fastidiosa es la de atender a uno de los oradores de la clase común que se encuentran en laCámara de los Pares, o en la de los Comunes.Cuando se haya abolido la pena capital, deberá proponerse que aquellos que sean culpables dehomicidio, sean compelidos a escuchar a algunos de esos fastidiosos oradores parlamentarios.¡Qué no lo permitan los miembros de la Real Sociedad Humanitaria! Sin embargo, algunos delos miembros de la Cámara pueden hablar espontáneamente y hacerlo muy bien. Me parece quealgunos de los mejores discursos pronunciados por Juan Bright, Gladstone y Disraeli, eran lo queSouthey llamaría chorros del gran Geyser, cuando aquel manantial se encuentra en plenaactividad. Por supuesto que sus largas oraciones sobre el Presupuesto, o los proyectos de Reformau otros asuntos, fueron elaborados lo más posible, por medio de una detenida reflexión; peromuchos de sus discursos más breves, han sido improvisados sin duda alguna, y sin embargo, hanejercido una influencia poderosa. ¿Lograrán los representantes de la nación, una destreza enhablar superior a la de los representantes de la corte del cielo? Hermanos, procurad este buendon, y esforzaos de todos modos en conseguirlo. Todos vosotros estáis convencidos de que estahabilidad debe ser un don inapreciable para un ministro. ¿Dice acaso alguno en voz baja: "¡Ojaláque yo poseyera este don, porque en tal caso no me seria necesario estudiar tan arduamente!"¡Ah! entonces no debéis recibirlo: no sois dignos de tener tal facultad, ni aptos para apreciarladebidamente. Si buscáis este don como una almohada para una cabeza ociosa, caeréis en un granequívoco, puesto que la posesión de este noble talento os exigirá mucho trabajo para aumentarlo,y aun para retenerlo. Es como la lámpara mágica de la fábula, que no brillaba si no se habíalimpiado bien, y que se hizo un mero globo oscuro luego que se dejó de limpiarla. Lo que elharagán desea movido por su ociosidad, es lo <strong>mis</strong>mo que nosotros codiciamos movidos por lasmejores razones.Ocasionalmente se oye decir, o se lee, que algunos hombres se han comprometido por bravata, apredicar de improviso sobre cualquier texto que les sea sugerido al subir al pulpito. Unaostentación tan vanidosa, no deja de ser necia y casi profana. Sería tan propio el tenerexhibiciones de truhanería en el día de descanso, como el permitir este charlatanismo. Se nosdieron nuestros talentos para otros usos mucho más elevados. Espero que nunca seréis culpablesde semejante prostitución de vuestras facultades. Ciertas hazañas de elocuencia convienen bien auna sociedad de debates, pero en el ministerio cristiano son abominables, aun cuando sean practicadaspor un hombre tan célebre como lo es Bossuet.El don de improvisar es inapreciable, porque en caso urgente, pone al que lo posee en aptitud dehacerlo con propiedad bajo los impulsos del momento, y nada tiene de raro que se presenten talesexigencias. Suelen ocurrir aun en las asambleas mejor arregladas. Bien pueden algunos sucesosinesperados, cambiar por completo la dirección premeditada de nuestros pensamientos. Quizáveréis con toda claridad que el asunto escogido seria enteramente inoportuno, y en tal casoobraríais sabiamente tomando otro tema sin vacilar. Cuando se cierra un camino viejo, y no osqueda otro remedio que el de preparar otro nuevo para vuestro carro, seréis lanzados fuera delpescante, y los pasajeros sufrirán grandes molestias, a no ser que sepáis llevar vuestros caballospor un terreno arado con tanta facilidad, como por una calzada empedrada a la macádam. Es unagran ventaja en una asamblea pública, después de haber oído los discursos de nuestros hermanos,que os parezcan demasiado frívolos, o tal vez pesados, poder sin hacer referencia alguna a ellos,contrariar con suavidad, el daño hecho, y sugerir al auditorio otros pensamientos más112
