo afirma lo<br />

siguiente: «Un tiempo conocimos a Cristo a lo humano»<br />

(2Cor 5,16). La aseveración es interesante porque muestra<br />

sin ambages que Pablo llegó a pensar sobre Cristo en<br />

términos que, con el tiempo, acabaron avergonzándole.<br />

No es posible que se refiera a otra cosa que no fuera al<br />

conocimiento que tuvo del mensaje de Cristo antes de su<br />

conversión. Es inconcebible que Pablo persiguiera el cristianismo<br />

sin haberse informado antes sobre el fundador<br />

del movimiento. Así, podemos suponer, con poco riesgo<br />

a equivocarnos, que sabía tanto de Jesús como el historiador<br />

judío Josefo, que, a la sazón, era fariseo confeso. Este<br />

predicaba que Jesús era un maestro a quien se le atribuían<br />

maravillas, que había sido crucificado por los romanos<br />

según orden de Poncio Pilato, habiendo sido declarado<br />

cul<strong>pabl</strong>e de cargos presentados por el pueblo judío, y, por<br />

último, que un creciente número de sus seguidores creía<br />

que se trataba del Mesías 2 .<br />

No es probable que Pablo se contentara con tan poca<br />

información. Su antipatía hacia la cristiandad (especialmente<br />

cuando los intereses de esta chocaban frontalmente<br />

contra los intereses del fariseísmo) a buen seguro le llevó<br />

a informarse mejor.<br />

Dada la dedicación que tenían los fariseos a transformar<br />

a los judíos a través de la ley (tanto oral como<br />

escrita), es muy probable que aquellos se preocuparan<br />

notablemente porque Cristo tuviera discípulos a los que<br />

transmitía sus enseñanzas. El éxito de otros maestros<br />

amenazaba el monopolio de la ley que aspiraban a tener<br />

2 FLAVIO JOSEFO, Antigüedades judaicas 18.<br />

CONVERSIÓN Y SUS CONSECUENCIAS 47<br />

los fariseos. Los fariseos interrogaron a varios seguidores<br />

entusiastas de Cristo, e incluso llegaron a infiltrarse en<br />

las filas cristianas. De este modo descubrieron que Jesús<br />

restaba importancia al valor de la ley de Moisés. Incluso<br />

el más simple de sus seguidores reconocería las implicaciones<br />

que traen consigo expresiones como: «Sabéis que a<br />

los antiguos se dijo (...), pero yo os digo» (Mt 5,21), sobre<br />

todo si se daba a entender que Jesús representaba la piedra<br />

de toque de la salvación (Mt <strong>10</strong>,32-33).<br />

Dicho de otro modo, los fariseos curiosos podrían<br />

pensar que Jesús se veía a sí mismo como un Mesías<br />

investido del poder para articular la voluntad de Dios<br />

de una vez por todas. La ley ya no constituía la única<br />

autoridad, y tampoco la más importante. Pablo encontró<br />

en ideas como estas los principios que justificaban su<br />

persecución contra los cristianos: cualquier proclamación<br />

de que el Mesías había llegado a la tierra suponía una<br />

amenaza directa contra la ley, a la cual él había dedicado<br />

su vida.<br />

Por último, hay un aspecto de las habladurías sobre<br />

Cristo que bien pudiera haber resultado particularmente<br />

interesante para los fariseos. Al contrario que los saduceos,<br />

que negaban la vida después de la muerte, los fariseos<br />

creían en la resurrección de la carne. Para los cristianos era<br />

fundamental proclamar que Dios había elevado a Cristo<br />

de entre los muertos. La resurrección era un signo que<br />

daba validez a la misión de Cristo en la tierra al tiempo<br />

que aseguraba la enseñanza de dicha misión. Ningún<br />

cristiano podía evitar hablar de la resurrección de Cristo.<br />

Por eso, tras oír la noticia, los fariseos debieron sentirse<br />

ultrajados.<br />

Ni que decir tiene que el Pablo fariseo no creía ni una<br />

palabra de todo lo que había oído sobre Jesús. Su resurrec-

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