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Discursos a mis estudiantes - David Cox

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soledades. Los hombres de Dios que se elevan sobre sus semejantes al ponerse en comunión máscercana con los asuntos celestiales, sienten la falta de simpatías humanas. Como su Señor en elhuerto de Getsemaní, buscan en vano consuelo en los discípulos que duermen a su rededor: seestremecen al ver la apatía de los hermanos que forman su pequeña banda, y vuelven a su secretaagonía agobiados por la pesada carga que sobre ellos gravita, porque han hallado durmiendo asus más queridos compañeros. Sólo el que lo ha experimentado, puede conocer la soledad de unaalma que ha sobrepujado a sus compañeros en celo por el Señor de los ejércitos: no se atreve amanifestar lo que siente, por temor de que se burlen de ella: no puede ocultarse a sí <strong>mis</strong>maporque hay un fuego interior que la calcina, y sólo ante la presencia del Señor le es posibledescansar. El hecho de que nuestro Señor haya enviado a sus discípulos de dos en dos, pone demanifiesto que él; bien sabia lo que en los hombres pasaba; pero para individuos de la talla dePablo, me parece que no habría podido hallarse un compañero adecuado. Bernabé, Silas o Lucas,eran prominencias demasiado bajas para ponerse en comunicación familiar con la alturaHimalayana como la del apóstol de los gentiles. Esta soledad que si no me equivoco, es sentidapor muchos de <strong>mis</strong> hermanos, es un fecundo manantial de abatimientos; y las reunionesfraternales de nuestros ministros, y el cultivo de santas relaciones con personas que en ideascongenien con nosotros, son cosas que con la bendición de Dios nos ayudarán en gran manera alibraros de semejante tentación.Apenas puede dudarse que los hábitos sedentarios tiendan a producir desaliento en algunas constituciones.Burton en su Anatomía de la Melancolía, trae un capitulo acerca de esta causa detristeza, y citando a uno de los miles de autores en cuyos dichos se inspira, dice lo siguiente:"Los <strong>estudiantes</strong> son demasiado negligentes por lo que hace a sus cuerpos. Otras clases depersonas cuidan de sus instrumentos o herramientas: un pintor lava sus pinceles; un herrero cuidade su martillo, de su yunque y de su fragua; un labrador compone su arado y afila su azadóncuando éste se le mella; un cazador tiene cuidado especial de sus halcones, perros, caballos, etc.;un músico templa y afloja las cuerdas de su instrumento, y sólo los <strong>estudiantes</strong> ven con abandonoel suyo, es decir, su cerebro y facultades mentales que usan diariamente." Decía Lucano y conrazón: "No retuerzas tanto la cuerda que se rompa." Estarse largo tiempo sin cambiar de postura,ponerse a ojear un libro, a tajar una pluma, etc., son en si <strong>mis</strong>mas, cosas que producen languidez;pero agréguese a eso un cuarto mal ventilado, un cuerpo que ha permanecido horas enteras sinningún ejercicio muscular, y un corazón abrumado con diferentes cuidados, y tendremos todoslos elementos para preparar una caldera hirviente de hastío y desánimo, especialmente cuando sesufre un sofocante calor, o vela la neblina la claridad del sol:Cuando un manto cual sudarioFúnebre cubre la tierra;Cuando en los bosques el aguaDe los árboles gotea,Y al desprenderse sus hojasMustias, marchitas y secasSe revuelven con el fangoFormando una alfombra negra.El hombre que se halle bajo la influencia de circunstancias tales, aun cuando sea por naturalezatan alegre como un pájaro, no podrá al cabo de algún tiempo resistirla, y tendrá que sucumbir:124

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