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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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elevación de los asuntos de que me había yo ocupado por algunos días, temí que la congregaciónse dirigiese hacía el Antinomianismo, extremo por lo menos tan peligroso como elArminianismo."Considerad bien qué pecados se encuentran en mayor número en la iglesia y la congregación.Ved sí son la vanidad humana, la codicia, la falta de oración, la ira, el orgullo, la falta de amorfraternal, la calumnia u otros defectos semejantes. Tomad en cuenta cariñosamente las pruebas aque la Providencia plazca sujetar a vuestros oyentes, y buscad un bálsamo que pueda cicatrizarsus heridas. No es necesario hacer mención pormenorizadamente, ni en la oración ni en elsermón, de todas estas dificultades con que luchen los miembros de vuestra congregación, pormás que eso haya sido la costumbre de un ministro venerable que antes era un gran obispo poracá, y que ahora se halla en el cielo. Solía en su grande cariño hacía su congregación, hacertantas alusiones respecto de los nacimientos, las muertes y los casamientos habidos entre su grey,que una de las diversiones de sus oyentes en la tarde del domingo debe haber consistido endeterminar a quienes se había referido el ministro en las diferentes partes de su oración y de susermón. Esto fue tolerado y aun considerado admirable en él; pero en nosotros seria ridículo: unpatriarca puede hacer con propiedad, lo que un joven debe evitar escrupulosamente. El ministrovenerable de quien acabo de hacer mención, aprendió esta costumbre de particularizar, delejemplo de su padre, porque en su familia, los niños tenían la costumbre de hablar entre sirespecto de alguna cosa especial que hubiera acontecido en el día: 'Debemos esperar hasta que secelebre el culto familiar, entonces oiremos todo."Pero estoy desviándome del asunto. Este ejemplo nos enseña cómo una costumbre excelentepuede degenerar en una falta; pero la regla que he indicado no se afecta por ello. Puedenpresentarse a veces ciertas pruebas, a muchos de la congregación, y como estas afliccionesdirigirán vuestros pensamientos a asuntos nuevos, no podréis menos de respetar sus sugestiones.Además, debemos notar el estado espiritual de nuestra congregación, y si podemos ver que ellaestá recayendo en faltas; sí tememos que estén sus miembros en peligro de ser inoculados dealguna herejía dañosa, u ofuscados por una perversa imaginación; si algo, en efecto, en todo elcarácter fisiológico de la iglesia, nos impresiona como una falta, debemos preparar cuanto antesun sermón que pueda, por la gracia divina, impedir que cunda esa plaga. Indicios como estos sonlos que el Espíritu de Dios presenta al pastor cuidadoso, que con todo esmero quiere cumplir consu deber hacía su grey. El pastor fiel examina con frecuencia sus ovejas y se determina su modode tratarlas por el estado en que se encuentran. Proveerá" una clase de comida frugal y otra másabundante, y la medicina oportuna, en su proporción debida, según lo que su juicio prácticoencuentre necesario." Seremos guiados bien en esto, si nos asociamos con "Aquel Gran Pastor delas Ovejas."Sin embargo, no permitamos que nuestra predicación directa y fiel degenere en regaños a lacongregación. Algunos llaman al púlpito "Castillo de los cobardes, y tal nombre es muy propioen algunos casos, especialmente cuando los necios suben a él e insultan impúdicamente a susoyentes, exponiendo al escarnio público sus faltas o flaquezas de carácter. Hay una personalidadofensiva, licenciosa e injustificable que se debe evitar escrupulosamente, es de la tierra, terrena,y debe ser condenada explícitamente; pero hay otra que es prudente, espiritual y celestial, que sedebe buscar siempre que prediquemos.67

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