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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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provechosos. Bien puede ser de la mayor importancia este don, en las juntas de la iglesia, cuandose suscitan asuntos que es difícil prever. No han muerto todavía todos los alborotadores de Israel.Fueron apedreados Acán, su esposa y sus hijos, pero deben haber escapado algunos de sufamilia, puesto que se ha perpetuado, a no dudarlo, su raza, y es necesario tratarla prudente a lavez que vigorosamente. En algunas iglesias, ciertos hombres díscolos se levantarán y hablarán. ycuando lo haya hecho, será conveniente que el pastor replique pronta y convincentemente paraque no queden malas impresiones. Un pastor que va a la junta de la iglesia animado del espíritude su Maestro, confiado en que podrá, con la ayuda del Espíritu Santo, contestar a cualquierespíritu indócil, estará tranquilo, conservará su serenidad, crecerá constantemente la estimaciónde sus feligreses, y tendrá en paz a su congregación; pero un ministro desprevenido, se veráperplejo, probablemente se encolerizará, se comprometerá, y heredará un mundo de disgustos. Amás de esto, bien puede suceder que sin previo aviso se le exija a un ministro que predique, yapor que no llegue el predicador esperado, o por que éste se enferme; o en una asamblea publica,bien puede uno también recibir el impulso de hablar, por más que hubiera resuelto permanecer ensilencio: en fin, es fácil que se presenten exigencias por el estilo en cualquier forma de ejerciciosreligiosos, las cuales hagan el don de improvisar tan precioso como lo es el oro de Ophir.Que es pues de valor, tal don, nadie lo puede negar; mas ¿cómo puede obtenerse? Esta preguntame sugiere la observación de que algunos nunca lo conseguirán. Debe tenerse una aptitudnatural para hacer una improvisación, así como para el arte patético. Un poeta nace; no se hace."El arte puede desarrollar y perfeccionar el talento de un orador, pero no puede producirlo." Todaslas reglas de la retórica, y todos los artificios de la oratoria son insuficientes para hacer a unhombre elocuente: la elocuencia es un don que nos viene del Cielo, y aquel a quien ésta se niega,nunca podrá obtenerla. Este "don de improvisar," como puede llamársele, nace con algunasgentes, heredado probablemente de la madre. A otros les ha sido negado semejante don: la malaconformación de sus órganos vocales, y lo que es más, la mala conformación de su cerebro,nunca les permitirá hablar con fluidez y facilidad. Podrán quizá no distinguirse por sutartamudeo, y no exagerar su lentitud al hablar sobre verdades obvias, pero nunca seránimprovisadores a menos que rivalicen con Matusalén en edad, y quizá entonces, a ser ciertas lasteorías de Darwin que hacen descender de una ostra al arzobispo de Canterbury, podríanprogresar en términos que al fin fueran oradores. Si algún hermano carece de ese don natural dela oratoria, quizá pudiera elevarse en cualquier otro sentido, hay hombres organizados parahablar bien, así como hay pájaros que lo están para cantar bien; abejas para elaborar miel, ycastores para edificar bien. Como decía M. Bautain.SI un hombre quisiere hablar sin tener que estudiar en el momento de hacerlo, debe porcostumbre ser asiduo en el estudio. Quizá esto parezca una paradoja, pero nada hay más sencilloque su explicación. Si yo soy molinero y me traen un costal a mi casa pidiéndome que lo llene debuena harina a los cinco minutos, del único modo que podría yo hacerlo, seria teniendo miharinero siempre lleno, a fin de poder en el acto abrir la boca del costal, llenarlo y entregarlo. Nome pondría a moler en ese instante, pues si así lo hiciera, me seria difícil hacer la entrega conoportunidad, sino que habría estado moliendo antes para tener así lista la harina con que obsequiarel pedido de mi parroquiano. Así, hermanos, debéis emplearos constantemente en moler, onunca tendréis harina. Jamás podréis expresar de improviso buenos pensamientos, a menos quehayáis adquirido la costumbre de pensar y nutrir vuestro espíritu con alimentos sanos y113

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