sus razones son como dos granos de trigo escondidos en dos fanegas de hollejos: podéisbuscarlas todo el día sin hallarlas; y cuando las hayáis encontrado, veréis que no valen el trabajoque ha costado buscarlas."Las apelaciones que excitan los afectos son excelentes, pero si no van acompañadas deenseñanzas, son simplemente una apariencia, un incendio de pólvora sin tirar una bala. Estadseguros de que la revivificación más ferviente se acabará cual mero humo, si no se sostiene porel combustible de la enseñanza. El método divino es presentar la ley a la mente, y enseguidaescribirla en el corazón; de este modo se ilumina el juicio y se someten las pasiones. Leed Heb.8:10, y seguid el modelo del pacto de gracia. La nota de Gouge sobre este pasaje se puede citaraquí con propiedad: "Los ministros deben imitar a Dios en esto, y esforzarse lo más posible eninstruir al pueblo en los <strong>mis</strong>terios de santidad, en enseñarle todo lo que es necesario creer ypracticar, y en animarlo, después a hacer todo lo que se le ha enseñado. De otro modo el trabajode ellos puede ser en vano. Faltar a este procedimiento es la causa principal de que los hombrescaigan en tantos errores como lo hacen en este tiempo." Puedo agregar que esta últimaobservación ha aumentado su fuerza en nuestros días: los lobos de la herejía devastan los redilesde los ignorantes: la enseñanza sana es la mejor defensa contra las herejías que nos rodean. Losoyentes desean y deben tener buenos conocimientos de los asuntos bíblicos. Son acreedores aexplicaciones exactas sobre las Escrituras y si el ministro es "un intérprete, uno de mil," unmensajero real del cielo, las dará abundantemente.Sea cual fuere la cosa que se tenga, la ausencia de verdades edificantes e instructivas, así como lade harina para el pan, será fatal. Muchos sermones estimados por su contenido, más bien que porsu área superficial, son muy malas muestras de discursos piadosos. Creo que se dice con mucharazón, que si escucháis a un profesor de astronomía o geología aun por poco tiempo, obtendréisuna idea medianamente clara de su sistema; pero si escucharéis no sólo por un año, sino pordoce, a la mayor parte de los predicadores medianos, no legrareis formaros una idea satisfactoriade su sistema de teología. Si esto es así, es una falta grave que no se puede lamentar demasiado.¡Ay! las declaraciones confusas de muchos respecto de las mayores realidades, y el ofuscamientode otros al pensar en las verdades fundamentales, han dado mucho lugar a la crítica queacabamos de indicar. Hermanos, si no sois teólogos, no sois buenos para nada, como pastores.Podéis ser los mejores retóricos, y hacer uso de las sentencias más pulidas; pero sinconocimiento del Evangelio y aptitud para enseñarlo, sois como metal que resuena o platillo queretiñe. Las palabras sirven con demasiada frecuencia como hojas de higuera para cubrir laignorancia del predicador sobre asuntos teológicos. Se ofrecen muchas veces períodos elegantesen vez de doctrinas sanas, y adornos retóricos en vez de pensamientos robustos. Estas cosas nodeben existir. La abundancia de declamación vacía, y la ausencia de alimento para el alma,tornará un púlpito en una caja de hinchazón, e inspirará menosprecio en vez de reverencia. Si nosomos predicadores que instruyen y no alimentamos al pueblo, podemos citar con frecuencia lapoesía más elegante, y vender por menor los sacos de viento de uso, pero estaremos como Nerónantiguamente, que tocaba el violín mientras que Roma estaba quemándose; y mandaba buques aAlejandría para traer arena con qué empedrar el circo, mientras que la gente estaba pereciendo dehambre. Insistimos en que debe haber abundancia de pensamientos en los sermones, y en seguidaque estos deben estar conformes con el texto. El discurso debe ser sacado del texto por reglageneral, y cuanto más evidente sea esto, tanto mejor éxito tendrá; pero por lo menos, debe estarrelacionado muy íntimamente con el texto.54
