para un nominativo, o un acusativo para el verbo. Todo depende de que conservando vuestrasangre fría no os desconcertéis. El presentimiento de un fracaso y el temor al público osarruinarán. Seguid siempre adelante, confiando en Dios, y todo os saldrá bien. Si habéisincurrido en alguna falta gramatical, y os sentís inclinados a volver atrás para corregirla,incurriréis pronto en otra, y vuestra indecisión os envolverá como una red. Dejadme deciros ensecreto, para que lo oigáis vosotros solamente, que es siempre cosa mala el retroceder. Si proferísun disparate verbal, adelante, y no os fijéis en él. Mí padre me dio una regla muy buena cuandoestaba yo aprendiendo a escribir, y creo que la <strong>mis</strong>ma es igualmente útil tratándose de aprender ahablar. Recuerdo que me decía "Cuando estés escribiendo, sí pones un disparate alterando lasletras de una palabra, o empleándola impropiamente, no la taches ni te fijes sólo en ella, sinobusca el medio más fácil de cambiar lo que ibas a decir en lo que tienes escrito, a fin de que noqueden trazas ningunas de error." Y así al hablar, si la frase empezada no puede terminar de lamejor manera, concluidla cambiándola de giro. De muy poco serviría volver atrás para hacer unaenmienda, porque de esa manera llamaríais la atención sobre una incorrección quizá notada porpocos, y haríais que el auditorio en vez de fijarse en vuestro asunto lo hiciera en vuestrolenguaje, cosa que es lo que menos debe pretender el orador. Ahora, si vuestro Lapsus línguahubiese sido notado, todas las personas sensatas excusarán a un joven principiante, y lejos decriticaros más bien os admirarán por haber dado poca importancia a tales resbalones y esforzarosde todo corazón en dar feliz cima a vuestro fin principal. Un novicio cuando habla en público, seasemeja a un jinete poco acostumbrado a cabalgar: si su caballo tropieza, teme que lo tire o loeche por la cabeza; o si es asustadizo, le parece que se le va a desbocar. Y sí lo ve un amigo, o lehace una observación algún muchacho, se amedrenta tanto como si fuera oprimiendo los lomosde un dragón. Pero cuando un hombre se halla habituado a cabalgar, no tiene ningún peligro, nise le presenta ninguno, porque su valor los evita. Cuando un orador siente que domina lasituación, generalmente lo hace así. Su confianza aleja los desastres que la timidez casi siemprese acarrea.Hermanos míos, si al Señor le ha placido llamaros al ministerio, os asisten las mejores razonespara manifestar valor y estar tranquilos, porque ¿a quién tenéis que temer? Os cumpledesempeñar la co<strong>mis</strong>ión que el Señor os confiere, de la mejor manera que podáis; y si así lohacéis, no tenéis que dar cuentas a nadie más que a vuestro Amo celestial, quien no es, a laverdad, un juez severo. No subís al púlpito para luciros como oradores. o para halagar los gustosdel auditorio: sois los mensajeros del cielo y no los criados de los hombres. i Recordad laspalabras del Señor a Jeremías, y tened miedo de dar abrigo al temor. "Tú pues ciñe tus lomos, yte levantaras, y les hablarás todo lo que yo te mandaré. No temas delante de ellos, porque no tehaga quebrantar delante de ellos." Jer. 1:17. Confiad en el auxilio inmediato del Espíritu Santo. yel temor del hombre que le sirve de lazo, se apartará de vosotros. Cuando podáis sentiros en elpúlpito como si estuvierais en vuestro propio hogar, y podáis tender la vista a vuestro derredor yhablar al público como un hermano habla a sus hermanos, entonces, y sólo entonces podréisimprovisar. La cortedad y timidez, cualidades tan herniosas en nuestros jóvenes hermanos,cederán su lugar a esa verdadera modestia que hace a uno olvidarse de sí <strong>mis</strong>mo y no cuidar desu propia reputación mientras tenga la conciencia de predicar a Cristo del modo más persuasivosiempre que esto se haga menester.Al emprender el santo y útil ejercicio de discurrir de improviso, el ministro cristiano debecultivar una infantil confianza en el auxilio inmediato de Espíritu Santo. "Creo en el Espíritu118
