cualquier caso, un ejercicio provechoso para vuestras almas. Si la dificultad de escoger un textoos hace multiplicar vuestras oraciones, será esto una gran bendición. El mejor estudio es laoración. Así dijo Lutero: "Haber orado bien, es haber estudiado bien;" y este proverbio merecerepetirse con frecuencia. Mezclad la oración con vuestros estudios de la Biblia. Esto será como latrilla de las uvas en el lagar, o la del trigo en la era; o la separación del oro del residuo. Laoración es doblemente bendita: bendice al predicador que ruega, y al pueblo a que predica.Cuando vuestro texto viene como señal de que Dios ha aceptado vuestra oración, será máspreciosa para vosotros, y tendrá un sabor y una unción enteramente desconocidos al oradorformal para quien -un tema es igual a otro.La palabra de Dios es más penetrante que una espada de dos filos, y por tanto, podéis dejarla quehiera y mate, y no tenéis necesidad de hacer uso de frases duras y gestos severos. La palabra deDios es penetrante: dejadla que examine los corazones de los hombres sin el aumento de palabrasofensivas por parte de vosotros.Habiendo ya ofrecido nuestras oraciones, debemos hacer uso con todo empeño, de los mediosmás a propósito para concentrar nuestros pensamientos y ocuparlos de los asuntos másprovechosos. Considerad el estado espiritual de vuestros oyentes. Meditad sobre su condiciónespiritual como un todo, y como individuos, y prescribid la medicina conveniente para curar laenfermedad que prevalezca entre ellos, o la comida que esté más en consonancia con susnecesidades. Dejadme que os advierta sin embargo, que es menester no hacer mérito de loscaprichos de vuestros oyentes, ni de las excentricidades de los que gozan de riquezas einfluencia.No penséis demasiado en la influencia del caballero y de su señora que se sientan en el lugarprivilegiado, si es que por desgracia tenéis uno de esta clase para establecer cierta distinciónentre los oyentes, allí donde todos deben hallarse en el <strong>mis</strong>mo nivel. Que al que más contribuye,se le guarden tantas consideraciones como a cualquiera otro, y que no se menosprecie a nadie. Elrico, no por serlo, es de mayor importancia que los otros miembros de la congregación, yentristeceríais al Espíritu Santo, si así pensarais. Mirad a los pobres en el templo con igualinterés, y escoged asuntos que ellos puedan entender y puedan consolarlos en sus muchastristezas. No permitáis que vuestro juicio se trastorne manifestando un miramiento excesivo a losque son miembros a medías de la congregación, y que a la vez que se halagan mucho con ciertasverdades evangélicas, se hacen sordos al tratarse de otras; no tengáis mucho empeño ni enservirles un festín, ni en reprenderles. Seria una satisfacción saber que habían andadocomplacidos, si fueran cristianos o sí uno pudiera acomodarse a sus preferencias; pero lafidelidad nos exige que no nos hagamos meros tañedores para nuestros oyentes, tocando sólo lamúsica que nos pidan, sino que seamos siempre consecuentes con la palabra del Señor,declarando todos sus consejos. Repito la observación de que debéis pensar en lo que vuestrosoyentes realmente necesitan para su edificación espiritual, y que esto debe ser vuestro tema.Aquel apóstol famoso del Norte de Escocía, el doctor MaeDonald, nos da una relación apropósito de esto. en su diario de trabajos emprendidos en ese lugar. Viernes 27 de mayo. Ennuestros ejercicios de esta mañana, leí el capítulo duodécimo de la epístola a los Romanos, elcual me ofreció una buena oportunidad de poner de manifiesto la conexión que existe entre la fey la práctica, y de decir que las doctrinas de la gracia están conformes con la santidad, y tiendena la <strong>mis</strong>ma tanto en el corazón como en la vida. Esto me pareció necesario, puesto que por la66
elevación de los asuntos de que me había yo ocupado por algunos días, temí que la congregaciónse dirigiese hacía el Antinomianismo, extremo por lo menos tan peligroso como elArminianismo."Considerad bien qué pecados se encuentran en mayor número en la iglesia y la congregación.Ved sí son la vanidad humana, la codicia, la falta de oración, la ira, el orgullo, la falta de amorfraternal, la calumnia u otros defectos semejantes. Tomad en cuenta cariñosamente las pruebas aque la Providencia plazca sujetar a vuestros oyentes, y buscad un bálsamo que pueda cicatrizarsus heridas. No es necesario hacer mención pormenorizadamente, ni en la oración ni en elsermón, de todas estas dificultades con que luchen los miembros de vuestra congregación, pormás que eso haya sido la costumbre de un ministro venerable que antes era un gran obispo poracá, y que ahora se halla en el cielo. Solía en su grande cariño hacía su congregación, hacertantas alusiones respecto de los nacimientos, las muertes y los casamientos habidos entre su grey,que una de las diversiones de sus oyentes en la tarde del domingo debe haber consistido endeterminar a quienes se había referido el ministro en las diferentes partes de su oración y de susermón. Esto fue tolerado y aun considerado admirable en él; pero en nosotros seria ridículo: unpatriarca puede hacer con propiedad, lo que un joven debe evitar escrupulosamente. El ministrovenerable de quien acabo de hacer mención, aprendió esta costumbre de particularizar, delejemplo de su padre, porque en su familia, los niños tenían la costumbre de hablar entre sirespecto de alguna cosa especial que hubiera acontecido en el día: 'Debemos esperar hasta que secelebre el culto familiar, entonces oiremos todo."Pero estoy desviándome del asunto. Este ejemplo nos enseña cómo una costumbre excelentepuede degenerar en una falta; pero la regla que he indicado no se afecta por ello. Puedenpresentarse a veces ciertas pruebas, a muchos de la congregación, y como estas afliccionesdirigirán vuestros pensamientos a asuntos nuevos, no podréis menos de respetar sus sugestiones.Además, debemos notar el estado espiritual de nuestra congregación, y si podemos ver que ellaestá recayendo en faltas; sí tememos que estén sus miembros en peligro de ser inoculados dealguna herejía dañosa, u ofuscados por una perversa imaginación; si algo, en efecto, en todo elcarácter fisiológico de la iglesia, nos impresiona como una falta, debemos preparar cuanto antesun sermón que pueda, por la gracia divina, impedir que cunda esa plaga. Indicios como estos sonlos que el Espíritu de Dios presenta al pastor cuidadoso, que con todo esmero quiere cumplir consu deber hacía su grey. El pastor fiel examina con frecuencia sus ovejas y se determina su modode tratarlas por el estado en que se encuentran. Proveerá" una clase de comida frugal y otra másabundante, y la medicina oportuna, en su proporción debida, según lo que su juicio prácticoencuentre necesario." Seremos guiados bien en esto, si nos asociamos con "Aquel Gran Pastor delas Ovejas."Sin embargo, no permitamos que nuestra predicación directa y fiel degenere en regaños a lacongregación. Algunos llaman al púlpito "Castillo de los cobardes, y tal nombre es muy propioen algunos casos, especialmente cuando los necios suben a él e insultan impúdicamente a susoyentes, exponiendo al escarnio público sus faltas o flaquezas de carácter. Hay una personalidadofensiva, licenciosa e injustificable que se debe evitar escrupulosamente, es de la tierra, terrena,y debe ser condenada explícitamente; pero hay otra que es prudente, espiritual y celestial, que sedebe buscar siempre que prediquemos.67
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DISCURSOS A MIS ESTUDIANTESPLATICA
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Aarón, no deben estar santificadas
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que debemos huir a todo trance. Est
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mancha sobre el buen nombre que ten
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