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48 PABLO, SU HISTORIA<br />
ción debió ser algún truco; Dios jamás recompensaría a<br />
nadie que se pusiera a sí mismo por encima de la ley.<br />
Encuentro con el Señor resucitado<br />
Dada su actitud, seguramente Pablo no esperaba que le<br />
sucediera nada durante su viaje a Damasco. Su actitud<br />
mental era similar a la de los discípulos de Cristo: esto es,<br />
la crucifixión representa la muerte de la esperanza. Pablo<br />
estaba convencido de que Jesús había tenido una muerte<br />
acorde con su actitud osada. Por eso, la única tarea que<br />
restaba por hacer era la de reconducir a los seguidores de<br />
aquel a la senda del auténtico judaismo.<br />
Pablo dice, explícitamente, que fue Jesús quien tomó la<br />
iniciativa: «Y después de todos, como a uno que nace antes<br />
de tiempo, también se me apareció a mí» (lCor 15,8), circunstancia<br />
que le da pie a preguntarse, en otro pasaje: «¿Es<br />
que no he visto a Jesús, señor nuestro?» (ICor 9,l) 3 .<br />
Pero, ¿cómo sabía Pablo que tenía a Jesús enfrente? Al<br />
contrario que María Magdalena, Pedro y los demás discípulos,<br />
Pablo no había conocido a Jesús en vida. Por eso,<br />
lo más probable es que Pablo se hiciera una idea mental<br />
de Jesús basada en lo que sabía de él. La presión que tuvo<br />
durante el viaje pudo haber incrementado su sensibilidad<br />
hacia el centro de sus emociones.<br />
Fuera como fuere, lo único que sabemos con absoluta<br />
certeza es que, gracias a la experiencia que tuvo camino<br />
3 Tal reticencia contrasta con la vivaz narración que Lucas hace del desmoronamiento<br />
de Pablo al escuchar la voz divina diciendo «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».<br />
Lucas, en cambio, da tres versiones de la conversión de Pablo (He 9,3-9; 22,6-11;<br />
26,12-18), que sólo varían en detalles insignificantes. Por tanto, es probable que Lucas,<br />
que no fue testigo ocular del suceso, adornara la esencia de la historia que le reveló Pablo<br />
a fuerza de añadir elementos gráficos pensados para sostener su programa teológico.<br />
CONVERSIÓN Y SUS CONSECUENCIAS 49<br />
de Damasco, Pablo se convenció de que Jesús de Nazaret,<br />
que había sido ejecutado por Poncio Pilato, estaba vivo.<br />
En efecto, la resurrección que Pablo tanto había descalificado<br />
por fraudulenta se demostró ante sus ojos como<br />
un hecho absolutamente real. Jesús había vuelto a existir,<br />
sólo que ahora en otro plano del ser. La aceptación de<br />
este hecho por parte de Pablo es suficiente para justificar<br />
su conversión, pues sirvió para cambiar todo su sistema<br />
de valores.<br />
Pablo evoca la brutalidad del giro de 180 grados que<br />
dio su mentalidad cuando dice: «Fui aprehendido por<br />
Jesucristo» (Flp 3,12). Jesús lo cautivó con irresistible<br />
fuerza, por eso pudo conducirlo por un camino completamente<br />
distinto al que había llevado hasta entonces. Es<br />
difícil, aunque no imposible, hallar una metáfora más gráfica<br />
de lo que significa el liderazgo de Jesús. De ese modo,<br />
la primera verdad que Pablo debió aceptar con respecto<br />
de Jesucristo es que este, en verdad, era el Señor. Una vez<br />
aceptada esa realidad, ya no habría problema para reconocerlo<br />
como Cristo «el ungido». Jesús no era cualquier<br />
Señor, sino el Mesías judío a quien Pablo el judío había<br />
esperado. Además, si Cristo era el Mesías, también era el<br />
hijo de Dios, pues ambos conceptos van estrechamente<br />
ligados en el judaismo.<br />
En otras palabras, desde los primeros días de su vida<br />
como cristiano, las ideas de «Jesús», «Cristo», «Señor» e<br />
«hijo» estuvieron íntimamente relacionadas en la mente<br />
de Pablo, debido, sobre todo, a que todas ellas estaban<br />
ancladas en la experiencia personal que aquel tuvo del<br />
poder del Mesías.<br />
El paso siguiente hacia la conversión era bastante más<br />
fácil, primero porque Pablo ya lo había previsto y segundo<br />
porque estaba preparado para darlo. Si Jesús era el Mesías,