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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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ellos con <strong>mis</strong> palabras." Ezeq. 3:1-4. El llamamiento de Daniel a la profecía, aunque no se hallaconsignado, está abundantemente atestiguado por las visiones que se le concedieron y eldistinguido favor de que gozó con el Señor tanto en sus meditaciones solitarias como en susactos públicos. No nos es menester pasar revista a los otros profetas, porque todos ellosmanifestaban su derecho a hablar, diciendo "así dice Jehová." En la presente dispensación elpastorado es común a todos los santos; pero por lo que hace a la profecía, o lo que es análogo aella, es decir, el ser uno movido por el Espíritu Santo para entregarse enteramente a laproclamación del Evangelio, podemos asegurar que es, como asunto de hecho, el don yllamamiento de sólo un número pequeño de individuos comparativamente, y no cabe dudaalguna en que éstos necesitan tener la certeza de la legalidad de su posición, como la tuvieron losprofetas; ¿y cómo podrán justificar su derecho al cargo que desempeñan, si no es por unllamamiento semejante?Mal haría el que imaginara que tales llamamientos son meramente ilusorios, y que no hay nadieen estos tiempos excluido de la obra especial de enseñar a la Iglesia y de cuidarla, porque losnombres <strong>mis</strong>mos dados a los ministros en el Nuevo Testamento, implican un previo llamamientoa su trabajo.Es cierto que el apóstol dice: "Ahora pues, nosotros somos embajadores de Dios;" pero ¿noestriba acaso la esencia <strong>mis</strong>ma de semejante cargo, en el nombramiento hecho por el monarcarepresentado? Un embajador que no hubiese sido enviado, sería objeto de risa. Los hombres quese atreven a declararse embajadores de Cristo, deben estar persuadidos del modo más solemne,que el Señor les ha encomendado la palabra de la reconciliación. (2 Cor. 5:18, 19). Si se dijereque esto se ha restringido a los apóstoles, yo contestaría a eso que la epístola está escrita no en elnombre de Pablo solamente, sino también en el de Timoteo, y por lo tanto se incluye a los otrosministros, además del apostolado. En la primera epístola a los Corintios leemos "téngannos loshombres por ministros de Cristo y dispensadores de los <strong>mis</strong>terios de Dios," (I Cor. 4:1,) en dondela palabra nos se refiere a Pablo y a Sostenes. Es evidente que el que dispensa o distribuye algo,debe recibir tal cargo del amo No puede ser nadie despensero, solamente porque le agrada serlo,o es considerado así por otros. Si a algunos de nosotros se nos ocurriese ser despenseros omayordomos de un secretario de Estado, y procediéramos a negociar con sus propiedades, se nosharía ver en el momento del modo más convincente, que habíamos incurrido en un error. Debeevidentemente estar autorizado un hombre para ser legalmente obispo, es decir, "dispensador deDios," (Tito 1:7) antes de asumir tal cargo.El título apocalíptico de ángel, (Apoc. 2:1), significa mensajero, y ¿cómo han de ser los hombresheraldos de Cristo, si no es por la elección y ordenación que de ellos haga el Señor? Si fuesecuestionada la referencia de la palabra ángel al ministro, me complacería ver mostrado que podíareferirse a otro alguno. ¿A quién habría de escribir el Espíritu en laIglesia, como representante de ella, sino a alguno que ocupara una posición análoga a la delanciano que la presidiera?A Tito le fue mandado que hiciera una prueba concienzuda de los ministros que iba a vigilar:luego habla algo en que debían sujetarse a prueba. Algunos son "vasos para honra, santificados yútiles para los usos del Señor, y aparejados para toda buena obra," 2 Tira. 2:21. Al amo no se le15

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