Por último, os digo esto en confianza, preparad vuestras oraciones. Diréis asombrados: ¿Quéquiere usted decir con este consejo? Bien, doy a entender lo que algunos no quieren decir pordichas palabras. Este asunto se discutió una vez en una sociedad de ministros. ¿Era bien hechoque un ministro preparara su oración de antemano? Algunos dijeron con plena convicción queno, que eso seria muy malo: y tenían razón. Otros con igual convicción, dijeron que sí: y a éstostambién los asistía la razón. En mi concepto, tanto unos como otros dijeron la verdad. Losprimeros entendieron por preparación, el estudio de las expresiones y la formación de un hilo depensamientos formado con anticipación, y esto al modo de ver de todos, seria cosa enteramentecontraria a la adoración espiritual, en la cual debemos entregarnos por completo en manos delEspíritu Santo, y recibir de El nuestra ilustración tanto en cuanto a los pensamientos como encuanto a las palabras. Convenimos perfectamente en estas observaciones, porque si un hombreha de escribir sus oraciones y estudiar sus peticiones una por una, que haga uso más bien de unaliturgia. Pero los hermanos que opinaron de distinto modo, dieron a entender por preparación,otra cosa muy diferente, es decir, no la de la inteligencia, sino la del corazón, y la cual consisteen considerar solemnemente y antes del culto, la importancia de la oración; en meditar sobre lasnecesidades de las almas humanas; en recordar las promesas en que debemos esperar, y enacercarnos así al Señor con una petición escrita en tablas de carne del corazón. Esto esciertamente mejor que acercarnos a Dios a trochemoche, precipitándonos al trono de sopetón, sinmotivo ni deseo definido. Un hombre decía: "Nunca me canso de orar, porque espero siempre unobjeto definido como resultado de mi oración." Hermanos, ¿son así vuestras oraciones? ¿Osesforzáis en tener un estado espiritual a propósito para dirigir las peticiones de vuestracongregación? ¿Ordenáis vuestra causa al acercaros al Señor? Siento, hermanos, la persuasión deque debemos prepararnos por medio de la oración privada para la pública. Viviendo cerca deDios, debemos conservar un espíritu devoto, y de ese modo no dejaremos de tener buen éxito ennuestras plegarias orales. Si algo más de lo que hemos indicado se puede tolerar, es que aprendamosde memoria algunos salmos y otros pasajes de la Biblia que contienen promesas, súplicas,alabanzas y confesiones que puedan servirnos en nuestras oraciones. Se nos dice que Crisóstomohabía aprendido de memoria toda la Biblia y podía repetirla a su gusto; no es de admirar portanto, que se le haya llamado "pico de oro." Bien, al comunicarnos con Dios, no hay otraspalabras más a propósito que las del Espíritu Santo. "Haz lo que has dicho," será cosa quesiempre prevalecerá con el Altísimo. Por tanto, os doy el consejo de que aprendáis de memorialos ejercicios inspirados de devoción que se encuentran en la Palabra de la verdad, y de estemodo, vuestra lectura diaria de la Biblia os proporcionará súplicas nuevas, que serán comoungüento derramado que llena toda la casa de Dios con su fragancia, siempre que presentéisvuestras peticiones públicas ante el Señor. Las semillas de la oración sembradas así en lamemoria, producirán una cosecha abundante y constante, porque el Espíritu a la hora de laoración pública, calentará con fuego consagrado vuestra boca. Así como <strong>David</strong> empleó la espadade Goliath para ganar sus victorias subsiguientes a la muerte de aquel filisteo, así podemos aveces hacer uso de una petición ya aceptada, y cuando Dios la cumpla de nuevo a nuestro respecto,nos hallaremos capaces de decir con el hijo de Isaí: "No hay otra Igual a ella." Quevuestras oraciones sean fervorosas, ardientes, constantes y vehementes. Pido al Espíritu Santoque enseñe a todos los <strong>estudiantes</strong> de este colegio, a ofrecer sus oraciones públicas de tal modo,que Dios siempre sea servido de lo mejor. Sean sencillas y sinceras vuestras peticiones, y aunquevuestra congregación piense a veces que el sermón no es del todo bueno, que en cambio nopueda menos de confesar que la oración suple todo lo que falta a las otras partes del culto.52
