puede negar el derecho que tiene de elegir los vasos que él usa, y dirá de ciertos hombres lo quedijo de Saulo de Tarso: "vaso escogido me es éste para que lleve mi nombre en presencia de losGentiles," Hechos 9:15. Cuando nuestro Señor ascendió a lo alto, concedió dones a los hombresapartados para varios trabajos: "El <strong>mis</strong>mo dio unos, ciertamente apóstoles; y otros profetas; yotros, evangelistas; y otros, pastores y doctores," (Efes. 4:11); de lo cual es evidente que ciertosindividuos son, como resultado de la ascensión de nuestro Señor, otorgados a las Iglesias comopastores; son dados por Dios, y en consecuencia, no elevados por sí <strong>mis</strong>mos a su posición.Hermanos, confío en que algún día podréis hablar del rebaño sobre el cual "el Espíritu Santo osha puesto como obispos," (Hechos 20:28), y deseo ardientemente que cada uno de vosotrospueda decir con el apóstol de los gentiles, ni por hombre, sino que lo ha recibido del Señor. (Gal.1:1). Ojalá sea cumplida en vosotros la antigua promesa de "Yo os daré pastores, según micorazón," (Jar. 3:15); "pondré sobre las ovejas pastores que las apacienten," (Jer. 23:4). Ojalá queel Señor realice en vuestras varias personas esta su propia declaración: "He puesto vigilantessobre tus murallas, oh Jerusalén, que nunca descansarán ni de día ni de noche." Ojalá que saquéislo precioso de lo vil para que así seáis como la boca de Dios. (Jer. 15:9). Ojalá que el Señor hagamanifiesto por medio de vosotros, el sabor del conocimiento de Jesús en todas partes, y haceros"bueno olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden," 2 Cor. 2:15. Teniendo untesoro inestimable en vasos de tierra, ojalá que la excelencia del poder divino esté en vosotrospara que así podáis a la vez que glorificar a Dios, limpiaros de la sangre de todos los hombres.Así como el Señor Jesús subió al Monte, llamó a si a los que él quiso, y los envió en seguida apredicar. (Mat. 3:13), que de igual modo os escoja, os llame a lo alto a comunicaros con él, y osenvié como sus siervos escogidos a bendecir tanto a la Iglesia como al mundo.¿Cómo puede saber un joven si es llamado o no? Este es un punto de suma importancia, y deseotratarlo con toda seriedad. ¡Quiera Dios guiarme al hacerlo! El que centenares han errado sucamino y tropezado contra un pulpito, es un hecho desconsolador pero evidente, que se deja veren la esterilidad de los ministerios, y en el decaimiento de las iglesias que nos rodean. Es unacalamidad espantosa para un joven errar su vocación; y por lo que hace a la iglesia sobre la cualse impone, el conflicto en que su yerro la mete, es de los más penosos que se puede imaginar.Cuando pienso en los males sin cuento que pueden resultar de un error en cuanto a nuestra vocaciónpara el pastorado cristiano, me siento abrumado por el temor de que alguno de nosotros semuestre re<strong>mis</strong>o en el examen de sus respectivas credenciales; y preferirla que nos halláramos engrande duda y nos examináramos muy a menudo, a que nos constituyéramos en estorbo de esaprofesión. No faltan muchos métodos exactos por los cuales puede un hombre sujetar a prueba ensí <strong>mis</strong>mo acerca de este punto. Una vez teniendo asegurada su salvación personal, le es menesterinvestigar lo que haya sobre el asunto ulterior de su llamamiento a este cargo: lo primero, tienepara él un interés vital como cristiano; lo segundo, lo tiene igualmente vital para él como pastor.Es lo <strong>mis</strong>mo profesar el cristianismo, sin conversión, que ser pastor sin vocación. En amboscasos se adopta un nombre, y nada más.I. La primera señal del llamamiento celestial, es un deseo intenso, que todo lo absorba, deemprender esa obra. Para que sea verdadera la vocación al ministerio, debe sentirse una sedirresistible, abrumadora, insaciable de comunicar a los demás lo que Dios ha hecho en bien denuestras almas; lo que yo llamaría una especie de comezón, tal como la que tienen las aves porcriar a sus polluelos cuando llega la estación, tiempo en que la madre antes morirla queabandonar su nido. Se decía de Alleine, por uno que lo conocía íntimamente, que "sentía un16
