todos se extraviarían, siendo él en gran manera responsable de los pecados a que haya dadoocasión. No podemos soportar el pensar en esto, hermanos míos. No tendremos al hacerlo, ni unsolo momento de consuelo; más sin embargo, no debemos omitirlo a fin de estar en guardiacontra semejante mal.Debéis tener presente también, que nos es menester una piedad muy vigorosa, porque elpeligro que corremos es mucho mayor que el de los demás. Sobre todo, no hay ningún lugar tanasaltado por la tentación, como el ministerio. A pesar de la idea popular de que está en nuestrocarácter retirarnos prudentemente de una tentación, no es menos cierto que nuestros peligros sonmás frecuentes y envidiosos que los del común de los cristianos. El lugar que ocupamos puedeser ventajoso por su altura, pero esa <strong>mis</strong>ma altura es peligrosa, y para muchos no ha sido elministerio sino una roca de tropiezo. Si nos preguntaseis cuáles son esas tentaciones, podríafaltarnos tiempo para particularizároslas; pero os diremos que entre otras se hallan las másgroseras y las más refinadas: a las primeras pertenecen la indulgencia con que nos juzgamos alaceptar y hacer los honores a una buena mesa, a lo cual nos vemos muy a menudo invitados entreun pueblo hospitalario; y las tentaciones de la carne, que sin cesar acometen a los jóvenessolteros enaltecidos y admirados por el bello sexo. Más creo haber dicho bastante: vuestraspropias observaciones os revelarán bien pronto miles de celadas, a menos que vuestros ojos sehayan cerrado a la luz. Hay lazos más secretos que éstos de los cuales menos fácilmentepodemos escapar, y de ellos el peor es la tentación al ministerialismo, es decir, la tendencia a leernuestras Biblias como ministros, a orar como ministros, a dar, en suma, en hacer todo loconcerniente a nuestra religión como sí eso no incumbiera a nuestras personas sino de un modopuramente relativo. Perder la personalidad en el arrepentimiento y en la fe, es por cierto, perdermucho. "Nadie," dice John Owen, "predica su sermón bien a otros, si no se lo predica primero asu propio corazón." Hermanos, es sumamente difícil observar esta máxima. El cargo quedesempeñamos en vez de avivar nuestra piedad, como algunos aseguran, se convierte, debido ala maldad inherente a nuestra naturaleza carnal, en uno de sus más serios estorbos; al menos, asílo juzgo por experiencia.Cómo debate uno y lucha contra el oficialismo, y sin embargo, cuán fácilmente nosacosa! Es como una larga vestidura que se enreda en los pies de uno que va a correr, y le impidehacerlo. Precaveos, queridos hermanos, de ésta y de todas las otras seducciones de vuestravocación; y si lo habéis hecho así hasta ahora, continuad en vigilancia hasta la última hora de lavida.Hemos hecho notar uno de los peligros; pero a la verdad, hay de ellos una legión. El granenemigo de las almas toma el mayor empeño en no dejar ni una piedra sin voltear para la ruinadel predicador. "Tened cuidado de vosotros <strong>mis</strong>mos," dice Baxter, "porque el tentador hará suprimera y más furiosa embestida contra vosotros. Si sois los gulas que le salís al frente, no dejaráde acometeros sino en los casos que Dios no se lo permita. Os pone las mayores asechanzas,porque tenéis por <strong>mis</strong>ión causarle el daño mayor. Como él odia a Cristo más que a ninguno denosotros, por ser Jesús el general del campo y el "Capitán de nuestra salvación," y quien hacemás que el mundo entero contra el reino de las tinieblas, es esta la razón que tiene para fijarse enlos caudillos que militan bajo las banderas del Salvador, más que en el común de los soldadosque igualmente lo hacen según su proporción. Sabe cuanta confusión puede introducir en elejército, si los jefes caen ante su vista. Ha procurado siempre la manera de combatir contra éstos,y no precisamente contra los muy grandes o muy pequeños, comparativamente; y la de herir a lospastores para poder dispersar el rebaño. Y es tan grande el éxito que ha alcanzado de este modo,que seguirá su táctica hasta donde pueda. Tened cuidado, por tanto, hermanos míos, porque el8
