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PABLO, SU HISTORIA<br />
camino más fácil acusando del robo a un extranjero sin<br />
conocidos en la zona.<br />
El origen del concepto de pecado de Pablo<br />
Esta breve descripción generalizada es válida para aquella<br />
parte del mundo grecorromano en la cual vivió Pablo:<br />
es decir, para las provincias de Siria, Asia, Macedonia y<br />
Acaya. No hace falta mucha imaginación para vislumbrar<br />
los conflictos internos que debía provocar en él un<br />
ambiente como el que acabo de describir. Por su conversión,<br />
Pablo se había hecho seguidor de Jesús, aquel que<br />
había dado su vida por la salvación de la humanidad. Ese<br />
modo de existencia orientado hacia los demás se convirtió<br />
en el ideal de Pablo. Su objetivo consistía en transparentar<br />
ese modo de vida a través de su propio comportamiento:<br />
«Llevamos siempre y por doquier en el cuerpo los sufrimientos<br />
de muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se<br />
manifieste también en nosotros» (2Cor 4,<strong>10</strong>).<br />
Aun así, cada ruta que pisaba le obligaba a preocuparse<br />
por su seguridad personal. Cada posada que visitaba le<br />
hacía considerar a los demás como potenciales ladrones,<br />
aunque sólo fuera porque tenía que tomar precauciones<br />
para proteger las preciosas herramientas de las cuales<br />
dependía su vida. Las circunstancias conspiraban contra<br />
él y empujaban a su yo contra el centro de su conciencia,<br />
pero él quería concentrarse en la realidad del otro, no de sí<br />
mismo. Su vida se convirtió en una lucha perpetua contra<br />
el insidioso egocentrismo.<br />
Es en ese conflicto personal donde encontramos las<br />
raíces de la concepción que Pablo tenía del pecado.<br />
Cuando dice que «tanto los judíos como los paganos están<br />
APRENDIZAJE EN ANTIOQUÍA 9í<br />
bajo [el poder del] pecado» (Rom 3,9), Pablo habla de<br />
algo más que de un hecho pecaminoso personal. Es evidente<br />
que el pecado, en estos textos, sirve como símbolo<br />
o mito para expresar un mundo en el cual los individuos<br />
están obligados a ser otra cosa distinta de lo que en verdad<br />
quieren ser. El auténtico yo está siempre alienado (Rom<br />
7,20). Por su experiencia como misionero errante, Pablo<br />
aprendió que la gente no era egoísta porque eligiera ser<br />
egoísta, sino más bien porque uno está obligado a ponerse<br />
por delante de los demás para sobrevivir. Su modo de conducta<br />
está dictado por una irresistible presión social. Está<br />
controlado por una fuerza mayor que cualquier fuerza<br />
individual: el sistema de valores que se ha desarrollado<br />
en las sociedades. El poder de este sistema se hizo patente<br />
en Pablo por la dificultad que experimentaba al ser fiel<br />
al modelo de Jesucristo (ICor 11,1). De ahí su grito de<br />
angustia: «¿Quién desfallece que yo no desfallezca? ¿Quién<br />
se escandaliza que yo no me indigne?» (2Cor 11,29).<br />
Además de este pequeño vistazo a los factores que<br />
impiden a la gente vivir sus aspiraciones («puedo desear<br />
lo que es bueno, pero no puedo hacerlo» [Rom 7,18]),<br />
Pablo aprendió otra importante lección durante sus viajes.<br />
Descubrió que la cooperación era indispensable para la<br />
supervivencia. Sólo una caravana fuerte y bien organizada<br />
podía moverse con seguridad por territorios de bandidos o<br />
por áreas donde camparan animales salvajes. La protección<br />
recíproca («todos para uno y uno para todos») significaba<br />
que nadie, en un grupo de amigos, podía permitirse el<br />
lujo de ser egocéntrico. En lugar de cuidarse uno mismo,<br />
cada uno tenía que cuidar de otro. En una posada, Pablo<br />
no tenía que preocuparse por la seguridad de sus herramientas<br />
mientras iba a tomar un baño o a disfrutar de una<br />
comida, pues Timoteo se las cuidaba.