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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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fastidiosa es la de atender a uno de los oradores de la clase común que se encuentran en laCámara de los Pares, o en la de los Comunes.Cuando se haya abolido la pena capital, deberá proponerse que aquellos que sean culpables dehomicidio, sean compelidos a escuchar a algunos de esos fastidiosos oradores parlamentarios.¡Qué no lo permitan los miembros de la Real Sociedad Humanitaria! Sin embargo, algunos delos miembros de la Cámara pueden hablar espontáneamente y hacerlo muy bien. Me parece quealgunos de los mejores discursos pronunciados por Juan Bright, Gladstone y Disraeli, eran lo queSouthey llamaría chorros del gran Geyser, cuando aquel manantial se encuentra en plenaactividad. Por supuesto que sus largas oraciones sobre el Presupuesto, o los proyectos de Reformau otros asuntos, fueron elaborados lo más posible, por medio de una detenida reflexión; peromuchos de sus discursos más breves, han sido improvisados sin duda alguna, y sin embargo, hanejercido una influencia poderosa. ¿Lograrán los representantes de la nación, una destreza enhablar superior a la de los representantes de la corte del cielo? Hermanos, procurad este buendon, y esforzaos de todos modos en conseguirlo. Todos vosotros estáis convencidos de que estahabilidad debe ser un don inapreciable para un ministro. ¿Dice acaso alguno en voz baja: "¡Ojaláque yo poseyera este don, porque en tal caso no me seria necesario estudiar tan arduamente!"¡Ah! entonces no debéis recibirlo: no sois dignos de tener tal facultad, ni aptos para apreciarladebidamente. Si buscáis este don como una almohada para una cabeza ociosa, caeréis en un granequívoco, puesto que la posesión de este noble talento os exigirá mucho trabajo para aumentarlo,y aun para retenerlo. Es como la lámpara mágica de la fábula, que no brillaba si no se habíalimpiado bien, y que se hizo un mero globo oscuro luego que se dejó de limpiarla. Lo que elharagán desea movido por su ociosidad, es lo <strong>mis</strong>mo que nosotros codiciamos movidos por lasmejores razones.Ocasionalmente se oye decir, o se lee, que algunos hombres se han comprometido por bravata, apredicar de improviso sobre cualquier texto que les sea sugerido al subir al pulpito. Unaostentación tan vanidosa, no deja de ser necia y casi profana. Sería tan propio el tenerexhibiciones de truhanería en el día de descanso, como el permitir este charlatanismo. Se nosdieron nuestros talentos para otros usos mucho más elevados. Espero que nunca seréis culpablesde semejante prostitución de vuestras facultades. Ciertas hazañas de elocuencia convienen bien auna sociedad de debates, pero en el ministerio cristiano son abominables, aun cuando sean practicadaspor un hombre tan célebre como lo es Bossuet.El don de improvisar es inapreciable, porque en caso urgente, pone al que lo posee en aptitud dehacerlo con propiedad bajo los impulsos del momento, y nada tiene de raro que se presenten talesexigencias. Suelen ocurrir aun en las asambleas mejor arregladas. Bien pueden algunos sucesosinesperados, cambiar por completo la dirección premeditada de nuestros pensamientos. Quizáveréis con toda claridad que el asunto escogido seria enteramente inoportuno, y en tal casoobraríais sabiamente tomando otro tema sin vacilar. Cuando se cierra un camino viejo, y no osqueda otro remedio que el de preparar otro nuevo para vuestro carro, seréis lanzados fuera delpescante, y los pasajeros sufrirán grandes molestias, a no ser que sepáis llevar vuestros caballospor un terreno arado con tanta facilidad, como por una calzada empedrada a la macádam. Es unagran ventaja en una asamblea pública, después de haber oído los discursos de nuestros hermanos,que os parezcan demasiado frívolos, o tal vez pesados, poder sin hacer referencia alguna a ellos,contrariar con suavidad, el daño hecho, y sugerir al auditorio otros pensamientos más112

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