interesan, y les pide su atención. Para hacer una cosa por el estilo, la introducción debe tener algode interés especial. Es bueno descargar un tiro despertador, que pueda servir a semejanza delcañón que da la señal para que se limpien los puentes del buque de guerra, y todo se aliste paraentrar en combate. No comencéis con toda la fuerza y energía de vuestro ánimo, más sinembargo, obrad de modo que todo el auditorio espere un culto muy provechoso. No hagáis quevuestro exordio sea una pomposa introducción de nada, sino al contrario, que sea un paso queconduzca a algo mejor. Sed vivos desde el principio de vuestro discurso. Al predicar, no osrepitáis. Solía yo escuchar a un teólogo que tenía la costumbre, después de haber proferido unascuantas sentencias, de decir: "como acabo de observar," o'"repito lo que antes dije." Bien, puestoque no había nada de importancia especial en lo que había dicho, la repetición servía sólo paramanifestar con más claridad la esterilidad del país. Ahora, si lo dicho antes era muy bueno, yhabía sido bien presentado, ¿para qué lo repetía el predicador? Y si era indiferente ¿por qué loexhibía la segunda vez? Sucede en ocasiones, sin duda, que la repetición de unas cuantassentencias da muy buen resultado; pero hay muchas cosas que son buenas si se hacen rara vez, yque sin embargo, al repetirse con frecuencia, se cambian en vicios. ¿Quién podrá admirarse deque la gente no preste su atención al predicador, cuando se sabe muy bien que va pronto a repetirlo que está diciendo?Además de esto, no repitáis la <strong>mis</strong>ma idea muchas veces, variando sólo las palabras. Esforzaosen dar algo nuevo en cada sentencia. No estéis martillando siempre sobre el <strong>mis</strong>mo clavo:vuestra Biblia es grande, y debéis procurar que vuestros oyentes disfruten de ella en toda suextensión. No penséis que estáis obligados siempre que prediquéis, a dar un resumen completode teología, ni un digesto formal de doctrinas a semejanza del Dr. Gilí. No se entienda por estoque trato de menospreciar de ninguna manera a este famoso teólogo: quiero significar solamenteque si bien su método es muy bueno para un cuerpo de verdades cristianas, o para un comentario,no lo es para un sermón.Conozco a un ministro cuyos sermones impresos parecen un compendio de teología, y sonmucho más a propósito por lo <strong>mis</strong>mo, para una clase teológica, que para un pulpito, lo cual hacecomo es natural, que fastidien a los que los oyen. Nuestros oyentes no quieren únicamente loshuesos de una definición, sino la carne y el sabor de las doctrinas. Las definiciones y lasdistinciones teológicas son útiles, pero cuando componen la parte principal de un sermón, nosrecuerdan a aquel joven cuya predicación consistía en varias distinciones muy interesantes.Después del culto, dijo un diácono anciano que el predicador había omitido una distinción, asaber, la diferencia que hay entre la carne y los huesos. Si los predicadores no observan estadistinción, todas las otras que hagan de nada servirán.Para cautivar la atención de vuestro auditorio, cuidaos de sermones demasiado largos. Cierto predicadoranciano solía decir a un joven que predicaba una hora entera: "Mi querido amigo, paramí es indiferente el asunto acerca del cual quieras predicar, pero desearía yo que predicaras como40 minutos a lo más." Muy rara vez nos conviene pasar de este límite de 40 minutos, o de trescuartos de hora cuando más. Si un hombre no puede decir en ese tiempo todo lo que tiene quedecir, ¿hasta cuándo lo haría? Hay algunos que se disculpan de predicar largamente, diciendoque quieren "hacer justicia a su asunto." Bien; pero ¿no deben hacer también justicia a susoyentes, o por lo menos, tener un poco de compasión de ellos y no detenerlos tanto tiempo? Elasunto nunca se quejará de vosotros, pero el auditorio sí. En algunos lugares del campo,104