Santo," reza el credo. Es de temerse que muchos no hagan a este un real articulo de fe. Andar deaquí para allá toda la semana malgastando el tiempo, y atenernos después ayuda del EspírituSanto, es una necia presunción que acusa el atentado de que el Señor solape, vuestra pereza ypunible apatía; pero al tratarse dc una emergencia, es ya muy diferente la cuestión. Cuando unhombre se ve ineludiblemente compelido a hablar sin ninguna previa preparación, es cuandodebe lleno de confianza, entregarse al Espíritu de Dios, el cual sin duda ninguna, se pone encontacto con la inteligencia humana, la levanta de su debilidad y confusión, la eleva y fortalece,y la pone en aptitud tanto de entender como de expresar la verdad divina, de un modo muysuperior al que lo hacia si se atuviera sólo a sus esfuerzos propios. Interposiciones semejantes, lo<strong>mis</strong>mo que cualquier otro milagro. de ningún modo nos autoriza a dejar de esforzarnos o decorrernos luchas para adquirir suficiente idoneidad; debemos sólo verlas como auxilio dcl Señorcon el cual podemos contar llegada una emergencia. Su espíritu estará siempre con nosotros,pero especialmente cuando no omitamos diligencia ninguna por servirle. Encarecidamente osaconsejo que no aventuréis haciendo improvisaciones, más de lo que os veáis compelidos a ello,hasta que hayáis adquirido madurez en vuestro ministerio, y a la vez os exhorto a que habléis deesa manera siempre que no podáis racionalmente evitarlo, con la creencia firme de que en esa<strong>mis</strong>ma hora, se os sugerirá lo que debéis decir.Si tenéis la fortuna de haber adquirido la facultad de hablar sin preparación, os ruego querecordéis que podéis muy fácilmente perderla. Esta es una cosa que a mí <strong>mis</strong>mo me ha acaecido,y os lo digo, porque es la mayor evidencia que puedo daros sobre ese particular. Si por dosdomingos sucesivos hago <strong>mis</strong> notas un poco más extensas y detalladas que de costumbre, halloen la tercera ocasión que las necesito más largas todavía; y observo también que si a veces confíoun poco mas en el recuerdo de <strong>mis</strong> pensamientos, y no tengo la prontitud de expresión a queestoy acostumbrado, es porque hay una cierta exigencia y una necesidad mayor de previacomposición. Si un hombre comienza a andar con un bastón en la mano, simplemente por antojo,pronto llegará a ser eso para él una servidumbre o necesidad. SI por algún motivo usáis confrecuencia anteojos, no podréis después pasárosla sin ellos; y si tuvierais que andar con muletaspor un mes, al fin de ese tiempo os serian casi necesarias para moveros, por más que vuestrosmiembros estuviesen tan buenos y sanos como los de otro cualquiera. Los malos usos formanuna mala naturaleza. Continuamente debéis ejercitaros en hablar de improviso; y si paraproporcionaros oportunidades de hacerlo, tu-vieseis que hacer uso de la palabra frecuentementeen las más cortas aldeas, en las escuelas de nuestros villorrios, o dirigiéndose a dos o trespersonas que se hallen a vuestro lado, el provecho que saquéis será notado por todos.Puede ahorraros sorpresas y disgustos, el saber de antemano que sufrirá grandes cambios vuestromodo de expresaros. Hoy vuestra lengua puede ser la pluma de un diestro escritor; mañanavuestros pensamientos y palabras estarán como en prisión Las cosas vivas son sensibles y estánafectadas por diversas fuerzas: sólo con las meramente mecánicas puede contarse con absolutacerteza. No extrañéis que a menudo tengáis que persuadiros de que habéis fracasado, ni os causeadmiración saber después que entonces precisamente es cuando habéis tenido un éxito mejor. Nodebéis esperar adquirir competencia por vosotros <strong>mis</strong>mos, que ni la costumbre ni el ejerciciopodrán nunca independeros del auxilio divino. Y si habéis predicado cuarenta y nueve vecesconsecutivas sin previa preparación, esto no os servirá de excusa para que confiéis en vosotros<strong>mis</strong>mos al ir a hacerlo por la quincuagésima ocasión, pues si el Señor os dejare de su mano, no119
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