provechosos. Bien puede ser de la mayor importancia este don, en las juntas de la iglesia, cuandose suscitan asuntos que es difícil prever. No han muerto todavía todos los alborotadores de Israel.Fueron apedreados Acán, su esposa y sus hijos, pero deben haber escapado algunos de sufamilia, puesto que se ha perpetuado, a no dudarlo, su raza, y es necesario tratarla prudente a lavez que vigorosamente. En algunas iglesias, ciertos hombres díscolos se levantarán y hablarán. ycuando lo haya hecho, será conveniente que el pastor replique pronta y convincentemente paraque no queden malas impresiones. Un pastor que va a la junta de la iglesia animado del espíritude su Maestro, confiado en que podrá, con la ayuda del Espíritu Santo, contestar a cualquierespíritu indócil, estará tranquilo, conservará su serenidad, crecerá constantemente la estimaciónde sus feligreses, y tendrá en paz a su congregación; pero un ministro desprevenido, se veráperplejo, probablemente se encolerizará, se comprometerá, y heredará un mundo de disgustos. Amás de esto, bien puede suceder que sin previo aviso se le exija a un ministro que predique, yapor que no llegue el predicador esperado, o por que éste se enferme; o en una asamblea publica,bien puede uno también recibir el impulso de hablar, por más que hubiera resuelto permanecer ensilencio: en fin, es fácil que se presenten exigencias por el estilo en cualquier forma de ejerciciosreligiosos, las cuales hagan el don de improvisar tan precioso como lo es el oro de Ophir.Que es pues de valor, tal don, nadie lo puede negar; mas ¿cómo puede obtenerse? Esta preguntame sugiere la observación de que algunos nunca lo conseguirán. Debe tenerse una aptitudnatural para hacer una improvisación, así como para el arte patético. Un poeta nace; no se hace."El arte puede desarrollar y perfeccionar el talento de un orador, pero no puede producirlo." Todaslas reglas de la retórica, y todos los artificios de la oratoria son insuficientes para hacer a unhombre elocuente: la elocuencia es un don que nos viene del Cielo, y aquel a quien ésta se niega,nunca podrá obtenerla. Este "don de improvisar," como puede llamársele, nace con algunasgentes, heredado probablemente de la madre. A otros les ha sido negado semejante don: la malaconformación de sus órganos vocales, y lo que es más, la mala conformación de su cerebro,nunca les permitirá hablar con fluidez y facilidad. Podrán quizá no distinguirse por sutartamudeo, y no exagerar su lentitud al hablar sobre verdades obvias, pero nunca seránimprovisadores a menos que rivalicen con Matusalén en edad, y quizá entonces, a ser ciertas lasteorías de Darwin que hacen descender de una ostra al arzobispo de Canterbury, podríanprogresar en términos que al fin fueran oradores. Si algún hermano carece de ese don natural dela oratoria, quizá pudiera elevarse en cualquier otro sentido, hay hombres organizados parahablar bien, así como hay pájaros que lo están para cantar bien; abejas para elaborar miel, ycastores para edificar bien. Como decía M. Bautain.SI un hombre quisiere hablar sin tener que estudiar en el momento de hacerlo, debe porcostumbre ser asiduo en el estudio. Quizá esto parezca una paradoja, pero nada hay más sencilloque su explicación. Si yo soy molinero y me traen un costal a mi casa pidiéndome que lo llene debuena harina a los cinco minutos, del único modo que podría yo hacerlo, seria teniendo miharinero siempre lleno, a fin de poder en el acto abrir la boca del costal, llenarlo y entregarlo. Nome pondría a moler en ese instante, pues si así lo hiciera, me seria difícil hacer la entrega conoportunidad, sino que habría estado moliendo antes para tener así lista la harina con que obsequiarel pedido de mi parroquiano. Así, hermanos, debéis emplearos constantemente en moler, onunca tendréis harina. Jamás podréis expresar de improviso buenos pensamientos, a menos quehayáis adquirido la costumbre de pensar y nutrir vuestro espíritu con alimentos sanos y113
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