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¿Qué sabía un fariseo de Jesús?<br />
PABLO, SU HISTORIA<br />
En la segunda Carta a los corintios, Pablo afirma lo<br />
siguiente: «Un tiempo conocimos a Cristo a lo humano»<br />
(2Cor 5,16). La aseveración es interesante porque muestra<br />
sin ambages que Pablo llegó a pensar sobre Cristo en<br />
términos que, con el tiempo, acabaron avergonzándole.<br />
No es posible que se refiera a otra cosa que no fuera al<br />
conocimiento que tuvo del mensaje de Cristo antes de su<br />
conversión. Es inconcebible que Pablo persiguiera el cristianismo<br />
sin haberse informado antes sobre el fundador<br />
del movimiento. Así, podemos suponer, con poco riesgo<br />
a equivocarnos, que sabía tanto de Jesús como el historiador<br />
judío Josefo, que, a la sazón, era fariseo confeso. Este<br />
predicaba que Jesús era un maestro a quien se le atribuían<br />
maravillas, que había sido crucificado por los romanos<br />
según orden de Poncio Pilato, habiendo sido declarado<br />
cul<strong>pabl</strong>e de cargos presentados por el pueblo judío, y, por<br />
último, que un creciente número de sus seguidores creía<br />
que se trataba del Mesías 2 .<br />
No es probable que Pablo se contentara con tan poca<br />
información. Su antipatía hacia la cristiandad (especialmente<br />
cuando los intereses de esta chocaban frontalmente<br />
contra los intereses del fariseísmo) a buen seguro le llevó<br />
a informarse mejor.<br />
Dada la dedicación que tenían los fariseos a transformar<br />
a los judíos a través de la ley (tanto oral como<br />
escrita), es muy probable que aquellos se preocuparan<br />
notablemente porque Cristo tuviera discípulos a los que<br />
transmitía sus enseñanzas. El éxito de otros maestros<br />
amenazaba el monopolio de la ley que aspiraban a tener<br />
2 FLAVIO JOSEFO, Antigüedades judaicas 18.<br />
CONVERSIÓN Y SUS CONSECUENCIAS 47<br />
los fariseos. Los fariseos interrogaron a varios seguidores<br />
entusiastas de Cristo, e incluso llegaron a infiltrarse en<br />
las filas cristianas. De este modo descubrieron que Jesús<br />
restaba importancia al valor de la ley de Moisés. Incluso<br />
el más simple de sus seguidores reconocería las implicaciones<br />
que traen consigo expresiones como: «Sabéis que a<br />
los antiguos se dijo (...), pero yo os digo» (Mt 5,21), sobre<br />
todo si se daba a entender que Jesús representaba la piedra<br />
de toque de la salvación (Mt <strong>10</strong>,32-33).<br />
Dicho de otro modo, los fariseos curiosos podrían<br />
pensar que Jesús se veía a sí mismo como un Mesías<br />
investido del poder para articular la voluntad de Dios<br />
de una vez por todas. La ley ya no constituía la única<br />
autoridad, y tampoco la más importante. Pablo encontró<br />
en ideas como estas los principios que justificaban su<br />
persecución contra los cristianos: cualquier proclamación<br />
de que el Mesías había llegado a la tierra suponía una<br />
amenaza directa contra la ley, a la cual él había dedicado<br />
su vida.<br />
Por último, hay un aspecto de las habladurías sobre<br />
Cristo que bien pudiera haber resultado particularmente<br />
interesante para los fariseos. Al contrario que los saduceos,<br />
que negaban la vida después de la muerte, los fariseos<br />
creían en la resurrección de la carne. Para los cristianos era<br />
fundamental proclamar que Dios había elevado a Cristo<br />
de entre los muertos. La resurrección era un signo que<br />
daba validez a la misión de Cristo en la tierra al tiempo<br />
que aseguraba la enseñanza de dicha misión. Ningún<br />
cristiano podía evitar hablar de la resurrección de Cristo.<br />
Por eso, tras oír la noticia, los fariseos debieron sentirse<br />
ultrajados.<br />
Ni que decir tiene que el Pablo fariseo no creía ni una<br />
palabra de todo lo que había oído sobre Jesús. Su resurrec-