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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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un sermón es demasiado interesante para ser dicha entre dientes. Proferiría confiadamente, yllamad a vuestro auditorio la atención desde un principio, por vuestra voz varonil. Por reglageneral, no principiéis hablando en la voz más alta, porque en tal caso se os exija por el interéscreciente del sermón; pero sin embargo, procurad como ya os he dicho, hablar con toda claridaddesde el principio del discurso. Bajad la voz aun hasta hablar quedo, cuando esto seaconveniente, porque los tonos suaves, premeditados y solemnes, no solamente dan descanso aloído, sino son muy a propósitos también para influir en el corazón. No dejéis de hacer uso de lostonos bajos, porque si los empleáis con fuerza, serán oídos también como si gritarais. No esnecesario que habléis en voz muy alta para ser bien oído. Macaulay dice respecto de GuillermoPitt: "Su voz, aun cuando bajaba a veces mucho, era oída hasta los bancos más distantes de laCámara de los Comunes." Se ha dicho y con razón, que la escopeta más ruidosa no es la quelleva una bala a la mayor distancia; al contrario, la descarga de un rifle hace muy poco ruido. Noes el tono elevado de vuestra voz el que la hace eficaz, sino la fuerza con que la empleáis. Estoycierto de que podría yo hablar bajo y de modo que se me oyera por todos los ámbitos de nuestrogran Tabernáculo; y estoy igualmente cierto de que podría desgañitarme gritando de tal maneraque nadie pudiera entenderme. Sería muy fácil hacer la prueba aquí, pero tal vez el ejemplo nosea necesario, pues temo que algunos de vosotros seáis capaces de hacerlo con el mejor éxito.Olas de aire bien pueden estrellarse en el oído en una sucesión tan rápida, que no produzcanninguna impresión traducible en el nervio auditivo. La tinta es necesaria para escribir; pero sívolteáis la botella de tinta sobre un pliego de papel, no le comunicáis ningún significado conesto. Lo <strong>mis</strong>mo sucede con el sonido: este es como la tinta; pero se necesita no una grancantidad, sino un buen uso de él, para producir una impresión inteligible en el oído. Si vuestraúnica ambición es la de competir con "Un hombre gigantesco dotado de pulmones de bronce,cuya garganta sobrepujaba la fuerza de 50 lenguas," vocead a vuestro gusto, y llegad al Eliseotan pronto como os sea posible; pero si queréis ser entendidos y útiles, evitaos el reproche de ser"impotentes y ruidosos." Sabéis muy bien que los sonidos agudos son los más penetrantes: elgrito singular usado por los que viajan en los desiertos de la Australia, debe su fuerza especial alo agudo de él. Una campana se puede oír a mucha mayor distancia que un tambor; y lo extrañoes que cuanto más musical sea un sonido, tanto mas penetrante será. Lo que se necesita no esgolpear el piano, sino tocar diestramente las debidas teclas. Estaréis de consiguiente en enteralibertad para bajar la voz con frecuencia, y así daréis descanso tanto al oído de vuestro auditorio,como a vuestros propios pulmones. Probad toda clase de métodos, desde el golpe dado con elformidable mazo, hasta la simple caricia. Sed tan suaves como un céfiro, y tan vehementes comoun torbellino. En una palabra, sed lo que cada persona de sentido común, es cuando hablanaturalmente: aboga con vehemencia, cuchichea confidencialmente, apela con tristeza o pregonacon claridad.Después de haber tratado ya de la necesidad de moderar la fuerza de los pulmones, establecía yoesta regla: modulad vuestros tonos. Cambiad con frecuencia la elevación de la voz, y variadconstantemente su tono. Dejad que se oigan en sus respectivos turnos, el bajo, el tiple y el tenor.Os suplico que hagáis esto teniendo compasión así de vosotros <strong>mis</strong>mos como de vuestroauditorio. Dios tiene <strong>mis</strong>ericordia de vosotros, y dispone todas las cosas de tal modo que quedesatisfecha vuestra tendencia a buscar la diversidad: tengamos a nuestra vez piedad de nuestrossemejantes, y no les fastidiemos con la monotonía de nuestros tonos. Es una cosa cruel sujetar eltímpano del oído de un semejante nuestro, a la pena de ser taladrado y barrenado con el <strong>mis</strong>mosonido por el espacio de media hora. ¿Qué modo más eficaz de volver a uno idiota o loco puede91

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