hambre infinita e insaciable por la conversión de las almas." Cuando pudo haber disfrutado unabeca en la universidad, prefirió una capellanía, porque "estaba movido por una impacienciairreprimible de que se le ocupara directamente en el trabajo ministerial." "No entréis en elministerio si podéis evitarlo," fue el consejo profundamente sabio que dio cierto teólogo a unoque le consultaba su opinión. Si algún estudiante de entre los que esto escuchan o leen, pudiesedarse por satisfecho con ser editor de un periódico, comerciante, agricultor, doctor, abogado,senador o rey, en nombre del cielo y de la tierra, que siga su camino: no es el hombre en quienmora el Espíritu de Dios en su plenitud; porque aquel que estuviera lleno de Dios, sentiría sumarepugnancia por todo lo que fuera aquello por lo cual suspira en lo Intimo de su alma. Si por elcontrario, podéis decir que ni por todas las riquezas de ambas Indias, consentiríais ni osaríaisoptar por empleo alguno que no fuera el de consagraros a la predicación del Evangelio de Jesucristo,en ese caso, descansad en ello, si en lo demás obtenéis resultados igualmentesatisfactorios, pues tendréis las señales requeridas para este apostolado. Debemos sentirnosllenos de inquietud si no predicamos el Evangelio; la Palabra de Dios debe ser en nosotros comofuego en nuestros huesos; de lo contrario, si emprendemos los trabajos ministeriales, seremosdesdichados al ocuparnos en ellos; careceremos de aptitud para armarnos de la abnegación quedebe acompañarlos, y serán de poca utilidad para aquellos entre quienes trabajemos. Hablo deabnegación, y bien puedo hacerlo, porque la obra del verdadero pastor está llena de ella, y sinamor a su vocación pronto sucumbirá, o dejará por penosas las tareas que se ha impuesto, o lasproseguirá con disgusto, abrumado por una monotonía tan cansada como la del caballo ciego quetira de la rueda de un molino."Hay un consuelo en la fuerza del amor; y éste hará soportable una cosa que de otra manera, destrozaríael corazón."Ceñidos con ese amor, seréis intrépidos; desprovistos de ese cinturón más que mágico, deirresistible vocación, desfalleceréis bajo el peso de la <strong>mis</strong>eria mayor.Este deseo debe ser meditado. No basta que sea un impulso repentino que no vaya acompañadode una ansiosa consideración. Es preciso que sea el fruto de nuestro corazón en sus mejoresmomentos, el objeto de nuestras reverentes aspiraciones, el sujeto de nuestras más fervorosasoraciones. Debe persistir en nosotros aun cuando ofertas tentadoras de riquezas y comodidadesvengan a ponerse en conflicto con él, y permanecer como una resolución tomada con calma ycon la cabeza despejada, después que todo haya sido estimado en su justo valor, y calculadoconcienzudamente su costo. Cuando siendo yo niño vivía en el campo en la casa de mi abuelo, viuna partida de cazadores vestidos de casacas coloradas, corriendo a caballo a través de loscampos en persecución de un zorro. Mi corazón infantil se entusiasmó, y me sentí dispuesto aseguir tras los sabuesos saltando setos y zanjas. Siempre he sentido una inclinación natural poresa clase de ejercicios, y cuando de muchacho se me preguntaba lo que yo quería ser,generalmente contestaba que iba a ser cazador. ¡Hermosa profesión, a fe mía! Muchos jóvenestienen de ser pastores de almas, la <strong>mis</strong>ma idea que yo tenía de ser cazador. Los anima unpensamiento meramente pueril de que les agradaría la casaca roja y el silbato de cuerno, es decir,los honores, los respetos, las comodidades y son probablemente bastante necios para pensar tambiénen las riquezas del ministerio. La fascinación que ejerce el cargo de predicador en losespíritus débiles, es muy grande, y por lo <strong>mis</strong>mo exhorto encarecidamente a todos los jóvenes a17
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