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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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descanso para nuestro espíritu, sino en la confesión de nuestros pecados, y en la súplica tiernaque nuestra flaqueza o necedad, no puedan de modo alguno alejar de nosotros el Espíritu deDios! No es posible en una reunión pública derramar el amor de nuestro corazón en nuestrorebaño. Como José, buscará el ministro amoroso donde llorar; sus emociones, por mucha que seala libertad con que se exprese, tendrán que ser refrenadas en el pulpito, y sólo en la oraciónprivada podrá quitarles la presa que las detiene, y dejarlas correr en libertad. Si no podemosprevalecer con los hombres por Dios, podremos al menos esforzarnos en prevalecer con Dios porlos hombres. No podemos salvarlos, ni aun persuadirlo de que sean salvos, pero podemos almenos deplorar su necedad, y pedir en nuestras súplicas la mediación del Señor. Como Jeremías,podemos hacernos esta resolución: "Si vosotros no queréis oírlo, mi alma llorará en secretoslugares por vuestro orgullo, y <strong>mis</strong> ojos llorarán doloridos derramando lágrimas." A unasapelaciones tan patéticas, el corazón del Señor no puede ser indiferente; en su debido tiempo, elintercesor que llora se tornará en placentero ganador de almas. Hay una distinta conexión entrelas súplicas tiernas e incesantes y el verdadero éxito, como la hay entre el parto y el nacimiento,entre la siembra que se hace con lágrimas y la cosecha que se levanta con alegría. "¿De quédepende que tu semilla nazca tan pronto?" preguntó un jardinero a otro. "De que Ja empapo," fuela contestación. Debemos empapar todas nuestras enseñanzas en lágrimas, "cuando nadie másque Dios se halla cerca," y su crecimiento nos sorprenderá y deleitará. A nadie causaráadmiración el buen éxito alcanzado por Brainerd, cuando sepa que en su libro de notas se hallanalgunas al tenor de ésta: "Día del Señor, abril 25. —Esta mañana empleé cerca de dos horas ensagrados deberes, y me vi en aptitud más que de ordinario de rogar hasta desfallecer por lasalmas inmortales; aunque era en la mañana temprano, y apenas se dejaba ver la luz del sol, teníacon todo, el cuerpo enteramente bañado en sudor." El secreto del poder de Lutero reconocía el<strong>mis</strong>mo origen. Hablando de él se expresa así Teodoro: "Le escuché cuando estaba en oración;pero ¡Dios mío! con qué animación y espíritu lo hacía! Oraba con tanta reverencia como si leestuviera hablando a Dios; y con tanta confianza, como si estuviera hablando con su amigo."Hermanos míos, permitidme que os ruegue que seáis hombres de oración. Quizá no tengáisjamás grandes talentos, pero lo haréis bastante bien aun sin ellos, si abundáis en intercesión. Sino oráis pidiendo por lo que habéis sembrado, es posible que la soberanía de Dios determineotorgar una bendición, pero no tenéis derecho a esperarlo así, y aun cuando eso sea, no os traerátal gracia consuelo a vuestro corazón. Ayer estaba yo leyendo un libro del padre Taber, delOratorio de Brompton, mezcla maravillosa de error y de verdad. En él refiere una leyenda sobreeste <strong>mis</strong>mo asunto. Dice que cierto predicador cuyos sermones convertían a los hombres pordocenas, recibió una revelación del Cielo, de que ninguna de esas conversiones era debida a sustalentos o elocuencia, sino todas a las oraciones de un hermano lego iliterato que se sentaba enlos escalones del pulpito a rogar sin descanso por el buen éxito del sermón. Lo <strong>mis</strong>mo puedepasarnos a nosotros en el día en que todo se revele. Tal vez descubramos después de habertrabajado larga y afanosamente en la predicación, que toda la honra corresponde a otro constructorcuyas oraciones eran oro, plata y piedras preciosas, mientras nuestros sermones, al no iracompañados de la oración, no pasaban de ser paja y rastrojo.Cuando hayamos concluido de predicar, si somos verdaderos ministros de Dios, no concluiremosde orar, porque la Iglesia entera, con multitud de lenguas, estará clamando en oración, en ellenguaje del macedonio: "Ven a prestarnos auxilio." Si estáis en aptitud de prevalecer en laoración, tendréis muchas súplicas que presentar en nombre de otros que en tropel se os dirigiránpidiéndoos los tengáis presentes en vuestras intercesiones, y de ese modo os hallaréis33

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