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PAGINAS I A XII.qxd - World Resources Institute

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Recuadro 1.5. La pobreza y la gestión medioambientalLa mejora de la gestión ambiental aparece como muy prometedorapara los pobres, que son las personas más vulnerables a la degradaciónambiental y cuyas ideas y opiniones, en general, no aparecenrepresentadas en las decisiones ambientales. Más de 1.200 millones depersonas –incluido más del 40% de la población del África subsaharianay del sur de Asia (Banco Mundial 2001:23), aproximadamente un quinto dela población mundial– viven con menos de un dólar al día. Otros 1.600millones viven con menos de dos dólares (Banco Mundial 2001:3).La pobreza, sin embargo, implica algo más que la falta de ingresos. Lapobreza se define también por el aumento de la vulnerabilidad en variasdimensiones como: la vulnerabilidad ante la degradación ambiental o lapérdida de acceso a los recursos naturales, la escasez de empleo, la desposesiónde la propiedad, la enfermedad y la mala salud (IFAD 2001:2;Banco Mundial 2001:15-21). Las decisiones sobre los recursos naturalesafectan a todas estas áreas y, por tanto, los fracasos de la gestiónambiental perjudican con mayor dureza a las familias de bajos ingresos.Tierras marginales, voz marginadaEntre las vulnerabilidades que conlleva la pobreza en la esferaambiental sobresale la gran dependencia de los recursos naturales desubsistencia, especialmente en las zonas rurales. Los hogares con bajosingresos suelen depender, mucho más que las familias con mejoresingresos, de los recursos derivados de la naturaleza como los productosrecolectados en el bosque, el pescado, la caza de animales silvestres, elforraje o las fuentes de agua de superficie. Por ejemplo, un estudio sobre80 pueblos de la India reveló que los recursos de la propiedad comunalcomo los bosques o los pastizales de la colectividad proporcionaban del14 al 23% de los ingresos totales a las familias más pobres, mientras quepara las más adineradas sólo suponía entre el 1 y el 3% (Jodha 1995). EnZimbabue, los estudios realizados en los años noventa mostraron que lasfamilias obtenían aproximadamente un tercio de sus ingresos de losrecursos procedentes del entorno. Cuanto más pobre es un hogar, mayores su proporción de ingresos provenientes de los recursos naturales(Cavendish 1999:6-7; DFID et al. 2002:12), lo cual significa mayor penuriacuando dichos recursos se degradan o desaparecen por completo.Los pobres encaran mayores riesgos causados por la degradaciónambiental porque un porcentaje alto de esas familias viven en tierras marginales.Dichas tierras en general son áridas, muy empinadas o de escasafertilidad –factores naturales que limitan su potencial agrícola y las exponena cambios bruscos de productividad cuando cambian las condiciones–.Las tierras marginales suelen ser propensas a la sequedad y muy vulnerablesa la degradación, la corrosión, los diluvios y los derrumbamientos, loque las convierte en susceptibles a los cambios en los patrones de uso dela tierra y a la presión del aumento de la población, por lo que se hace necesariomanejarlas con más cuidado (Banco Mundial 2003:59-60).A pesar de ello, la población que habita en tierras frágiles se haduplicado en los últimos cincuenta años, aunque los gobernantes responsablesde adoptar decisiones apenas prestan atención a esas zonasy su trayectoria de gestión ambiental es insignificante. Las familiasrurales pobres suelen tener un acceso muy limitado a los serviciospúblicos o a los responsables de las decisiones, y por consiguiente suvoz no se oye. En general no participan en las decisiones que afectan alas concesiones mineras, a los proyectos hídricos o a otros problemassobre los recursos que les afectan; es más, dado que los pobres ruralesde las tierras marginales contribuyen poco a la economía oficial, dichasáreas atraen pocas inversiones económicas, hundiéndose más en elciclo de la pobreza (Banco Mundial 2003:59-60).La exposición urbanaLa marginación y la gran vulnerabilidad generadas por la mala gestiónno se limita a los pobres de zonas rurales. También en las áreas urbanasla pobreza comporta menores opciones en materia ambiental. Así,los numerosos estudios llevados a cabo demuestran que las familias debajos ingresos suelen vivir en áreas contaminadas (Rodador 2002:96 - 98).Un inventario inglés de emisiones contaminantes muestra que el 90% delas fábricas contaminantes de Londres están situadas en áreas con unpromedio de ingresos bajos (FOE-Reino Unido 1999).También está bien documentado que los pobres carecen de una vozeficaz en las decisiones ambientales. Las familias de bajos ingresosprobablemente no hacen constar oficialmente sus quejas contra la contaminación,y, por ende, se benefician poco del plano regulador, asícomo de las acciones legales coercitivas llevadas a cabo por los inspectoresgubernamentales contra las industrias contaminantes. Unestudio del Banco Mundial realizado en China reveló que para unapoblación con niveles similares de exposición a la contaminación y deeducación, el porcentaje de quejas oficiales expuestas por los habitantesde las provincias de altos ingresos era más del doble que lasexpuestas en las provincias de ingresos bajos (Rodador 2002:95).La falta de voz tiene consecuencias reales en términos de equidadambiental. Las agencias para el medio ambiente suelen ser muy sensiblesa la participación pública en forma de quejas. Por ejemplo, la autoridadpara el control de la contaminación del estado brasileño de Río deJaneiro centra casi el 100% de sus inspecciones en investigar las quejasde los ciudadanos, y una situación similar prevalece en Indonesia.Dado que los residentes más adinerados y más educados tienden amanejar más influencia y a quejarse más, no es sorprendente que elplan regulador para reducir la contaminación se concentre en los distritosmunicipales y vecindades más pudientes (Wheeler 2002:94-95).16RECURSOS MUNDIALES 2004

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