Por vía de espiritualizar y acomodar los textos, es necesario conceder mucha libertad, pero éstano debe degenerar en libertinaje, y siempre debe haber una conexión, y algo más que unaconexión remota; es decir, una relación real entre el sermón y el texto. Oí hablar hace poco, deun texto admirable que era a propósito, o poco conveniente, como podéis pensar. Un dignatariohabía regalado muchas capas de carmesí brillante a las señoras más ancianas de su parroquia. Aestos resplandecientes seres se les exigió que asistiesen al culto en el templo parroquial, eldomingo siguiente, y se sentasen enfrente del púlpito, desde cuyo lugar uno de los sucesoresdeclarados de los apóstoles, edificó a los santos, predicando sobre las palabras: "Salomón enmedio de toda su gloria, no estuvo vestido como uno de éstos." Se dice que posteriormentecuando el <strong>mis</strong>mo bienhechor de la parroquia dio una bolsa de papas a cada padre de familia, elasunto del sermón en el domingo siguiente, fue: "Y ellos dijeron, es maná." Yo no puedo decir siel discurso fue proporcionado al texto o no; supongo que si, puesto que las probabilidades son deque su desarrollo todo tenía que ser muy extravagante. Algunos hermanos al leer su texto, loabandonan por completo. Habiendo honrado debidamente algún pasaje especial anunciándolo, nose ven obligados a referirse a él otra vez. Se tocan los sombreros, por decirlo así, en la presenciade esa parte de la Biblia, y pasan a otros campos y pastos nuevos. ¿Por qué eligen estos hombresun texto? ¿Por qué limitan su gloriosa libertad? ¿Por qué hacen de la Escritura un escaño que losayude a montar en su desenfrenado Pegaso? Por cierto que las palabras inspiradas nunca llevaronpor mira ser tirabotas para ayudar a un locuaz a calzarse el calzado de siete leguas, para saltarcon éste de polo a polo. El modo más seguro de sostener la variedad, es el de observar laintención del Espíritu Santo en el pasaje de que se trate. No hay dos textos que sean enteramenteiguales: algo en la conexión del pasaje, o en su tendencia, comunica a cada texto un carácterdistinto y particular. Seguid al Espíritu y nunca repetiréis el asunto, ni éste os faltará: sus nubesdestilan grosura. Además, un sermón influye mucho más en las conciencias de los oyentes,cuando es sin duda alguna la palabra de Dios, la Biblia <strong>mis</strong>ma explicada y reforzada, y nosimplemente un razonamiento sobre las Escrituras. Se debe a la dignidad de la inspiración, quecuando os propongáis predicar sobre un versículo especial, no prescindáis de éste para introducirvuestras propias opiniones. Hermanos, si tenéis la costumbre de observar fielmente el sentidoexacto de las Escrituras, os recomiendo también que os guiéis por las palabras <strong>mis</strong>mas delEspíritu Santo, porque aunque en algunos casos los sermones de temas son no solamentead<strong>mis</strong>ibles, sino muy a propósito, sin embargo, los sermones que explican las palabras exactasdel Espíritu Santo, son las más útiles y más agradables a la mayor parte de las congregacionesque prefieren que sean interpretadas y explicadas las palabras <strong>mis</strong>mas. La mayoría de loshombres no son siempre enteramente capaces de comprender el sentido aparte del lenguaje, demirar, digámoslo así, a la verdad sin cuerpo; pero cuando oyen las <strong>mis</strong>mas palabras repetidasmuchas veces, y cada expresión acentuada según el modo de los predicadores, tales por ejemplocomo el señor Jay de Bath, se edifican más, y la verdad se fija más firmemente en su memoria.Que vuestros pensamientos sean pues abundantes, y que se originen de la palabra inspirada, asícomo las violetas y las prímulas brotan naturalmente de la tierra, o como la pura miel destila delpanal.Tened cuidado de que vuestros discursos sean siempre sólidos y llenos de enseñanzas realmenteimportantes. No edifiquéis con madera, paja y rastrojo, sino con oro, plata y piedras preciosas. Sifuera necesario amonestaros contra las formas más groseras de la elocuencia del púlpito, seria apropósito aducir el ejemplo del notable orador Henley. Aquel aventurero locuaz, a quien Pope ha55
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mancha sobre el buen nombre que ten
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preciso que no incurra en el error
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