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154 PABLO, SU HISTORIA<br />
(ITes 4,16-17). El instinto de Pablo le decía que para<br />
saciar la angustia de aquellos necesitaba certezas, no especulaciones.<br />
También había, entre los tesalonicenses, algunos cuya<br />
creencia en la inminente segunda venida de Cristo eliminaba<br />
el espacio que separaba el «hoy» del «mañana»<br />
espiritual. Pablo tuvo que recordarles que el espacio<br />
todavía existía y que lo que habrían de hacer en dicho<br />
intervalo determinaría su destino en el otro mundo. Así,<br />
el indisciplinado y ocioso sujeto que sostuviera esas ideas<br />
volvería a trabajar inmediatamente para ganarse de nuevo<br />
el pan con el sudor de su frente. Trabajar, sí, igual que<br />
hacía el propio Pablo cuando vivía con ellos. Desde el<br />
punto de vista de Pablo, los tesalonicenses debían haber<br />
solucionado las posibles dudas a la hora de interpretar las<br />
palabras del apóstol viéndole actuar. En otras palabras, en<br />
el intermedio que separaba el «hoy» del «mañana», la vida<br />
debía continuar como hasta entonces, aunque adaptada<br />
a esos cánones más elevados que había determinado el<br />
sacrificio personal de Jesús en la cruz.<br />
De la ambigüedad a la confusión<br />
Igual que otra mucha gente, Pablo creía que sus adeptos<br />
oían lo que querían oír. No parece que el apóstol considerara<br />
la opción de que sus palabras, en efecto, no diferían<br />
de lo que aquellos en verdad querían oír. Si le contaban<br />
un problema, Pablo respondía, exasperado: «Deberían<br />
haber interpretado bien lo que yo quería decir».<br />
Pablo no fue capaz de hacerse entender bien cuando<br />
predicó en Tesalónica y esa circunstancia debió de contribuir<br />
a la confusión que reinaba en la comunidad con<br />
HACIA EL SUR: ACAYA 155<br />
relación a las consecuencias que traía consigo la cercanía<br />
o lejanía de la segunda venida de Cristo. La carta que<br />
estamos comentando, que debería haber aclarado la situación,<br />
no tuvo el efecto deseado. Y esto fue así porque los<br />
tesalonicenses, que a su vez deseaban mantener su propia<br />
opinión contraria, debieron leer en la carta ciertos enunciados<br />
que apoyaran su visión de los hechos. Pablo no<br />
puso el cuidado suficiente en su expresión.<br />
Veamos un texto para ilustrar cómo podían los tesalonicenses<br />
interpretar algo que Pablo no había tenido<br />
intención de comunicar en su carta. Pablo escribió: «Dios<br />
no nos ha destinado al castigo, sino a la adquisición de<br />
la salvación por nuestro Señor Jesucristo que murió por<br />
nosotros para que, vivos o muertos, vivamos siempre con<br />
él» (ITes 5,9-<strong>10</strong>). La oración principal es «Dios [nos ha<br />
destinado] a la adquisición de la salvación». Lo que Dios<br />
decide, además, debe ocurrir por necesidad. Los tesalonicenses<br />
estaban, por tanto, legitimados a creer que su<br />
salvación estaba garantizada, ¿no?<br />
El corolario era igual de obvio. Su modo de vivir no<br />
tenía ninguna importancia, pues nada de lo que hicieran<br />
iba a alterar la decisión divina. Seguro que hasta podían<br />
hallar una justificación explícita para deducciones ulteriores<br />
como «aunque estemos dormidos o despiertos», Pablo<br />
quería que la expresión significara «aunque estemos vivos o<br />
muertos» (véase ITes 4,13-15). Pero justo un poco antes,<br />
en el mismo contexto, a Pablo se le había ocurrido utilizar<br />
la misma expresión con distinto significado: «Por tanto, no<br />
nos echemos a dormir como los otros, sino estemos alerta<br />
y seamos sobrios» (ITes 5,6). En este contexto, «dormir» y<br />
«alerta» se refieren a guardar las reglas morales. Esto hizo<br />
más fácil que los tesalonicenses interpretaran «estemos dormidos<br />
o despiertos» como «seamos buenos o malos».