empeño, pero el otro texto rehusó terminantemente soltarme. Me pareció que estaba tirándomede los faldones y diciendo: "No, no; debes predicar sobre mí. Dios quiere que a mí me sigas."Deliberé dentro de mi respecto de mi deber, porque no quería ser fanático ni incrédulo, y al finme dije a mi <strong>mis</strong>mo: "Bien, me gustaría mucho predicar el sermón que he preparado y haymucho riesgo en cambiarlo por otro cuyos pensamientos no he ordenado; sin embargo, puestoque este texto influye tanto en mi, puede habérseme sugerido por Dios, y por tanto, me atreveré atratarlo sean cuales fueren las consecuencias."Casi siempre anuncio <strong>mis</strong> divisiones al acabar el exordio, pero aquella vez no lo hice así porrazones que bien podéis conjeturar. Concluí la primera división con bastante facilidad, por sertanto los pensamientos como las palabras enteramente espontáneos. El segundo punto fuedesarrollado con una conciencia de poder extraordinario y eficaz, aunque tranquilo, pero no teníayo ninguna idea de lo que había de ser la tercera división, porque el texto me parecióenteramente agotado, y no puedo decir aun ahora, qué podría yo haber hecho si no hubieraacontecido un incidente enteramente inesperado. Me encontré en la mayor dificultadobedeciendo a lo que me parecía un impulso divino, pero sentime comparativamente con calma,creyendo que Dios me ayudaría, y sabiendo que podría yo por lo menos, concluir el culto,aunque ya nada más se me ocurriese que decir. Pero no tuve necesidad de deliberar más tiempo,porque repentinamente nos invadió la oscuridad más completa: se apagó el gas, y como el temploestaba lleno de gente, fue esto un gran peligro, a la vez que una gran bendición. ¿Qué podía yohacer entonces? Los concurrentes a la congregación se asustaron algo, pero los tranquilicé desdeluego diciéndoles que no se asustaran de ninguna manera aunque se hubiera apagado el gaspuesto que seria encendido de nuevo muy pronto; y por mi parte, corno no hacía yo uso demanuscrito, bien podía predicar del <strong>mis</strong>mo modo ya fuese en la oscuridad o en la luz, ellos mehacían el favor de permanecer sentados y de escucharme. Por elaborado que hubiera estado midiscurso, habría sido absurdo continuar predicándolo bajo estas circunstancias. Considerando miposición me vi libre de toda perplejidad. Me referí luego mentalmente al texto familiar que habladel hijo de la luz que anda en las tinieblas, y del hijo de las tinieblas que anda en la luz.Observaciones y comprobaciones me ocurrieron en gran número, y cuando las lámparas seencendieron de nuevo, vi enfrente una congregación tan interesada y atenta, como la hubierapodido ver cualquier ministro bajo las más propicias circunstancias. Y la cosa más interesantefue que poco tiempo después, dos personas se presentaron para hacer su profesión de fepúblicamente, diciendo que se habían convertido aquella noche, debiendo la primera suconversión a la parte anterior del discurso, en que trató del nuevo texto que me ocurrió, y lasegunda atribuyendo la suya a la última parte que me fue sugerida por la oscuridad. Así es quecomo fácilmente podéis ver, la Providencia me dirigió y apoyó.Me entregué en las manos de Dios, y su arreglo providencial apagó la luz en tiempo oportunopara mi. Algunos pueden ridiculizar todo esto, pero yo veo aquí la mano de Dios; otros puedencensurarme, pero yo me regocijo. Cualquiera cosa es mejor que el modo mecánico de hacersermones, en que no se conoce prácticamente la dirección del Espíritu Santo. Todos lospredicadores que confían en la tercera persona de la Trinidad, podrán sin duda, recordar muchosacontecimientos tales como el que acabo de referir. Os digo, por tanto, que notéis la dirección dela Providencia, y os entreguéis en los brazos de Dios pidiéndole su dirección y ayuda. Si habéishecho solemnemente todo lo posible para conseguir un texto y el asunto no se os presenta70
