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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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crezcan;" esto que con frecuencia se ha dicho en son de mofa a los mozuelos barbilampiños aquienes evidentemente es inaplicable, es una metáfora bastante propia y que conviene a loshombres deshonrados y sin carácter, sea cual fuere su edad. ¡Ay! una vez cortada la barba de lareputación, es sumamente difícil que llegue de nuevo a crecer. Una inmoralidad descarada, en lamayoría de los casos, por profundo que sea el arrepentimiento, es un signo fatal de que elcarácter de quien así procedió, nunca fue dotado de gracias ministeriales. La esposa del César nodebe exponerse a que de ella se sospeche; que no haya desfavorables rumores en cuanto a laconducta inconsecuente de un ministro, pues de lo contrario deben abrigarse pocas esperanzas deque sea de utilidad. A los caídos tiene que recibírseles en la iglesia como penitentes, y en elministerio pueden serlo si Dios los coloca ahí; no consiste en esto mi duda, sino en si Dios lesdio alguna vez lugar en él. En mi concepto, pues, no debemos apresurarnos a ayudar a que subanal púlpito de nuevo, a los que habiéndolo ocupado una vez, han mostrado que carecen de lagracia necesaria para salir airosos en las pruebas a que sujeta la vida ministerial.Para cierta clase de trabajos, no escogemos sino a los fuertes; y cuando Dios nos llama alas labores ministeriales, debemos esforzarnos en adquirir gracia que nos fortalezca y haga aptospara el desempeño de nuestra <strong>mis</strong>ión, y no ser meros novicios llevados por las tentaciones deSatanás al punto de perjudicar a la Iglesia y de labrar nuestra propia ruina. Tenemos que estarequipados con las armas todas de Dios, dispuestos a efectuar proezas de valor no esperadas departe de los demás: para nosotros, la negación y el olvido de nuestras propias personas, laperseverancia y la paciencia, deben ser virtudes cotidianas, y ¿quién es por si <strong>mis</strong>mo capaz detodas estas cosas? Nos es indispensable vivir muy cerca de Dios si queremos aprobarnos ennuestra vocación.No olvidéis, como ministros, que vuestra vida toda, y muy especialmente vuestra vidatoda pastoral, debe estar afectada por el vigor de vuestra piedad. Si vuestro celo languidece, nooraréis bien en el púlpito; lo haréis peor en familia, y detestablemente a solas en vuestro estudio.Al enflaquecer vuestra alma, vuestros oyentes sin saber cómo o por qué, hallarán que vuestrasoraciones en público les son poco edificantes, y conocerán vuestra tibieza quizás antes que vos<strong>mis</strong>mo la notéis. Vuestros discursos pondrán después en relieve vuestro decaimiento espiritual.Bien podréis valeros de frases tan escogidas y períodos tan correctos como en un tiempo lohacíais; a pesar de todo, se os echará de ver una pérdida notable de fuerza espiritual. HaréisImpulsos como en otras veces, tan vigorosos cual los del <strong>mis</strong>mo Sansón, pero hallaréis quevuestra grande fuerza se ha acabado. En vuestra comunicación diaria con vuestro pueblo, notardará éste en percibir el menoscabo de vuestra gracia que en todo se hará patente. Ojosperspicaces verán los cabellos canos aquí y allá, mucho antes que vos lo hagáis. Que un hombrese vea hecho víctima de una enfermedad del corazón, y cuantos males hay que irán envueltos enella: del estómago, de los pulmones, de las entrañas, de los músculos, de los nervios, de todo enfin, padecerá; de la <strong>mis</strong>ma manera, que se le debilite a un hombre el corazón en cosasespirituales, y muy en breve su vida entera caerá bajo la marchitadora influencia de ese mal.Además, como resultado de vuestros oyentes tendrá más o menos que sufrir: los más vigorososde entre ellos podrán quizá sobreponerse a esa tendencia depresiva, pero los más débiles se veránseriamente perjudicados. Sucede con nosotros y nuestros oyentes, lo que con los relojes debolsillo y el reloj público: si el de nuestro propio uso anduviese mal, con excepción de surespectivo dueño, pocos se engañarían por su causa; pero si el de un edificio público tenido comocronómetro llegare a desarreglarse, una buena parte de su vecindario desatinaría en la medida deltiempo. No es otra cosa lo que pasa con el ministro: él es el reloj de su congregación; muchosregulan su tiempo por las indicaciones que él hace, y si fuere inexacto, cual más, cual menos,7

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