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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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examinéis vosotros <strong>mis</strong>mos, para que así hagáis buen uso de lo que sobre este particular os llevodicho.Una vez fijado el primer punto de la verdadera religión, sigue en importancia para elministro el de que su piedad sea vigorosa.No debe conformarse con caminar al <strong>mis</strong>mo paso que las filas del común de loscristianos; es preciso que sea un creyente maduro y avanzado, porque los ministros de Cristo hansido llamados con toda propiedad "lo más escogido de su escogimiento, lo selecto de su elección,la iglesia entresacada de la iglesia." Si fuera llamado a ocupar una posición ordinaria y adesempeñar un trabajo común, quizá con una gracia común podría satisfacerse, no obstante queni aun así pasaría de indolente su satisfacción; pero con el hecho de haber sido electo paratrabajos extraordinarios, y llamado a un lugar rodeado de peligros nada comunes, debe sentirseansioso de poseer aquella fuerza superior, única, adecuada a su posición. El pulso de su piedadvital debe latir de un modo fuerte y regular; el ojo de su fe debe ser perspicaz; el pie de suresolución debe ser firme; la mano de su actividad debe ser pronta: todo su hombre interior, enfin, debe hallarse en el más alto grado de salud. Se dice que los egipcios escogían sus sacerdotesde entre los más instruidos de sus filósofos, y luego estimaban tanto a sus sacerdotes, que deentre éstos escogían sus reyes. Nosotros necesitamos que se tenga por ministro de Dios a la flor ynata de las huestes cristianas, a hombres tales que si la nación necesitara reyes, no pudiera hacercosa mejor que elevarlos al trono. Nuestros hombres de espíritu más débil, más tímidos, máscarnales y peor contrabalanceados, no son candidatos a propósito para el púlpito. Hay algunostrabajos que nunca podríamos encomendar a los inválidos o deformes. Un hombre puede notener las cualidades necesarias para trepar por altos edificios; su cerebro quizá sea demasiadodébil, y su trabajo en un lugar elevado lo expondría a grandes peligros: si eso es así, dejadlopermanecer en el suelo y que busque una ocupación útil en donde su cerebro fuerte es menosesencial. Hay hermanos que tienen defectos análogos en lo espiritual, y no pueden ser llamadosal desempeño de un servicio conspicuo y elevado por ser sus cabezas demasiado débiles. Si porcasualidad obtuviesen buen éxito, se henchirían de vanidad, defecto demasiado común entre losministros, y que es de todos el que menos cuadra con su carácter, y el que con más seguridad loshará caer. Si nosotros como nación fuésemos llamados a la defensa de nuestros hogares, noharíamos sin duda salir al encuentro del enemigo, a nuestros muchachos y muchachas, armadosde espadas y fusiles; pues tampoco la Iglesia debe enviar a combatir por la fe a cualquier noviciocharlatán, o entusiasta falto de experiencia. El temor de Dios debe enseñar al joven la sabiduría,sino quiere tener cerrada la puerta del pastorado. La gracia de Dios debe madurar su espíritu,pues de lo contrario haría mejor en esperar hasta que el poder le fuese dado de lo alto. El caráctermoral más elevado, debe conservarse diligentemente. Hay muchos que no son a propósito paradesempeñar un cargo en la Iglesia, y que sin embargo, son bastante buenos como simplesmiembros de ella. Tengo formada una opinión severa con respecto a los cristianos que hanincurrido en pecados graves: me complazco en creer que pueden convertirse sinceramente, y conesta esperanza y las precauciones debidas, ser recibidos de nuevo en la Iglesia; pero tengo duda,grande duda, acerca de si un hombre caído en pecados groseros pueda ser fácilmente restituido alpúlpito. John Angell James observa, y con razón, que "cuando un predicador de la justicia haandado por el camino de los pecadores, no debe nunca abrir de nuevo sus labios para hablar auna congregación antes de que su arrepentimiento haya sido tan notorio como su falta." "Queaquellos que han sido esquilados por los hijos de Ammón, se estén en Jericó hasta que sus barbas6

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