previamente, subid al púlpito seguros de que recibiréis un mensaje en tiempo oportuno, aunquehasta aquel momento no tengáis ni una palabra.En la biografía de Samuel Drew, predicador metodista famoso, leemos esto: "Deteniéndose en lacasa de un amigo suyo en Cornwall, después de haber predicado, una persona que había asistidoal culto le dijo que había manifestado en su sermón un talento extraordinario, y siendoconfirmada esta opinión por otras personas, el señor Drew les dijo: Si es verdad esto, es muysingular y, puesto que mí sermón fue enteramente impremeditado. Subí al púlpito con el objetode predicaros sobre otro texto, pero viendo la Biblia que tenía abierta, me llamó la atención elpasaje sobre el que acabo de predicaros: "Aparéjate para venir al encuentro a tu Dios, oh Israel."Al ver estas palabras, no pude recordar <strong>mis</strong> pensamientos anteriores y aunque nunca hastaentonces había pensado en ese pasaje, me resolví al instante a ocuparme de él.'" El Sr. Drew hizobien obedeciendo así a la dirección celestial. Bajo ciertas circunstancias, os veréis absolutamentecompelidos a abandonar un discurso bien preparado, y a fiar en el oportuno auxilio del EspírituSanto, haciendo uso de palabras que por el momento se os ocurran. Bien podéis encontraros en lasituación en que se vio el difunto Kingman Nott al predicar en el Teatro Nacional de NuevaYork. En una de sus cartas dice: "Se llenó completamente el edificio, y principalmente dejóvenes y niños de la clase más ruda. Entré después de haber preparado un sermón; pero luegoque me presenté en la tribuna, me saludó mi auditorio con las exclamaciones que le sonpeculiares.Cuando vi aquella masa confusa e inquieta de seres humanos a quienes tenía que predicar,abandoné luego todos los pensamientos que había preparado, y valiéndome de la parábola delhijo pródigo, me esforcé en interesarles en ella, y tuve tanto éxito, que muy pocos dejaron eledificio durante el sermón, y casi todos estuvieron medianamente atentos:" ¡Qué simplón habríasido este Señor si hubiera persistido en predicar su sermón, poco conveniente en esascircunstancias, sólo porque ya lo había preparado! Hermanos, creed, os suplico, en el EspírituSanto, y puesta en El vuestra fe, esforzaos en practicarla diariamente.Para ayudar un poco más a algún pobre predicador que no pueda predicar por falta depensamientos, le recomiendo que en ese caso vuelva a estudiar repetidas veces la Biblia <strong>mis</strong>ma;que lea un capitulo y piense en sus versículos uno por uno, o que escoja un solo versículo y seposesione completamente de su contenido. Bien puede suceder que no encuentre su texto ni en elversículo ni en el capitulo que lea, pero después le será fácil encontrarlo por haber interesado asu entendimiento activamente en los asuntos sagrados. Según la relación de los pensamientosentre si, y así sucesivamente, hasta que llegue a pasar delante de la mente una procesión larga,digámoslo así, de pensamientos, de entre los cuales uno será el tema predestinado.Leed también buenos libros que sugieran pensamientos provechosos. Excitad vuestra, mente pormedio de ellos. Sí los hombres quieren sacar agua de una bomba que no se haya usado pormucho tiempo, es necesario primero echar agua en ella, y entonces se podrá bombear con buenéxito. Profundizad los escritos de alguno de los Puritanos: sondead a fondo la obra, y pronto osencontraréis volando como un ave, y mentalmente activos y fecundos. Empero, comoprecaución, permitidme que haga la observación de que debemos estar siempre preparándonospara encontrar textos y para hacer sermones. Debemos conservar siempre la actividad santa denuestro entendimiento. ¡Ay del ministro que se atreva a malgastar una hora! Leed el ensayo de71
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te curaste a ti mismo? Tú que pret
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crezcan;" esto que con frecuencia s
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mancha sobre el buen nombre que ten
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como si siendo calvos os comprarais
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