especialmente en la tarde, hay campesinos que tienen que ordeñar sus vacas. Recuerdo que unode éstos se quejó amargamente de un joven de este colegio, si no me equivoco, en estas palabras:"Señor, debía él haber terminado el culto a las cuatro, pero siguió hasta las cuatro y media, ymientras, todas <strong>mis</strong> vacas estaban sin ordeñar. ¿Qué le habría parecido esto, si hubiera sidovaca?" Tenía aquel hermano mucha razón para hacerme tal pregunta. La sociedad protectora deanimales debía haber acusado a ese joven. ¿Cómo puede un campesino, preocupado con lorelativo a sus vacas, atender a un sermón con provecho? Bien puede suceder también que unamadre esté inquieta durante los diez minutos que pasen de lo que ordinariamente debe durar unsermón, temiendo que su hijito llore en la casa,, o que se apague la lumbre, y así no podrá prestaruna atención fija al sermón, y no lo hará. Estáis deteniéndola diez minutos más de lo que ellaesperaba, y no podrá menos de considerar esa demora como una injusticia por parte vuestra. Hayuna especie de convenio moral celebrado tácticamente entre vosotros y vuestra congregación, segúnel cual os halláis comprometidos a no detenerla más de una hora y media, y si pasáis de estelímite, equivale eso a la infracción de un tratado, y a una falta práctica de honradez, cosas de queno debéis ser culpables". La brevedad es una virtud que se halla al alcance de todos nosotros: noperdamos la oportunidad de apropiarnos el crédito que de ella resulta. Si me preguntáis cómopodréis abreviar vuestros sermones, os contestará que estudiándolos mejor. Emplead más tiempoen el escritorio, para que necesitéis menos en el pulpito. Predicamos siempre más tiempo cuandotenemos menos que decir. Un predicador que tiene su sermón bien preparado, rara vez pasará delos 40 minutos; si tiene menos que decir, continuara por otros diez; y cuando no tiene nadapreparado, necesitará por lo menos una hora. Atended a estas cosas de menor importancia, alparecer, pero bien observadas, os pondrán en aptitud de cautivar la atención ae vuestro auditorio.Si queréis tener siempre la más fiel atención de vuestros oyentes, se puede eso conseguir sólo pormedio del Espíritu Santo que es quien da un estado elevado y devoto de alma. Si las personasque forman vuestra grey, son dóciles, piadosas, enérgicas y sinceras, se reunirán en la casa deDios con el simple propósito de buscar la bendición del Espíritu Santo. Tomarán sus respectivosasientos rogando a Dios que les hable por medio del predicador; recibirán cada una de suspalabras con la mayor atención, y no se cansarán. Tendrán apetencia del Evangelio, conociendobien la dulzura del maná celestial, y estarán ansiosas por recoger su parte correspondiente. Nadiepuede tener una congregación mejor que la mía, por lo que toca a este punto. A la verdad,aquellos oyentes que mejor conocen al predicador, son los que generalmente le prestan la mejoratención. Si escuchasen a otro predicador animados de esa <strong>mis</strong>ma disposición, tengo la creenciade que casi todos los oradores quedarían satisfechos. El predicador nuevamente instalado en suencargo, no puede esperar con razón, que su auditorio le preste aquella atención seria y fija quepor lo general sólo se concede a los ministros a quienes se tienen como padres que se muevenentre sus propios hijos que son estimados en mucho por mil recuerdos preciosos, y honrados porsu edad y su experiencia. Toda nuestra vida debe ser tal, que haga más significativas nuestraspalabras, para que en los años subsiguientes podamos aprovechar la elocuencia irresistible de uncarácter bien establecido, y cautivar así no tan sólo la atención, sino el respeto más cariñoso denuestro rebaño. Si mediante nuestras oraciones, nuestras lágrimas y nuestro trabajo, se hacenuestro auditorio de un espíritu sano, no habrá razón alguna para temer que perdamos suatención. Una congregación hambrienta de justicia, y un ministro deseoso de alimentar susalmas, obrarán en la más perfecta armonía mutuamente, cuando se trate de la Palabra de Dioscomo tema común.105
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DISCURSOS A MIS ESTUDIANTESPLATICA
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crezcan;" esto que con frecuencia s
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que debemos huir a todo trance. Est
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conocer lleno de sentimiento, dejan
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una congregación numerosa, y las b
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llamamiento de esta naturaleza, si
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haber leído toda clase de literatu
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cosas como ministros de Dios, en mu
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en el papel más que las palabras "
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descanso para nuestro espíritu, si
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a decir que ora tanto como debe, en
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unción que usamos no nos viene del
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