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224 PABLO, SU HISTORIA<br />
Pablo entonces se dio cuenta de que la promesa hecha<br />
a Abrahán (la que tanto había enfatizado la delegación)<br />
decía «descendiente» en singular. Haciendo gala de una<br />
agresividad legalista soberbia, Pablo insistió en que el<br />
término se refería a Cristo (Gal 3,16). En efecto, El es el<br />
descendiente de Abrahán. En consecuencia, aquellos que<br />
pertenecen a Cristo son también descendientes genuinos<br />
de Abrahán. La delegación, claro, entendió «descendiente»<br />
como nombre colectivo (y no estaban equivocados), pero<br />
la atrevida insistencia, por parte de Pablo, de utilizar el<br />
término en singular acabó por minar el argumento de la<br />
delegación. Era un argumento perfecto para un debate:<br />
simple, claro e imposible de refutar.<br />
Al reconocer la importancia de la fe de Abrahán, Pablo<br />
no pudo más que pensar en la fe de Cristo, la cual es, a<br />
un tiempo, causa y ejemplo para la fe de los creyentes.<br />
Tan estrecha es la relación que une un tipo de fe con otra,<br />
que Pablo acabó identificando la una con la otra: «Y ya no<br />
vivo yo, pues es Cristo el que vive en mí. Mi vida presente<br />
la vivo en la fe en el hijo de Dios. El cual me amó y se<br />
entregó a sí mismo por mí» (Gal 2,20). La fe ejemplifica<br />
el amor del sacrificio de uno mismo. En el acto de amar,<br />
Pablo es Cristo, por cuanto se hace presente en el mundo<br />
el propio ente de Cristo. Pero lo mismo puede decirse de<br />
todos los demás creyentes. En conclusión, todos ellos son<br />
Cristo. Todos han sido «revestidos de Cristo» y son «uno<br />
en Cristo» (Gal 3,27-28).<br />
Esta intuición supuso un avance radical en la comprensión<br />
que Pablo tenía de la relación de Cristo con sus<br />
seguidores. Contenía las semillas de otras dos premisas<br />
revolucionarias en la cristología paulina: por una parte, el<br />
acto de dar el nombre de Cristo a la comunidad creyente<br />
(por ejemplo, en ICor 6,15) y, por otra, la definición de<br />
PRIMER AÑO EN ÉFESO 225<br />
la naturaleza comunitaria como «el cuerpo de Cristo»<br />
(por ejemplo, en ICor 12,12). Con todo, se necesitaría<br />
una nueva crisis para que Pablo volviera a sacar a la luz<br />
estas ideas. En el carácter de Pablo, había cierto letargo<br />
intelectual que frenaba la progresión de su lógica. Nunca<br />
exploró una línea de pensamiento por el simple placer de<br />
explorarla. Pablo funcionaba mejor reaccionando contra<br />
las cosas, pero sólo hasta el límite que marcaba la solución<br />
del problema que estaba tratando. Aun así, tenía una<br />
mente tenaz y era coherente por instinto. Cada nuevo<br />
problema le llevaba a profundidades cada vez más estimulantes,<br />
nunca a la fragmentación de su discurso. Su cristología<br />
creció como un todo coherente. Y todas aquellas<br />
soluciones que Pablo daba y que, en principio, parecían<br />
soluciones provisionales, siempre acababan llevando la red<br />
básica de intuiciones interrelacionadas