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68 PABLO, SU HISTORIA<br />
Una vez que aceptó que la muerte de Jesús había sido<br />
un sacrificio personal, la muerte de un Mesías libre de<br />
pecado dejó de ser un problema para Pablo. El modo de<br />
la muerte se convirtió entonces en el foco de atención de<br />
su mensaje. ¿Por qué habría de escoger Jesús el modo más<br />
horrible de morir, el más cruento entre todos, la agonía<br />
de la crucifixión? No hace falta decir que, al plantearse<br />
esta cuestión, Pablo caminaba hacia atrás. Jesús no tenía<br />
por qué morir. Pero si eligió morir, entonces, es razonable<br />
pensar también que él mismo escogió ese particular modo<br />
de muerte.<br />
Las enseñanzas de Pedro y otros primeros cristianos<br />
dieron a Pablo varias pistas para poder dar respuesta a<br />
aquella pregunta. Pedro insistía en que «Cristo murió<br />
por nuestros pecados» (ICor 15,3) así como que «nuestro<br />
señor Jesucristo murió por nosotros» (ITes 5,9). En<br />
otras palabras, la humanidad se benefició de la muerte de<br />
Cristo. Pablo buscaba un motivo para explicar la decisión<br />
de Jesús, pero, en el camino, se dio cuenta de que el argumento<br />
debía contemplarse al revés. Con su muerte, Cristo<br />
buscaba el beneficio de la humanidad, no el suyo propio.<br />
Así, al elegir la crucifixión, Cristo buscaba el hacer el bien<br />
a aquellos que no se daban cuenta o que no estaban interesados<br />
en el potencial de su figura. A los ojos de Pablo,<br />
una acción tan desinteresada sólo podía explicarse como<br />
un acto de amor. «[El] me amó y se entregó a sí mismo por<br />
mí» (Gal 2,20).<br />
Para Pablo, la idea resultaba abrumadora, de ahí que<br />
no quisiera predicar la muerte de Cristo sin hacer ver<br />
a los demás el profundo amor que revelaba la decisión<br />
de Jesús. Pablo no podía limitarse a hablar del amor de<br />
Cristo, debía mostrarlo en movimiento. En la práctica,<br />
esta actitud significaba obligar a sus oyentes a enfrentarse<br />
CONVERSIÓN Y SUS CONSECUENCIAS 69<br />
con la cruz; de ahí su promesa: «Pues nunca entre vosotros<br />
me precié de saber otra cosa que a Jesucristo crucificado»<br />
(ICor 2,2) (y, de ahí también, sus críticas a la enseñanza<br />
tradicional). En sus cartas, Pablo cita dos himnos litúrgicos.<br />
El primero dice: «Y, en su condición de hombre,<br />
se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la<br />
muerte», a lo cual, Pablo añade: «Y muerte de cruz» (Flp<br />
2,8). El otro cantar habla de Dios que «quiso también por<br />
medio de él reconciliar todas las cosas» (Col 1,20).<br />
Así se comprende por qué la muerte es el único<br />
«suceso» en la vida de Cristo al cual Pablo recurre una<br />
y otra vez en sus cartas. Para Pablo resultaba de enorme<br />
importancia que sus conversos supieran lo que Jesús<br />
había dicho y hecho, por eso lo narraba en sus sermones<br />
orales (2Cor 11,4), pero en el último análisis esa faceta<br />
no era precisamente la que convertía a Jesús en personaje<br />
único. Otros maestros ofrecieron visiones internas muy<br />
profundas de Cristo. Otros se ganaron la reputación de<br />
ser obreros del milagro. Para Pablo, el hecho de que Jesús<br />
considerara la opción de morir o no, colocaba a Cristo<br />
en una categoría separada del resto de los hombres, que<br />
no podían evitar la muerte. Así, la muerte de Jesús se<br />
convirtió en la clave de la vida de Pablo. La muerte en la<br />
cruz le enseñó aquello que hace genuinamente a un ser<br />
humano: el sacrificio de uno mismo por amor, el sacrificio<br />
que enseñó Jesús. Esta idea, por encima de todas, es la que<br />
Pablo quiso depositar en el corazón de cada uno de sus<br />
discípulos.