enemigo os mira con especial atención. Seréis objeto de sus más sutiles insinuaciones, incesantessolicitaciones y violentos asaltos. Por sabios y eruditos que seáis tened cuidado de vosotros<strong>mis</strong>mos, no sea que supere el ingenio que pensáis tener. El diablo es más instruido que vosotros,y más diestro disputador; puede trasformarse en un ángel de luz para engañaros. Se introduciráen vosotros y os echará la zancadilla antes que os pongáis en guardia; hará de juglar con vosotrossin descubrirse; os persuadirá de vuestra fe o inocencia, y no sabréis que las habéis perdido. Másaún, os hará creer que las poseéis en mayor grado, cuando ya no las tengáis. No veréis ni elgancho ni el sedal, mucho menos el <strong>mis</strong>mo sutil pescador, cuando él os ofrezca en ceboincitador. Y sus añagazas serán tan adecuadas a vuestro temperamento y disposición, que llevarápor seguro hallar auxiliares suyos en vosotros <strong>mis</strong>mos, y hacer que vuestros propios principios einclinaciones os traicionen; de esa manera, siempre que os arruine, os hará el instrumento devuestra propia ruina. ¡Oh! qué conquista pensará haber hecho, si puede volver a un ministroperezoso e infiel; si puede inducirlo a la codicia y al escándalo! Se gloriará contra la iglesia ydirá: "Estos son vuestros santos predicadores: ved cuál es su gravedad afectada, y adónde ésta losllevará." Se gloriará también contra el <strong>mis</strong>mo Jesucristo y dirá: "¡Estos son tus campeones!Puedo hacer que los principales de entre tus siervos se mofen de ti; puedo hacer infieles a losmayordomos de tu casa." Si él así insultó a Dios partiendo de un juicio falso, diciéndole quepodría hacer que Job le blasfemara en su rostro, (Job 2:5,) ¿qué no haría si él de hechoprevaleciese contra nosotros? Y por último, le serviríais de irrisión por haber podido arrastraros aser falsos respecto del gran depósito que se os había confiado, a manchar vuestra santa profesión,y a prestar un positivo servicio a vuestro mayor enemigo. ¡Oh! no complazcáis de ese modo aSatanás; no le prestéis un auxilio tan eficaz; no permitáis que os trate como los filisteos trataron aSansón, es decir, que primero os prive de vuestra fuerza para haceros después objeto de sutriunfo e irrisión."Una vez más. Debemos cultivar el mayor grado de piedad, porque la naturaleza denuestro trabajo así lo requiere imperativamente. La obra del ministerio cristiano es bien ejecutadaen exacta proporción con el vigor de nuestra naturaleza renovada. Nuestro trabajo está bienhecho solamente cuando así lo está con nosotros <strong>mis</strong>mos. Cual es el obrero, tal será su obra.Hacer frente a los enemigos de la verdad; defender los baluartes de la fe; gobernar bien en la casade Dios; consolar a los que sufren; edificar a los santos; guiar a los irresolutos; sobrellevar a losdíscolos; ganar y nutrir las almas: todos estos trabajos y otros mil más, no son para ser ejecutadospor una persona débil de espíritu o dispuesta a hacer alto en su camino, sino están reservadospara las dotadas de un gran corazón a quienes el Señor ha hecho fuertes para él <strong>mis</strong>mo. Buscad,pues, fuerza en el Fuerte por excelencia; sabiduría, en la fuente del Saber; en suma, buscadlotodo en quien es Dios de cuanto hay.En tercer lugar, es menester que el ministro tenga cuidado de que su carácter personalconcuerde en todos respectos con su ministerio.Todos nosotros hemos oído referir la historia del hombre que predicaba tan bien, y vivía tan mal,que cuando estaba en el púlpito no había quien no dijera que nunca debía salir de él, y cuando lodejaba, todos a una declaraban que no debía volverlo a ocupar jamás. ¡Que Dios nos libre deimitar a semejante Jano! No seamos nunca ministros del Señor en el altar, e hijos de Belial fuerade la puerta del tabernáculo; por el contrario, seamos como Nazianceno dice de Basilio: "Rayoen nuestra doctrina, y relámpago en nuestra conversación." No podemos confiar en los quetienen dos caras, ni los hombres creerán nunca en aquellos cuyos testimonios verbales yprácticos son contradictorios entre sí. Así como los hechos según el proverbio, hablan más alto9
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mancha sobre el buen nombre que ten
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