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Cinismos Retrato De Los Filosofos Llamados Perros.pdf

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Michel Onfray<br />

Así como inventa, el filósofo-artista experimenta y<br />

descubre en el gesto de atreverse. La inspiración, que desempeña<br />

una parte eminente en la creación estética, es<br />

un componente primordial de la ética cínica. Fiel a algunas<br />

intuiciones arquetípicas que se estructuran en torno<br />

de un tema -lo que constituye un obstáculo para la libertad<br />

debe suprimirse, reducirse-, el cínico efectúa variaciones<br />

con una confianza absoluta en las virtudes de su<br />

improvisación. A diferencia de una ética preventiva que<br />

subordinaría la acción a una teoría pura y la haría proceder<br />

de ésta, la ética cínica confunde la voluntad y el instante,<br />

confiando plenamente en la inventiva y contando<br />

con el entusiasmo, término cuya etimología expresa la<br />

proximidad con el transporte di\ino. Diógenes y sus compadres<br />

(o comadres: no olvidemos a Hiparquia) dan nueva<br />

dirección a sus creaciones, sin preocuparse por seguir<br />

un programa, lo que estorbaría la espontaneidad: la ética<br />

de los cínicos es poética, por cuanto expresa la carga creativa<br />

que la invade.<br />

La moral de Diógenes supone aliento e inspiración,<br />

juego y disponibilidad. A fin de indicar las líneas de fuerza<br />

de una ética, Nietzsche propuso un tamiz eficaz que se<br />

explica en pocas palabras: "Un sí, un no, una línea recta<br />

y un objetivo".' Así resume la fórmula de su felicidad. A<br />

estas cuestiones seguramente los cínicos habrían respondido<br />

sin dificultad: el sí está destinado al reino de la singularidad<br />

y la unicidad, a su entusiasmo y a su grandeza<br />

rebelde, a su demonio. Sobre las tumbas que florecieron<br />

tras la muerte del sabio de Sínope, los escultores grababan<br />

aforismos contundentes en los que se concentraba<br />

toda la enseñanza del difunto. Uno de los cenotafios lucía,<br />

en la cima de una columna funeraria, un perro de<br />

3. Nietzsche, El a-cpúsado de los ídolos (ed. francesa, pág. 44).<br />

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