Pudiera yo decir mucho más y tal vez debiera decirlo, pero me falta tanto el tiempo como lafuerza, y por tanto doy fin aquí a esta conferencia.***PLATICA VSermones - Su AsuntoToda clase de sermones debe tender a la ilustración de los oyentes, y las doctrinas enseñadasdeben ser sólidas, importantes y abundantes. No subimos al púlpito sólo con el objeto de hablar,sino que tenemos que comunicar instrucciones de la mayor importancia, y por lo <strong>mis</strong>mo nopodemos emplear el tiempo diciendo cosas fútiles por bonitas que sean. La variedad de nuestrosasuntos casi no tiene límite, y por tanto, no podemos tener disculpa si nuestros discursos soninsípidos y triviales. Si hablamos como embajadores de Dios, no debemos nunca quejamos defalta de asuntos, porque nuestro mensaje abunda en los pensamientos más preciosos. Todo elEvangelio se debe presentar desde el púlpito; toda la fe, una vez entregada a los santos, debe serproclamada por nosotros. La verdad tal como se encuentra en Jesucristo, debe ser declaradainstructivamente, para que el pueblo no escuche simplemente, sino conozca la armonía de la<strong>mis</strong>ma. No servimos en el altar del Dios desconocido, sino hablamos a los que adoran a Aquel dequien está escrito, "los que conocen tu nombre, confiarán en Ti." Dividir bien un sermón es unarte muy útil, pero ¿de qué puede servirnos, si no hay qué dividir? El que puede dividir bien, escomo una persona diestra en trinchar que tiene enfrente un plato vacío. Poder presentar unexordio oportuno y atractivo; hablar fácilmente y con propiedad durante el tiempo asignado aldiscurso, y concluir con una peroración que inspire respeto, puede parecer suficiente a los quepredican de un modo simplemente formal; pero el ministro verdadero de Cristo, sabe que el valorreal de un sermón debe consistir no en su forma y modo, sino en la verdad que contiene. Nadapuede sustituirse en vez de la enseñanza; toda la retórica del mundo es tan sólo como la paja deltrigo, cuando se pone en contraste con el Evangelio de nuestra salvación. Por hermosa que sea lacanasta del sembrador, es cosa enteramente inútil si no contiene semilla. El mejor discurso quehaya podido pronunciarse, deja notablemente de llenar su fin, si la doctrina de la gracia de Diosno se encuentra en él; vuela sobre las cabezas de los hombres como una nube, pero no distribuyeagua en la tierra sedienta, y por tanto, el recuerdo de él desalienta por lo menos, a las almas quehan aprendido la sabiduría debido a las lecciones de una necesidad urgente. El estilo de unhombre puede ser tan fascinador como el de la autora de quien alguno dijo que "debía escribircon pluma de cristal mojada en rocío, sobre papel de plata, y usar en vez de grenilla el polvo delala de una mariposa;" pero ¿de qué importancia es para un auditorio cuyas almas están en elmayor peligro, lo que no es más que elegancia? Por cierto que ésta es más ligera que la vanidad.Los caballos no se deben juzgar por sus cascabeles, ni por su guarnición, sino por sus miembros,huesos y raza; y de igual modo, los sermones cuando son el objeto de la crítica de oyentesjuiciosos, son estimados principalmente, según el número de verdades evangélicas, y la fuerzadel espíritu evangélico que contienen. Hermanos, pesad vuestros sermones. No los vendáis al pormenor, por varas, sino distribuidlos por libras. Apreciad en poco el número de las palabras quehabléis, pero esforzaos en ser estimados según el carácter de vuestros pensamientos. Es unanecedad prodigar palabras y escasear verdades. Debe estar destituido en extremo de juicio el quese complazca en oírse descrito a sí <strong>mis</strong>mo en estas palabras del gran poeta del mundo que dice:"Graciano habla una infinidad de nadas. No hay otro igual a él en este respecto en toda Venecia;53
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mancha sobre el buen nombre que ten
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de modales que en su concepto, les
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Nosotros también somos hombres de
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preciso que no incurra en el error
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Además, por desprovistas que esté
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