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62 PABLO, SU HISTORIA<br />
versículo 18 del primer capítulo de la Carta a los gálatas<br />
como «fui a Jerusalén a conocer a Pedro», pero la ambigüedad<br />
del verbo original también incluye la acepción «fui<br />
a Jerusalén a obtener información de Pedro». ¿Qué tenía<br />
que hablar con él? Es absurdo pensar que Pablo pasara dos<br />
semanas con Pedro hablando sobre el tiempo, la salud de<br />
la suegra de este, o su nostalgia por no poder pescar más<br />
en el mar de Galilea. Sólo había una pregunta básica en la<br />
mente de Pedro: ¿Cómo era realmente Jesús?<br />
Durante el tiempo que pasó en Damasco, Pablo tuvo<br />
que haber oído historias sobre Jesús. Pero ese conocimiento<br />
era de oídas y no podía dar respuesta satisfactoria a las perspicaces<br />
preguntas que bullían en la mente de Pablo. Seguro<br />
que sintió envidia del tiempo que los discípulos pasaron<br />
con su Señor durante su juventud. Me sorprendería que no<br />
se arrepintiera amargamente por haber malgastado todos<br />
aquellos momentos en lugar de seguir las enseñanzas de<br />
Jesús en Jerusalén. Pero ya era demasiado tarde para ello.<br />
Pedro era la persona que mejor le podía informar.<br />
Pedro había sido testigo ocular de las palabras y los hechos<br />
de Jesús. En el año 37 d.C, Pedro ya llevaba unos siete<br />
años predicando las enseñanzas de Jesús. Por las muchas<br />
repeticiones que de su historia tuvo que hacer, la narración<br />
de Pedro había adoptado ya forma fija. Así se resaltaban<br />
sólo los milagros y las parábolas más importantes<br />
de Cristo. Esto, claro, servía a Pedro de mucha ayuda.<br />
Aun así, lo más importante era que Pedro podía contestar<br />
cualquier pregunta que le hiciera Pablo.<br />
La personalidad de Jesús<br />
Pablo pudo forjarse una idea cabal y muy detallada de<br />
CONVERSIÓN Y SUS CONSECUENCIAS 63<br />
la personalidad de Jesús gracias a estas fuentes. Estas, de<br />
hecho, se convirtieron en parte esencial de los discursos<br />
orales de Pablo (2Cor 11,4), así como en base para sus<br />
enseñanzas morales (Gal 6,2). El comportamiento de<br />
Jesús estaba tan bien definido en la mente de Pablo que<br />
casi podía imitarlo (ICor 11,1) hasta el punto de que,<br />
conscientemente, su estilo de vida manifestó el estilo de<br />
vida de Jesús (2Cor 4,<strong>10</strong>).<br />
Lamentablemente, Pablo no reproduce en sus cartas el<br />
fiel retrato de Jesús que solía pintar oralmente en sus discursos<br />
(Gal 3,1). Todo lo que llegamos a conocer es una<br />
breve lista de «hechos». Jesús nació en el seno de una familia<br />
judía (Gal 4,4) descendiente del rey David (Rom 1,3).<br />
Tuvo varios hermanos que se casaron (ICor 9,5), uno<br />
de los cuales se llamaba Santiago (Gal 1,19). Una noche<br />
fue traicionado, celebró una Ultima Cena repartiendo el<br />
pan y el vino con sus discípulos y pidió que esa cena se<br />
convirtiera en ritual conmemorativo (ICor 11,23-25).<br />
Pero estos hechos no eran más que la punta del iceberg.<br />
Tenemos suerte de que, en ocasiones, Pablo rellene los<br />
huecos de color que quedan en el retrato ofreciéndonos<br />
atractivos destellos de dos rasgos característicos de Jesús<br />
que tanto le impresionaron.<br />
El primero era la absoluta dedicación que Jesús empleó<br />
en su ministerio. Pablo admira su constancia, su «paciencia»<br />
(2Tes 3,5) y su «fidelidad» (Gal 2,16.22). A pesar de la creciente<br />
hostilidad que lo rodeó, Jesús nunca titubeó; su vida<br />
fue un continuo «sí» que se dirigía a realizar las promesas<br />
de su Padre (2Cor 1,19). La completa confianza de Jesús<br />
representa «la verdad de Cristo» (2Cor 11,<strong>10</strong>). Jesús constituía<br />
la «norma» de su propia enseñanza (Rom 6,17).<br />
Una determinación tal como la que Pablo percibió en<br />
Cristo puede, en ocasiones, dar pie a un frío egoísmo. Pero