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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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sugieran en el momento de predicar. Esta clase de predicación no es extemporánea: las palabras,si, y en mi concepto ellas deben serlo; pero los pensamientos son el resultado de muchoescudriñamiento y estudio. Sólo las personas irreflexivas piensan que esto es fácil, pues lejos deahí, es el modo más laborioso y eficiente de predicar y tiene sus propias excelencias de que ahorano puedo tratar especialmente, porque eso nos desviaría del punto principal de nuestra discusión.Nuestro asunto es la facultad pura, no mezclada, de hablar espontáneamente, y a ésta volvamosahora. Este talento es útil en extremo, y se puede adquirir por casi todos los ministros con unpoco de trabajo. Hay algunos que lo poseen, pero se puede decir sin equivocarse, que tal don esraro. Los italianos que improvisaban en otro tiempo, poseían en tal grado el don de hablarespontáneamente, que sus versos improvisados sobre asuntos sugeridos al momento por losespectadores, muchas veces llegaban a centenares y aun a miles de líneas. Producían tragediasenteras tan espontáneamente, como los manantiales emiten agua; y versificaban media hora oaun una entera de seguida, sin preparación alguna, estimulados sin duda, muchas veces, por unpoco de vino italiano. Sus obras impuras no pasan por regla general, de ser mediocres, y sinembargo, uno de ellos, Perfetti, ganó la corona de laurel que antes se había adjudicado solamentea Petrarca y a Tasso. Muchos de ellos producen en nuestros tiempos versos improvisados queestán al nivel de las capacidades de sus oyentes, y que son escuchados con la mayor atención. Esprobable que no podamos nosotros producir versos, ni es preciso que aspiremos a la facultad dehacerlo. Muchos de vosotros, a no dudarlo, habéis versificado algo: (y ¿quién de nosotros enmomentos de debilidad, no lo ha hecho?) pero después dejamos lo que era propio de niños, acausa de que la prosa seria en que se trata de la vida y de la muerte, del cielo y del infierno, y depecadores que perecen, nos exige todo nuestro pensamiento. El Sr. Wesley solía decir a suscompañeros: "No cantéis himnos compuestos por vosotros <strong>mis</strong>mos." La costumbre de enunciarrimas de su propia composición, era muy común entre los teólogos de su tiempo. Es de esperarque ésta se haya extinguido ya por completo.Muchos abogados poseen en alto grado el don de improvisar ¡Deben tener algunas virtudes!Hace pocas semanas que un hombre desgraciado fue acusado del horrible crimen de habercalumniado a un abogado. Fue fortuna para él que no hubiera sido yo su juez, puesto que si unafalta tan estupenda y atroz se le hubiera probado, yo lo habría condenado a que fueserepreguntado por su acusador durante el periodo todo de su vida natural, esperando<strong>mis</strong>ericordiosamente que ésta fuese corta. Pero muchos de los señores del foro hablan con muchafacilidad, como podréis ver con toda claridad, tienen que improvisar hasta cierto grado, pues aveces no pueden prever el curso del argumento cuya evidencia se les exige, ni la disposición enque se halle el juez, ni los alegatos de la parte contraria. Por buena que hubiera sido lapreparación de un asunto, deben surgir, y surgirán, algunos puntos cuya discusión necesitará unentendimiento muy vivo y una lengua muy fluida. A la verdad, he quedado sorprendido muchasveces observando las réplicas ingeniosas, perspicaces y del todo a propósito que los abogadoshan improvisado en nuestros jurados. Lo que un Licenciado puede hacer abogando por la causade su cliente, debemos nosotros hacerlo al abogar por la causa de Dios. No debemos permitir queel foro sobresalga al pulpito. Con la ayuda de Dios seremos tan expertos en el uso de las armasintelectuales como cualquiera clase de hombres, sean éstos quienes fueren.Ciertos miembros de la Cámara de los Comunes han ejercido con el mejor éxito el talento dehablar espontáneamente. Por lo general, entre las tareas de escuchar detenidamente, la más111

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