posturas graciosas y a propósito allí representadas, porque ellas son las mejores para la voz.Buscad a un amigo que pueda deciros cuáles son vuestras faltas, o lo que seria mejor aun, dad labienvenida a cualquier amigo que os vigile rigurosamente y os hiera sin piedad. ¡Qué grandebendición no sería tal crítico para un hombre sabio, y qué incomodidad tan insoportable para unnecio! Corregios diligente y frecuentemente, o de otro modo caeréis en muchos errores sinsaberlo: se multiplicarán los falsos tonos, y se formarán insensible-mente muchas costumbresdesaliñadas. Por tanto, criticaos severamente y sin cesar. No tengáis en poco nada de lo quecontribuya a haceros un poco más útiles. Pero no por esto, señores, degeneréis nunca haciéndolotodo para convertiros en pisaverdes del púlpito, pensando que los gestos y la voz son el todo. Mecausa náuseas oír decir que hay hombres que emplean toda la semana en preparar un sermóncuya preparación principal consiste en repetir ante un espejo sus preciosas producciones. ¡Ay deeste siglo, si los corazones destituidos de gracia tienen que ser perdonados en atención sólo a susgraciosos modales! Mejor sería que prevalecieran todas las vulgaridades del hombre más inculto,que las bellezas perfumadas de una cortesía afeminada. No os aconsejarla yo que fueseisfastidiosos en cuanto a vuestra voz, así como no os recomendaría que imitarais a aquel carácterficticio de Rowland Hill con su anillo de diamante, con su pañuelo perfumado de esencias y consus anteojos. Los hombres exquisitos no deben funcionar en el púlpito, sino en el mostrador deuna sastrería, llevando ellos esta etiqueta: "Este estilo completo, incluyendo la hechura, $52.50."Tal vez seria bien aquí hacer la observación de que los padres deben atender más a los dientes desus niños, puesto que defectuosos dientes bien pueden impedir eficazmente a un hombre quehable con buen éxito. Algunos hombres cuya articulación es defectuosa, deben ponerse luego enmanos de un dentista científico y de mucha experiencia, puesto que unos cuantos dientesartificiales, o tal vez alguna operación muy sencilla, seria para ellos una bendición permanente.Dice bien mi propio dentista en una circular: "Cuando se han perdido todos los dientes o aunalgunos de ellos, resulta una contracción de los músculos de la cara y de la garganta; también seperjudican y se trastornan los otros órganos de la voz que dependen en gran parte de los dientespor su eficacia, y así se produce una rotura, una languidez o una depresión en el modo de hablar,como si la voz fuera un instrumento de música falto de una nota. Es en vano esperar que lasinfonía sea perfecta, y que el acento sea bien proporcionado y consistente por lo que atañe altono y a la elevación de la voz, si hay en ella defectos físicos. En tal caso el hablar no puedemenos de ser más o menos difícil, y ordinariamente el resultado será un hábito de cecear, o debajar la voz demasiado rápida o repentinamente; y cuando los defectos sean muy graves, seencontrará una especie de murmullo o de gruñido."Cuando tales obstáculos existen y el remedio está a nuestro alcance, se nos exige valernos de élpara hacernos así más útiles. Bien puede suceder que parezcan los dientes poco importantes, peronunca debemos olvidarnos de que no hay cosa pequeña en una vocación tan elevada como lo esla nuestra. En lo que falta para concluir estas lecturas, haré mención de asuntos aun másinsignificantes todavía, puesto que tengo la convicción profunda de que tales sugestiones sobrecosas pequeñas al parecer, pueden seros muy útiles evitándoos graves defectos en modo dehablar.Finalmente, quisiera yo deciros unas palabras respecto de vuestras gargantas: Cuidadlas bien.Tened cuidado siempre en limpiarlas antes de comenzar a hablar, pero nunca lo hagáis mientrasestéis predicando. Cierto hermano muy estimado, siempre habla por este estilo: "Mis queridosamigos,-hem, hem este asunto hem, hem que vamos a tratar -hem, hem es muy interesante, y -96
