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PAGINAS I A XII.qxd - World Resources Institute

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fueron adoptados por alcaldes y otros representantes de los gobiernoslocales de todo el mundo. Para canalizar ese potencial, sin embargo,las comunidades locales, las empresas y las autoridades del gobiernotienen que traducir su apoyo simbólico en planes y políticas concretas.En algunos lugares, eso ya está pasando. Las ciudades deBurlington, Vermont, Toronto, Canadá, San José, Costa, Rica,Jundaloop (Australia Occidental) y Urbino (Italia) ya están cotejandolos programas ciudadanos con los principios de la Carta de la Tierra, obien utilizando los principios como directrices en las prácticas municipales.En Toronto, la ciudad más grande y con etnias más diversas deCanadá, The Toronto Regional Conservation Authority (un ente parala naturaleza) ha medido sus políticas para las minorías en función delprincipio 12 de la Carta y actuado en consecuencia. Así, para responderal principio 12 (a), que hace un llamamiento a la desaparición de“la discriminación en todas sus formas”, la ciudad se ha comprometidoa medir y abordar ejemplos de “racismo medioambiental”, como losniveles más altos de contaminación en los barrios étnicos. También haprometido brindar oportunidades a todas las minorías para que tenganigualdad de acceso a la recreación, a la educación y a los espaciosverdes de la ciudad (King 2002:1).Muchas organizaciones gubernamentales locales que han adoptadola Carta, empero, no han hecho nada concreto. Algunos grupos,como la Conferencia Americana de Alcaldes, vienen y dicen: «nosencanta la Carta de la Tierra, pero ¿cómo la usamos?», comentaRichard Clugston, director ejecutivo del Centro para el Respeto de laVida y el Medio Ambiente con sede en Washington, DC, y miembro delComité de dirección Internacional de la Carta de la Tierra (Clugston2003). Actualmente, ese comité está desarrollando un grupo de herramientaspara que se utilice la Carta en la enseñanza o como parte delos programas de sostenibilidad de los gobiernos locales.Una guía práctica de ese tipo es esencial para extender el alcancede la Carta, opinan los activistas populares como GwendolynHallsmith, un pastor que ha logrado éxitos al persuadir a más de veinteayuntamientos de Vermont a adoptarla. «Que el Concilio de la ciudadhaga un gesto simbólico de apoyo a la Carta de la Tierra es una cosa,pero poner realmente a trabajar los principios dentro del ayuntamientoes otra, pues ello requiere un compromiso claro, la planificación y laactuación participativa por parte del municipio y a veces se necesitarecursos específicos para llevarlos a cabo» (Hallsmith 2002).Un segundo reto para la Secretaría de Carta de la Tierra y elcomité directivo es delinear las funciones de este documento juntocon otras iniciativas en pro del desarrollo sostenible orientado a lacomunidad. Desde la Cumbre para la Tierra de 1992 , por ejemplo,unos dos mil gobiernos locales (principalmente europeos) han desarrolladoplanes específicos de acción bajo el auspicio del Programa 21Local, incluyendo el reciclado, la conservación del agua y la eficienciaenergética (Hallsmith 2002).Mirian Vilela, directora ejecutiva de la Secretaría Internacionalde la Carta de la Tierra, con sede en Costa Rica, admite que algunasautoridades locales no ven la necesidad de adoptar la Carta –o bienporque están aplicando el Programa 21 o bien porque el desarrollosostenible no se considera una prioridad–. Admite, sin embargo, quela Carta puede complementar legítimamente la agenda delPrograma 21 Local de dos maneras: primero, aportando el marcoético que falta, dentro del cual formular decisiones y políticas;segundo, extendiendo los programas de desarrollo sostenible másallá de sus límites usuales que se centran en combatir problemas demedio ambiente para incluir también la justicia social y económica yun proceso decisorio democrático. «Yo describo el Programa 21 Localcomo el cuerpo que alberga el desarrollo sostenible basado en lacomunidad, mientras que la Carta de la Tierra es el alma. Ambos senecesitan para completarse» (Vilela 2003).Esta noción fue adoptada algo menos poéticamente por losgobiernos del mundo en el plan de Aplicación de la Cumbre deJohannesburgo que enfatiza “la necesidad de tener en consideraciónla ética al aplicar el Programa 21” (Naciones Unidas 2002b). Hastaqué punto logrará la Carta de la Tierra cumplir ese papel en las iniciativaslocales de sostenibilidad de todo el mundo, es, sin embargo,una cuestión pendiente.¿Trazando el curso del futuro de la Tierra?A lo largo de la historia, el poder de las palabras ha configurado lasacciones y a los puntos de vista humanos. Al implantar y extender losideales de comportamiento aceptables que gradualmente se conviertenen ideas fijas en muchas culturas, los textos inspiradores puedendemostrar que son más poderosos y permanentes que las armas delos ejércitos. Pero para lograr eso, la Carta de la Tierra necesitaalcanzar el éxito en muchos niveles. Debe inspirar con sus palabras,actuando como motor del cambio de comportamiento y como mapaviable para ponerse en acción.¿Cuán probable es que ello suceda? La única respuesta es que esdemasiado pronto para decirlo. En un mundo dividido profundamentepor la geopolítica, la religión y la guerra, la Carta de la Tierrapodría convertirse en una guía para quienes buscan crear una asociaciónde naciones dedicadas a mantener la paz global, la justiciasocial y económica y la seguridad. O quizá podría revelarse demasiadoidealista frente al comportamiento pragmático y dar lugar a unnuevo conjunto de valores y creencias que reflejen más adecuadamentelas tendencias actuales mundiales.«En mi opinión, la Carta de la Tierra brinda una visión muy útildel modo en que el mundo, ya sea gobiernos, empresas o comunidadesde individuos, debe pensar sobre los asuntos globales y aplicarlosa la vida cotidiana», dice Daniel Esty, un experto en gestión de laUniversidad de Yale. «Pero es un desafío titánico conseguir que lagente reorganice su mentalidad, y ese proceso tan sólo acaba deempezar. También tenemos mucho trabajo por delante a fin de consolidaren ámbito internacional un nuevo grupo de normas medioambientalesque la gente debe adoptar y cumplir» (Esty 2003).Su adopción por parte de la Asamblea General de las NacionesUnidas podría secundar la intención de la Carta de la Tierra de convertirseen el marco ético aceptado a nivel internacional. Y añade Esty: «Lamedida del auténtico cambio será el alcance con que las normas expuestasen la Carta de la Tierra logren penetrar en la vida real convenciendoa las personas y a los gobiernos a cambiar su conducta (Esty 2003).214RECURSOS MUNDIALES 2004

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