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PAGINAS I A XII.qxd - World Resources Institute

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cional de los problemas ambientales, acuerdos sobre objetivos y definicionescomunes, creación de asociaciones útiles y un órgano deexperiencia aplicada que facilitará el progreso futuro. Quizá uno delos adelantos más notables haya sido el surgimiento, a través de lacooperación supervisada y de la consulta científica, de una capacidadglobal de evaluar las amenazas ambientales más rápidamente.Por desgracia, nuestras evaluaciones se quedan cortas al pasar ala acción. De hecho, nuestros prodigiosos esfuerzos en el campo de ladiplomacia ambiental han fracasado sonoramente cuando se ha tratadode avanzar seriamente para afrontar los retos ambientalesmundiales más acuciantes –al menos según se desprende de las evaluacionessobre las tendencias ambientales actuales–. Por ejemplo,la Conferencia de las Partes de la Convención sobre la DiversidadBiológica –uno de los resultados más notables de la Cumbre de laTierra de Río– admitió recientemente que a pesar de dicho tratado,“la diversidad biológica” se sigue destruyendo a ritmos sin precedenciaa causa de las actividades humanas (CDB 2002).Esta relación global de los escasos resultados no produce sorpresa.Pocos tratados ambientales contienen objetivos y calendarios específicoso adecuadas disposiciones legales para su aplicación, y la financiaciónes complicada. Un estudio reciente de la Universidad de lasNaciones Unidas señala que otro problema sistemático es que losactuales acuerdos ambientales han surgido ad hoc y escasamente coordinados,a medida que los ciudadanos se iban concienciando de cadanuevo problema ambiental, como la lluvia ácida, la reducción del ozonoo el cambio climático; dichos acuerdos reflejan un enfoque monotemáticode la administración ambiental y no han surgido de una perspectivaintegrada que reconozca las causas comunes del deterioro ambiental,y por lo general los tratados tampoco se encuadran dentro de unareferencia concreta a los ecosistemas (Dodds et al. 2002:16).Los organismos internacionales creados específicamente para encararlos problemas ambientales, como la Comisión de las Naciones Unidaspara el Desarrollo Sostenible (CDS), Fondo para el Medio AmbienteMundial (FMAM) y el Programa de las Naciones Unidas para MedioAmbiente (PNUMA), se enfrentan también a tareas abrumadoras parafacilitar el consenso mundial, cumplir eficazmente sus amplios mandatosy financiar sus actividades. Por ejemplo, aunque la CDS ha creadoun foro internacional para suscitar problemas ambientales, su efectosobre las políticas nacionales y la aplicación del Programa 21 –el plande acción de la Cumbre de la Tierra para el Desarrollo Sostenible– hasido insignificante (Upton 2002:20-29). Al mismo tiempo, una recienteevaluación del FMAM demuestra que éste se está convirtiendo gradualmenteen un mecanismo útil para ayudar a las naciones en desarrolloa consolidar sus prioridades en materia ambiental en algunasáreas clave y a progresar cumpliendo las condiciones de los tratadosambientales que firmaron –un logro que no se debería minimizar(Streck 2002:93; FMAM 2002:x-xvii)–. Sin embargo, su éxito quedalimitado necesariamente por la escasez de fondos y nadie sostendría quepuede abordar adecuadamente las múltiples necesidades de financiaciónpara el medio ambiente que tienen las naciones en desarrollo.Hoy día se están realizando numerosos esfuerzos para armonizarlos diversos acuerdos internacionales en materia ambiental conobjeto de concentrar los recursos mundiales y la atención más eficazmente.Otros esfuerzos están dirigidos a impedir que el régimende comercio global mine las leyes ambientales nacionales e internacionales.Por nuestra parte, podemos cobrar ánimos ante la determinaciónde la comunidad internacional de seguir adelante con lasnegociaciones finales del Protocolo de Kioto que aborda el tema delcambio climático, a pesar de la retirada unilateral del mismo de losEstados Unidos. Este esfuerzo se ha visto estimulado por la aceptaciónmundial del enfoque científico y por los resultados de PanelIntergubernamental sobre el Cambio Climático, compuesto de ungrupo de científicos con la función de evaluar la evidencia de estetema complejo. Pero estos hechos positivos no son suficientes paracombatir la fuerte reluctancia de algunas naciones a respaldar loscostes políticos y financieros nacionales para convertir los tratadosambientales en instrumentos aplicables y vitales que estimulenacciones nacionales significativas.CONCLUSIONESAnivel mundial, nuestra capacidad de adoptar con coherenciadecisiones ambientales que protejan los ecosistemas, que informensobre la participación ciudadana y que satisfagan la necesidad dejusticia es bastante escasa.En el plano internacional existe un compromiso retórico sobre losobjetivos de desarrollo sostenible y de toma de decisiones participativa;sin embargo, el compromiso es menor cuando se trata deintroducir esos objetivos en las políticas nacionales, en las prácticasde adopción de decisiones y en el plan de los organismos gubernamentales.Como consecuencia, el acceso del público a la informaciónambiental, a una verdadera participación y a la compensación cuandofracasa el proceso de decisión, son todavía escasos.Otros resultados refuerzan la escasa adecuación de nuestraactual gestión de los asuntos ambientales. Los esfuerzos descentralizadoresa nivel nacional aún no han logrado que se deleguen deforma relevante competencias a nivel local para adoptar las decisionessobre los recursos naturales. Las políticas comerciales e inversorasque guían nuestras decisiones son invisibles para el público eindiferentes a los problemas ambientales. Los acuerdos y organismosinternacionales creados para abordar los problemas ambientalesmundiales tienen misiones muy importantes, pero escasos poderespara hacer cumplir las condiciones, además de fondos insuficientes.Los éxitos a nivel local demuestran que una buena gestión de losasuntos ambientales es posible, pero que no puede ser completamenteeficaz sin un fuerte apoyo nacional e internacional.Correcta gestión, ecosistemas sanosMás allá de los tratados globales, las políticas comerciales y la políticatransnacional, los ecosistemas se yerguen como prueba final denuestra habilidad para gestionar la naturaleza con destreza y equidad.Así, los principios de la buena gestión ambiental tienen un lugar especialen el manejo del ecosistema. Por ejemplo, hacer participar a los ciudadanoslocales que dependen del ecosistema es una de las formas másseguras de dar voz a los ecosistemas. En la cuenca de un río que seextiende entre varios países, ninguna nación puede estar en una buenaposición para manejar su sección de la cuenca sin tener en cuenta todoel sistema. Por otro lado, los moradores del río que dependen del pes-(continúa en página 46)Capítulo 2: La gestión de los asuntos ambientales en la actualidad43

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