hem, hem les suplico hem, hem -me prestéis vuestra -hem, hem -más fiel atención" Un jovenpredicador, deseoso de mejorar su de hablar, escribió al Sr. Jacob Gruber, pidiéndole consejos.Había formado la costumbre de prolongar sus palabras, especialmente cuando estaba excitado. Elanciano le mandó la siguiente la siguiente lacónica contestación:-"Querido - ah - hermano- - ah -cuando - ¡ah! - estés - ¡ah! – para predicar -¡ah! - ten - ¡ah! - cuidado - ¡ah! - de no - ¡ah! - decir¡ah! ¡ah! ¡ah! Soy - ¡ah! - ¡ah! - Jacobo - ¡ah! - Gruber - ¡ah!" Tomad mucho empeño en evitartales defectos. Otros, dejando de limpiar su garganta, hablan como si estuvieran medio sofocadosy quisieran expectorar: seria mejor hacerlo de una vez y no fastidiar a los oyentes repitiendoruidos tan desagradables. El resollar y el resoplar apenas son cosas permitidas cuando elpredicador tiene catarro, pero son desagradables en extremo, y si llegan a ser habituales, debenconsiderarse como grandes molestias. Vosotros me disimularéis el haber hecho mención de estosactos tan vulgares; pero es muy fácil que llamándoos ahora la atención sobre estos asuntos, de unmodo tan claro y libre, pueda yo conseguir que os evitéis de muchas mortificaciones en losucesivo, y de muchos errores en cuanto al arte de hablar. Acabando de predicar, cuidad vuestrasgargantas no envolviéndolas nunca estrechamente. Con bastante desconfianza me atrevo a daroseste consejo como fruto de mi propia experiencia. Si algunos de vosotros tenéis bufandas de lanamuy abrigadoras que os traigan tiernos recuerdos de vuestras madres o hermanas, conservadlasen el fondo de vuestros baúles, pero nunca hagáis uso de ellas envolviéndolas en vuestrasgargantas. Si algún hermano quiere morir de catarro pulmonar, que use una bufanda grande en elcuello y se olvide de ella alguna noche en que haga mucho frío. El resultado será un catarro quele dure por toda su vida. Muy rara vez se ve a un marinero con el cuello envuelto. No, casisiempre lo tiene desnudo y expuesto a la intemperie. Usa un doblado, y si es que tiene corbata, esésta muy chica y la usa casi suelta para que sople libremente el viento alrededor de su cuello.Creo firmemente en lo saludable de esta costumbre, y por catorce años la he practicado. Antessufría yo muy a menudo catarros, pero durante este tiempo me han caldo muy rara vez. Si sentísla necesidad de alguna cosa más de lo que tenéis, dejad crecer vuestra barba: ésta es unacostumbre muy bíblica, natural, varonil y benéfica. Uno de nuestros hermanos, aquí presente, hatenido esta precaución por cuatro años, y dice que le ha servido de mucho. Se vio obligado a salirde Inglaterra por haber perdido su voz, pero se ha puesto tan robusto como lo era Sansón, sólopor dejar crecer su barba. Si alguna vez os encontráis enfermos de la garganta, consultad a unbuen médico; o si no podéis hacerlo, atended según vuestro gusto a las sugestiones siguientes:Nunca compréis "Confites de Malvavisco," ni ''Pastilla de Brown," ni "obleas para el pulmón," niAjenjo, ni Ipecacuana, ni ninguno otro de los diez mil emolientes. Pueden serviros de algo poralgún tiempo. Si queréis mejorar el estado de vuestra garganta, tomad de sustancias astringentestanto cuanto pueda soportar vuestro estómago. Tened cuidado de no traspasar este limite, porquedebéis tener presente el que es vuestro deber cuidar tanto el estómago como la garganta; y si elaparato de la digestión no está en corriente, ningún órgano del cuerpo puede estarlo. El sentidocomún os enseña que los astringentes deben ser útiles. ¿Habéis oído decir alguna vez que uncurtidor haya cambiado una piel en cuero sólo por variarla en agua de azúcar? Tampoco le habríaservido tolú, o ipecacuana, o melado. De ninguna manera; al revés, su efecto habría sido elcontrario de lo que buscaba. Cuando el curtidor quiere endurecer y hacer fuerte una piel, la meteen una solución de corteza de encina o de otra sustancia astringente, la cual da solidez al materialy lo fortalece. Cuando empecé yo a predicar en el Salón de Exeter, mi voz era muy débil paraaquel local, tan débil como lo son las voces en general, y muchas veces se me acabó porcompleto cuando predicaba en las calles. Las cualidades acústicas del salón eran sumamentemalas por ser excesivo lo ancho de él en comparación con lo largo, y tenía yo siempre a mano97
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